A propósito de los 15 años del título de Blizzard
Diablo, el videojuego de Blizzard Entertainment, cumplió 15 años y lo llevo jugando desde entonces. De ahí que podría- sin duda alguna- pasarme la tarde entera explicando por qué la combinación de combate-en-tiempo-real, reglas de “Rol”, ítems, manejo de inventario, hechizos y clases; más uno de los mejores multiplayer cooperativos de la historia, lo hacen un juego excepcional, que causó un impacto indiscutido y que sus innovaciones, más de una década después, siguen repercutiendo a la industria de los videojuegos.
Y no estaría exagerando en absoluto.
Aunque esta columna no se trata de eso. Se trata de mí. Se trata de mí porque tengo muchos recuerdos del Diablo, pero pocos son del juego. Sin embargo, todos ocurrieron debido a su existencia.
Era 1997 y recién teníamos acceso a Internet, cuando fuimos de paseo de curso a uno de los primeros cibercafés del país: “Café virtual”, que se ubicaba en el segundo piso del Centro Arte Alameda. Armados con un maravilloso IBM Aptiva y una conexión de 64kbps, con mis amigos nos lanzamos a averiguar más del juego, porque los rumores y comentarios nos tenían obsesionados. Gracias a Yahoo rápidamente encontramos su página oficial y maravillados absorbimos todas las fotos e información que encontramos. Estuvimos idiotizados viendo gifs por un buen tiempo, y hasta tratamos de bajar su shareware –Diablo Spawn-, pero la barrita nunca alcanzó los 50 megas. Verán, esto no fue un problema de tiempo, fue un problema de fé: el cura que acompañaba al curso nos pilló. Nos sorprendió “adorando al Diablo”, y eso, para niñitos católicos, es algo bastante grave. Enrabiado nos removió del computador, y ante todo el curso nos sermoneó duramente, reiterando que deberíamos sentirnos arrepentidos ante dios.
El reto fue bastante severo y por siempre se me quedará grabada una de las mejores frases que he escuchado en mi vida: dirigiéndose con toda seriedad al curso, el cura dijo “¡el Diablo es un virus!”. Hasta el día de hoy me cuesta contener la risa.
Tiempo después ya teníamos unas cuantas copias (originales) circulando. Los afortunados con computadores multimedia (lector de CD y tarjeta de sonido, básicamente) y hermanos grandes, tenían el juego, mientras que el resto tenía instalado el demo/shareware que se podía descargar y que también venía en el CD. Aquí comenzaron los robos escolares. Eran tal las ganas de tener el juego completo que entre amigos nos lo robábamos. Todos queríamos jugar, filo la amistad. Además battle.net era lo máximo y los que teníamos acceso –extremadamente limitado- a Internet abusábamos de él. Logramos jugar un par de veces juntos, pero que yo recuerde no fue muy seguido. Lo que sí hicimos- y mucho- fue abusar del “Trainer” del hacker BoBaFeTT. Lo pasamos la raja. El programa te permitía aparentar antes los rivales tener un nivel bajísimo, pero todos los hechizos al máximo, así que cuando un pobre sujeto entraba a jugar, bajábamos al calabozo, fireball y listo: muerto, sin ítems, sin plata, sin oreja. Así con todos, cientos de veces.
El programa incluso tenía una modificación del pergamino “resurrección” que si se lo lanzabas a alguien vivo lo matabas instantáneamente, y si lo hacías cuando ya estaba muerto, entraba en un loop, repitiendo la animación de muerte hasta el aburrimiento. Con esto nos ganamos puteadas en todos los idiomas, pero éramos pendejos, y puta que lo disfrutamos. Además si te aburrías siempre estaba la opción de clickear “matar a Diablo” haciendo que todos se dieran vuelta el juego instantáneamente: por lejos, la forma más fácil de emputecer a varias personas a la vez.
Recuerdo que BoBaFeTT anunció que no lanzaría actualizaciones de su programa, y que Blizzard actualizó el juego 2 días después, bloqueando los hacks. Estoy seguro que BoBaFeTT se ganó un puesto en la compañía (o por lo menos unas cuantas lucas).
Con respecto a mi copia del Diablo, hace 10 años que sé quien la tiene (a él se la robaron 2 veces) y si no llega a devolvérmelo para el estreno del Diablo III será violentamente forzado a comprarme la nueva entrega. Está más que advertido.
Por último, tengo un recuerdo bastante bonito del Diablo. Sé que suena sumamente extraño, pero es cierto: dos años después de su lanzamiento, mí viejo vivía en Iquique y yo estaba de visita. Un día tuvo que quedarse hasta tarde en la oficina por lo que yo me puse a jugar Diablo. Aunque nunca fue un aficionado, el juego le llamó la atención, así que casi sin darnos cuenta lo instalamos en su computador y en un santiamén ya éramos un Guerrero y un Mago, batallando las fuerzas del mal. Estuvimos toda la noche jugando y por la madrugada, lo terminamos.
Quizás no hice mucho con él mientras estaba vivo, pero puedo decir, con mucho orgullo, que por lo menos derrotamos juntos al Diablo.
Dicen que los juegos son para niños, que son vanos y carecen de sentido, pero si me preguntan por el Diablo, siempre le he tenido, y siempre le tendré bastante simpatía.
// Diablo III de Blizzard aparece este semestre, justo cuando el Diablo original cumple 15 años.