Reseña de So sad today, de Melissa Broder.
Comenzó como una cuenta de Twitter —anónima— en el 2012. (Sigue ahí. Vayan y léanla: @sosadtoday). Una cuenta que dice cosas como «Todo lo que creí que era verdadero amor era en realidad locura temporal». O «Nunca me he caído bien: una historia de amor». Hoy es un libro de ensayos personales en el que el odio se mezcla con la tristeza, la vulnerabilidad y el humor más negro.
Y sí: un océano de tristeza.
No todo lo que cuenta dan ganas de leerlo, por cierto. Melissa Broder puede pasarse páginas describiendo su fetiche sexual con el vómito (y, de hecho, en este libro lo hace) pero también abre su corazón –en un tour completo, de luces, oscuridades, vergüenzas– para hablar de la enfermedad crónica que padece su marido o el sentimiento profundo que la persigue de no ser nunca suficiente (suficientemente guapa, suficientemente inteligente, suficientemente preparada para estar en el mundo).
Leerla es pasearse por sus adicciones. A las drogas y el alcohol pero también su obsesión con las dietas, las personas o Internet. Confiesa, entre otras cosas, que es incapaz de quedarse tranquila, en silencio, consigo misma. Porque tal vez si se queda quieta no pueda confrontar a todos sus demonios, porque tal vez si deja de contar las calorías de los envases de comida el mundo se salga por un momento de órbita.
Broder nos abre las puertas —las ventanas, nos muestra debajo de la cama y de la alfombra— de sus inseguridades más profundas y de todo lo que le da vergüenza de sí misma (dice, por ejemplo, que «tiene el cerebro de una adicta y el corazón de una chica de dieciséis años»). Comenta que es adicta a las personas, que se obsesiona con ellas, que es capaz de enamorarse de un avatar de Twitter, que construye historias de amor imposibles en su cabeza.
Algunas de ellas (las traducciones son mías):
«Tell me if I’m texting too much: a love story». (Dime si te estoy mandando muchos mensajes: una historia de amor)
«We’re going to spend the rest of our lives together in my head: a love story». (Vamos a estar juntos por el resto de nuestras vidas en mi cabeza: una historia de amor)
«Yeah, all my orgasms were fake: a love story». (Sí, fingí todos mis orgasmos: una historia de amor)
«I’ve been on your FB page for five hours today: a love story». (Hoy he estado cinco horas en tu página de Facebook: una historia de amor)
«I only had sex with you to get you to stop talking about your art: a love story». (Solo me acosté contigo para que dejaras de hablar de tu arte)
Broder nos cuenta de su desesperación por sentirse plena (pero siempre delgada) y el tiempo que gasta rellenando cuestionarios de Internet o engañándose a sí misma y sus miedos comprando cristales o hablando con videntes y tarotistas en línea. Broder, que sufre de ansiedad y depresión, se ríe de manuales de autoayuda y consejos en las redes sociales. Dice cosas como: «There were other Twitter accounts on this vein that seemed stupid to me. There were accounts where people were saying, If you’re depressed or sad, get up and dance. That’s a crazy fucking thing to tell a depressed person». (Habían otras cuentas de Twitter en esta misma línea que me parecían estúpidas. Cuentas donde personas decían, Si estas deprimida o triste, levántate y baila. Qué soberana estupidez decirle eso a una persona deprimida.)
El tono del libro ya se anuncia desde los títulos de sus ensayos: «Under anxiety is sadness but who would go under there» (Debajo de la ansiedad hay tristeza pero quién querría ir ahí) o «Keep your friends close but your anxiety closer» (Mantén a tus amigos cerca pero a tu ansiedad aún más cerca), «Never getting over the fantasy of you is going okay» (No poder superar la fantasía de ti está saliendo de lo más bien), «The terror in my heart says hi» (El terror en mi corazón dice hola), «Google hangout with my higher self» (Conversación en google hangout con mi yo supremo), «One text is too many and a thousand are never enough» (Un mensaje de texto es demasiado y mil de ellos no es nunca suficiente), «I took the Internet quiz and I won» (hice el cuestionario de Internet y gané) o «I want to be a whole person but really thin» (quiero ser una persona entera pero realmente delgada).
