Con un vendedor de libros para una empresa suiza en los años previos a la Revolución francesa como hilo conductor, Robert Darnton en Un magno tour literario por Francia (FCE), analiza el comercio de libros, las características del negocio editorial y la literatura de la época. El libro es un placer de leer, señala el reseñista, profesor en el Birbeck College de la Universidad de Londres.
Por Julian Swann. Traducción de Patricio Tapia
Robert Darnton pertenece a una rara raza de historiadores cuyo nombre se ha convertido en sinónimo del tema de su investigación. A lo largo de una larga carrera, se ha forjado una reputación como experto en la historia de la literatura clandestina de la Francia del siglo XVIII, haciendo la crónica, entre otras cosas, de las carreras de los escritorzuelos de Grub Street y los bestsellers prohibidos de la época. Su trabajo ha contribuido sustancialmente a nuestra comprensión de la Ilustración en sentido amplio y ha ayudado a dar forma a la interpretación cultural de los orígenes de 1789, con su énfasis en la importancia de los escandalosos libelles que han inspirado a muchos a escribir sobre la desacralización de la monarquía francesa. Muchos de los libros anteriores de Darnton se centraron en los autores o el contenido de la literatura clandestina, pero en este nuevo trabajo dirige su atención a los hombres y mujeres que se ganaban la vida con el comercio de libros. El héroe de la historia es Jean-François Favarger, un joven representante de ventas de la editorial suiza Société Typographique de Neuchâtel (STN), cuyos archivos Darnton ha excavado de forma tan beneficiosa durante más de cincuenta años. Haciendo uso de su incomparable conocimiento de las fuentes y del comercio de libros, sigue el progreso de Favarger en los pueblos y ciudades del centro y sur de Francia. Cubriendo la asombrosa cantidad de 1200 millas, sus viajes lo llevaron desde las ciudades fronterizas de Pontarlier y Lons-le-Saunier hacia el sur por el valle del Ródano hasta Lyon y Aviñón y luego a través de Languedoc y Gascuña, siguiendo por ciudades importantes como Toulouse y Burdeos, así como por muchos de los pueblos menores de las provincias por donde pasó. A partir de entonces, Favarger avanzó gradualmente hacia el norte antes de atravesar Poitou y el Orleanesado y descendiendo por Borgoña y el Franco Condado para finalmente regresar vía Besanzón a su Neuchâtel natal.
El libro es un placer de leer y en cada etapa del largo viaje de Favarger aprendemos más sobre el mundo del negocio de los libros y de los hombres y mujeres que ejercieron lo que a menudo podría ser un comercio arriesgado. Un hombre intrépido y seguro de sí mismo, Favarger era claramente un agente concienzudo y dedicado, que enviaba actualizaciones periódicas a sus empleadores que le brindan a Darnton los bloques de construcción para su historia. Aunque Favarger generalmente fue parco en las descripciones de su vida en el camino, dejó sin embargo fragmentos que dan una idea del hombre, desafiando valientemente a los elementos hostiles, las posadas insalubres y mostrando una preocupación casi conmovedora por su caballo cojo. Habiendo recibido un itinerario detallado, pudo recurrir a los contactos existentes de la STN, muchos de los cuales formaban parte de la importante comunidad hugonote tanto en Languedoc como en otros lugares. A su paso, se esperaba que evaluara las cualidades personales y profesionales de los libreros, reforzando las relaciones con algunos, construyendo nuevas relaciones con otros, y que estuviera preparado para advertir a sus empleadores de cualquiera que sospechara que no era confiable o insolvente. Como la STN satisfacía, en parte, la demanda popular de literatura escandalosa o subversiva, Darnton presta especial atención a las redes de contrabando que fueron cruciales para el éxito del comercio. Equipos de hombres y mulas transportaron el preciado cargamento, a menudo astutamente disfrazado entre las páginas de textos inocuos, a través de terrenos peligrosos, usando sobornos y favores para tratar de evadir la atenta mirada de las autoridades francesas. Nunca fue una tarea fácil y los retrasos inesperados o, peor aún, el hecho de ser descubiertos podría tener repercusiones perjudiciales. La competencia tanto por los editores como por los libreros fue intensa y Darnton entrega ejemplos del auge, la caída y las notables resurrecciones ocasionales de los involucrados.
Los libreros eran, por lo general, una pandilla astuta, cuidadosos para evitar verse comprometidos por el contacto con material ilícito y, en lugar de tratar directamente ellos mismos, muchos optaron por pasar las obras más incendiarias a los vendedores ambulantes. Dicho esto, hubo una fuerte demanda de obras escandalosas de carácter político o sexual, aunque esto era equilibrado con una variada dieta de, entre otras cosas, salmos, obras de devoción protestante y católica, historia, geografía, novelas y literatura de viajes. Era una mezcla ecléctica que satisfizo los gustos de una población cada vez más alfabetizada y rica extraída de las élites sociales y profesionales urbanas. Curiosamente, Darnton evita sacar conclusiones radicales sobre el posible impacto de la lectura de dicha literatura en el clima político francés en los años anteriores al estallido de la Revolución. En lugar de trazar una línea directa con 1789, sugiere que muchas de las obras más populares y potencialmente subversivas, como L’An deux mille quatre cent quarante, de Louis Sébastien Mercier, o Anecdotes sur Mme. la Comtesse du Barry, de Mathieu-François Pidansat de Mairobert mostraban a sus lectores que “una realidad alternativa era concebible”. El debate sobre el impacto político de estas obras, así como de la literatura ilustrada en general, continuará, pero mientras tanto, el estudio de Darnton ofrece lo que promete, esto es, un recuento fascinante del mundo de los libros en el reinado de Luis XVI.
Artículo aparecido en “European History Quarterly” 50-4 (2020). Se traduce con autorización de su autor.