El debut de los hermanos López dejó con gusto a poco y el fantasma de Los Bunkers en nuestras cabezas.
Álvaro guitarra en mano y Gonzalo con su bajo, frente a frente comenzaron a bailar, sonriendo y escuchando algunos gritos de un público mayoritariamente femenino y teen, que parecía derretirse con cada movimiento de los hermanos. Todo esto luego de haber salido al escenario para abrir la quinta versión de Lollapalooza Chile y debutar en Santiago con un nuevo proyecto llamado López. A años de que un joven Álvaro llegara cansado a su casa de Concepción, tras una larga tarde de ensayo con su banda y le recomendara a su hermano menor que tome más seguido el bajo, que practique más, porque cuando logre tocar de corrido lo integrará a su banda, la Pol Chefer Band. Por supuesto, tiempo después vendrá el boom de Los Bunkers, una banda clave para entender los movimientos del rock chileno de la década pasada.
—¡Se abre el Lollapalooza! ¡Arriba las palmas, muchachos!
Se escuchó fuerte y comenzaron a sonar los acordes de “Me voy”, su primer sencillo. El público bailó y siguió el ritmo con aplausos, algunos ya se sabían la letra de la canción que había sido lanzada unos pocos días antes y tímidamente empezaron a corear. Parecía que la fiesta se estaba armando en el Coca-Cola Stage, las chicas le gritaban piropos a los hermanos, Álvaro les respondía con un movimiento pélvico y así, poco a poco, aumentaron los gritos. Así también, poco a poco, se instalaba la gente bajo el sol a observar la nueva apuesta de los ex Bunkers, donde Álvaro decía sentirse el George Harrison del conjunto, ya que la mayoría de las canciones fueron compuestas por los hermanos Durán.
Fue un buen comienzo, pero decayó. El resto fue una muestra de canciones nuevas, con el soporte del baterista Diego Fuchslocher y el tecladista Martín Benavides, con su correspondiente presentación. «Esta canción se llama “Respirando bajo el agua”». De ahí en más los asistentes se dedicaron más a escuchar, interrumpidos por un entusiasta vocalista que solicitaba palmas, otorgadas respetuosamente a un ritmo pop con toques electrónicos. También algunas baladas: el cóver “Corazón delator”, de Gustavo Cerati, y solo el recuerdo pudo retomar la fiesta: tocaron “No!”, del álbum La velocidad de la luz (2013) —lo último de Los Bunkers—, allí todos volvieron a cantar, bailar y saltar.
De repente el show terminó. «Chao chiquillos, que siga la fiesta». Nadie entendía muy bien, pero la banda dio las gracias y se retiró. Algunos pensaron que volverían, a falta de quince minutos para cumplir con el tiempo programado, pero no. Los técnicos rápidamente desinstalaron los instrumentos que aún vibraban. Había llegado el momento de ir a otro escenario, y nos fuimos con gusto a poco y el fantasma de Los Bunkers en nuestras cabezas.
Fotos: Felipe Avendaño © paniko.cl