Esquirlas del Rockódromo porteño
Frente a los cerros, y con el mar de fondo, se levantó una vez más el escenario del Muelle Barón en Valparaíso, para cerrar una semana entera de actividades del Rockódromo 2012. Desde la Noche en los Balcones que contó con la presencia de Flor Motuda, Camilo Eque y Redolés, pasando por la Gira por los Cerros con Claudio Narea, La Chinganera y Lautaro Rodríguez, hasta las dos fechas de Música frente al Mar que terminan hoy.
Nos trasladamos, el pasado viernes, a cubrir la primera jornada de Música frente al Mar, en donde frente a una joven audiencia se presentaron músicos como Astro, Gondwana, Ana Tijoux, Legua York y La Pato Gallina.
Acá el reporte de paniko.cl con olor a marisco y los oídos empapados de música chilena.
Esquirlas en el Barón
Por Alejandro Jofré
¿De dónde sale tanto pendejo? Hay dos públicos en Rockódromo, un par de estadios imaginarios y casi dos maneras de ver bandas en esto que llaman Música frente al mar, que no es otra cosa que la expansión del festival de las Escuelas de rock y el CNCA, que no es más que otra cara del evento porteño que también se sube a los cerros y se toma los balcones alargados del casco antiguo.
La idea detrás es estirar Valparaíso. Y en el Muelle Barón, en ese puente de fierros oxidados entre los containers y las olas de aceite de cargueros, asoma el público más oficial: ese que muestran las cámaras de la transmisión pixelada. La joven marea ordenada justo frente al escenario: la misma que repleta el muelle como un puente de Cloverfield y que va obligando, a medida que anochece, a seguir los shows por las pantallas.
Una de las cosas que llama la atención de entrada es el otro público, el segundo estadio imaginario, la manera alternativa para ver bandas en esto que llaman Música frente al mar: hay un mutante numeroso que se queda en el roquerío, que no pasa por el vaciado de botellas del enrejado y que comparte las mismas expectativas de un concierto entre latas y humo y bebidas de otros colores y el rebote de la amplificación.
“¿Cómo están los cabros de las rocas, se escucha por allá?“, acaba de gritar Camila Moreno en el stream (el público más masivo del evento, con 8 mil conectados según la producción) y lo que algunos pueden leer como un problema, también puede ser el momento de atender la masiva demanda porteña por ver bandas de otras coordenadas. Hasta más de seis mil adolescentes llegaron a ese rincón de la ciudad dice el boletín de Escuelas de rock. Punto a favor en nuestra lectura: Rockódromo lleva ocho años funcionando y que haya más gente que otros años, que varios decidan quedarse fuera del muelle pero que de todas formas asistan al evento, es al final un buen síntoma.
En lo musical, Ana Tijoux concentró con justicia la espera en la noche porteña: entre el final de su show y el de La Patogallina Saunmachin una parte importante de gente dejó la fría noche en Barón previo a Gondwana, pero mucho antes el trío Altazores encendía los primeros chispazos con su sencillo “Lo mejor de tí“. Fue una muy breve pasada por el escenario y su trabajo editado por Sello Azul.
Un poco más adelante, una de las buenas sorpresas: Funk Amasado, una banda de las estanterías black music de Escuelas de rock y un bajista tan hábil como dicta el manual del estilo. Los talquinos prendieron los ánimos con bronces, teclados y temas como “Dimensión funky“, previo a las rimas-protesta de Legua York, presentados nada menos que por Eduardo Meneses de Panteras Negras, y donde sonaron la voz de Piñera y unas cuantas dedicatorias contra las represas en la Patagonia.
Sobre Astro no nos engañemos. Su show va de menos a más, incluyendo todos los altos de su Ep Le disc de astrou y el reciente Lp homónimo. Por lejos, uno de los discos cumbre de la producción musical chilena en 2011. Suena el instrumental “Druida de las nubes” cuando el cuarteto aparece con Andrés Nusser al frente y una tras otra se suceden “Colombo“, “Ciervos“, “Mono tropical” y el guiño de la jornada a Spinetta, la guitarreada “Le golden ballon” (dedicada en la mitad del show).
Lo de Astro se puede entender como el upgrade de toda una escena a través de una banda que maneja el lenguaje del pop más actual, y toma sus riesgos con una performance bien rockera y pegajosa y hasta vitamínica, y donde las canciones y (sobre todo) su consistencia, además de los arreglos y los efectos, resultan sonar simples y digeribles.
Ese mismo balance entre los llamativos detalles de su producción discográfica y el notable “en vivo” puede levantar cualquier hype y convertir a Astro en uno de los grupos con más proyección en el medio, pese al debe en sus letras, o, desde otro prisma, los versátiles agudos del vocalista, que implosionan en “Railfilter” y el primer gran éxito de la banda, “Maestro distorsión“, con el que dieron paso a Los Blue Splendor: la respuesta porteña a los Ramblers santiaguinos en la década de los 60, ahora sobre el escenario a poco menos de un año de la muerte de su fundador Ángelo Macchiavello, y donde mostraron lo mejor de su cosecha: “La ventana“, “Hola Rosita“, “Verano sin amor” y, entre medio, su propia versión para “Déjate caer” de Los Tres.