Sus mejores momentos son aquellos en los que explora sus relaciones personales. Ya sea la forma en que crea fantasías de personas que no le corresponden, o sus reflexiones sobre el matrimonio. En el primer caso, luego del fin de una relación, se pregunta: «What happens to the space that two people occupied together? How can it just disappear?» (¿Qué pasa con el espacio que dos personas ocuparon juntas? ¿Cómo puede desaparecer así?)
Broder se obsesiona con alguien con quien las cosas no resultaron, aunque confiesa que «Even in my dreams I knew that we weren’t right for each other». (Hasta en mis sueños sabía que no éramos el uno para el otro) Su tristeza y decepción se entrelazan con el humor: «This essay was supposed to be about how I ignored him. But I am a human being, so obviously that didn’t work out». (Se suponía que este ensayo iba a ser sobre cómo fui capaz de ignorarlo. Pero soy un ser humano así que obviamente eso no resultó). Intenta dar consejos a alguien, como ella, obsesionado con quien no la quiere y dice cosas como: «If you really love yourself, you will block and unfollow the person on all social media. But if you really love yourself you probably aren’t reading this essay. So let’s take it slow». (Si realmente te quieres a ti misma, vas a bloquear y dejar de seguir a esta persona en todas las redes sociales. Pero, si realmente te quieres a ti misma, probablemente no estás leyendo este ensayo. Así que tomémoslo con calma.) O recomienda cosas que no hay que hacer: «7. Trying to ‘stay friends’. You have enough friends». (7. Tratar de seguir siendo amigos. Tienes suficientes amigos.) Para luego agregar: «You’ll know when (if ever) it’s finally time to be friends with the fantasy person if they text you and it’s just boring and annoying, rather than intoxicating. Like your real friends». (Vas a saber cuando (si es que) es finalmente el momento de ser amigos con la persona de tu fantasía si te mandan un mensaje y es solo aburrido y molestoso, en lugar de fascinante. Como pasa con tus amigos de verdad.)
Sus reflexiones sobre el matrimonio comienzan livianas («It is our single friends who keep us in our marriages. They remind us that being single is sad. Dating is sad. Online dating is sad»./ Son nuestros amigos solteros los que nos mantienen en nuestros matrimonios. Nos recuerdan que estar soltero es triste. Que salir con alguien es triste. Que buscar pareja en internet es triste) para luego irse adentrando en lo difícil de lidiar con un marido que padece una enfermedad crónica. Así, comenta: «I don’t want to be defined by Ron Jeremy’s illness. I don’t want people to ask me how he is doing when I see them. I pretend to people, especially to myself, that this isn’t hard. I don’t want pity. I want to be happy and have a good life. I don’t want to be sad. Or, I want to be sad about the things that I choose to be sad about». (No quiero ser definida por la enfermedad de Ron Jeremy. No quiero que personas me pregunten cómo está él cuando las vea. Finjo para los demás, especialmente para mí misma, que esto no es difícil. No quiero compasión. Quiero ser feliz y tener una buena vida. No quiero estar triste. O, sí, quiero estar triste por cosas sobre las que yo decida estar triste) Y también: «Living with a sick person puts me in touch with some of my greatest fears. One of those fears is being still with myself». (Vivir con una persona enferma me pone en contacto con algunos de mis peores miedos. Uno de esos miedos es estar conmigo misma.)
Sin embargo, ni todo ese miedo que a ratos la paraliza es capaz de atenuar el amor que siente por su marido. Dice: «Sometimes, when I see my friends’ boyfriends or husbands, I am amazed at what they can do. They can carry babies. They can make plans and not cancel them. But I don’t want any of those men. I still want Ron Jeremy». (A veces, cuando veo a los novios o maridos de mis amigos, me sorprende lo que son capaces de hacer. Pueden sostener a sus hijos. Pueden hacer planes y no cancelarlos después. Pero no quiero a ninguno de esos hombres. Todavía quiero a Ron Jeremy.)
Broder siente un amor inmenso, sí, pero no es nunca ingenua. Y se prepara para el momento en que las cosas cambien (porque, sí, probablemente lo hagan): «In this moment I resolve to kiss my husband with an open mouth forever. I want to freeze him the way I see him in this instant: dark eyebrows, sexy, sleepy hair and sleepy eyes. But we can’t freeze the way that we see the people we love, as much as we would wish. I know that I will kiss my husband with a closed mouth again, at some point. I know that I will even kiss him with a closed heart». (En este momento decido besar a mi marido con la boca abierta siempre. Quiero congelar la forma en que lo veo en este instante: cejas oscuras, sexy, el pelo y los ojos somnolientos. Pero no podemos congelar la forma en que vemos a las personas que amamos, por mucho que ése sea nuestro deseo. Yo sé que, en algún momento, voy a besar a mi marido con los labios cerrados otra vez. Sé que incluso voy a besarlo con el corazón cerrado.)
Hace poco leí un libro de Natalia Ginzburg titulado A propósito de las mujeres. Uno de esos títulos incómodos, con una portada bien cursi. En él, Ginzburg comenta que todas las mujeres, de vez en cuando, caemos en lo que ella llama «el pozo». Dice Ginzburg: «…las mujeres tienen la mala costumbre de caer en un pozo de vez en cuando, de dejarse embargar por una terrible melancolía, ahogarse en ella y bracear para mantenerse a flote: ese es su verdadero problema». Y sigue: «Las mujeres comienzan en la adolescencia a sufrir y a llorar en secreto en su habitación, lloran por culpa de su nariz o de su boca o de alguna parte de su cuerpo que no les gusta, o lloran porque creen que nadie las querrá nunca, o porque tienen miedo de ser estúpidas, o porque tienen miedo de aburrirse en vacaciones, o porque tienen pocos vestidos: estas son las razones que se dan a sí mismas, pero en el fondo no son más que pretextos y en verdad lloran porque han caído en el pozo y saben que a lo largo de su vida caerán en él a menudo, lo que les hará más difícil llevar adelante algo serio».
Ginzburg nació en Italia en 1916 pero su idea del pozo tiene eco en los ensayos de Broder. Solo que Broder hace del pozo un océano, uno al que, de a poco, le va perdiendo el miedo. Afirma: «I know I have an ocean of sadness inside me and I have been damming it my entire life». (Sé que tengo un océano de tristeza en mi interior y que he estado construyéndole una represa durante toda mi vida) Sin embargo, su forma de enfrentarse a ese océano es interesante: «I always imagined that something was supposed to rescue me from the ocean. But maybe the ocean is its own ultimate rescue – a reprieve from the linear mind and into the world of feeling. Shouldn’t someone have told me this at birth? Shouldn’t someone have said, ‘Enjoy your ocean sadness, there is nothing to fear in it’, so I didn’t have to build all those damns?» (Siempre imaginé que algo tendría que rescatarme de ese oceáno. Pero tal vez el océano mismo sea su propio rescate – un refugio de la mente lineal, un mundo de sentimientos. ¿No debería alguien haberme dicho esto cuando nací? ¿No debería alguien haberme dicho:’disfruta tu océano de tristeza, no hay nada que temer en él’, para así no tener que dedicar mi tiempo a construir represas para contenerlo?)
Broder tiene preguntas y nunca respuestas, construye con su humor negro una represa infinita que luego destruye a golpes para dejarse inundar por ese océano de tristeza que, si bien la desafía, no la define ni la aniquila. So sad today es un viaje de cabeza al pozo. Uno del que tal vez no se sale bailando, pero sí bastante más fresca. Viva.