Futurismo provinciano

por · Noviembre de 2016

Notas sobre Junkopia, de Jonnathan Opazo.

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1.
Fui al lanzamiento de Junkopia, el poemario escrito por Jonnathan Opazo y complementado con imágenes hechas por Rodrigo Figueroa. Se hizo en la FILSA, que cada año se ha vuelto más fría y cara. Mientras los pocos asistentes –lo esperable para un autor nuevo– llegaban al lugar del evento, compré el libro y leí al azar algunos de sus poemas breves como «Los suicidas/ son los frutos/ maduros de los/ rascacielos» o «Sordo zumbido/ de un panal de avispas/ bajo un ring de box», muchos de los cuales usan como material imágenes de lo que suele ocurrir en segundo plano. Porque en Junkopia no encontramos personajes ni una voz preponderante, y si hay gente apenas vemos atisbos de ella. Más que nada encontramos cosas, o relaciones entre esas cosas, en escenas que se desenvuelven como en los haikús, aunque también tienen mucho de naturalezas muertas. Es un libro de poemas breves, sin títulos, o acaso es un poema largo compuesto por fragmentos, centrado en, tal como lo describe en la contratapa el poeta Leonardo Sanhueza, «acoplar imágenes y textos en el riesgoso intento de agotar un motivo –la materialidad ruinosa, la basura y la precariedad de ciudades postindustriales de provincia– hasta las últimas consecuencias».

2.
Estábamos en una salita del segundo piso, lejos de las editoriales grandes. Allí el presentador, el mismo Sanhueza, contó que no preparó nada, aunque igual desplegó una lectura detallada. Comenzó por comentar el título, que nadie sabe pronunciar, y comentó que le sonaba a juncales y a la palabra inglesa junk (basura), y se refirió al cortometraje Junkopia, de Chris Marker, del cual Opazo toma el título. En ese film Marker retrata un museo o suerte de exposición al aire libre de esculturas elaboradas con desechos, restos de construcciones y otros materiales recuperados. Son una oda a animales y a ciertas formas de tecnología como aviones y tanques. Son, digamos, una enigmática imitación de la vida. También son, como el título lo dicta, un lugar hecho desde la basura. Además, Sanhueza habló sobre cómo le agradó que Junkopia, el poemario de Opazo, tal como el corto de Marker, recopila imágenes del deterioro que ya se han vuelto tópicos y sin embargo consigue darles una vuelta de tuerca y renovarlas. Y tiene razón Sanhueza, en este poemario hay una recopilación, un intento de agotar un paisaje y también una estructura que –esto lo agrego yo– por el modo en que se lee, recuerda en algún grado a un par de textos basados en anotaciones y fragmentos de Perec y de Édouard Levé. Si bien, como es natural, algunos poemas funcionan mejor que otros, al ser leídos generan un efecto de acumulación, y van mezclándose, yuxtaponiéndose.

3.
Junkopia es el segundo libro de la editorial Bifurcaciones, proyecto que conozco tras participar en el primero, Ciudad fritanga, compilado de crónicas sobre las ciudades de Chile en sus aspectos menos turísticos, donde participaron tanto Opazo como Figueroa y Sanhueza. Ese libro, al parecer, marca la conexión entre ellos. Y a decir verdad, gran parte del lanzamiento resultó una celebración de cierta nueva estética de la provincia. Junkopia, contó Sanhueza, puede emparentarse con el trabajo del colectivo Pueblos Abandonados y el de algunos de sus miembros como los escritores Marcelo Mellado o Cristian Geisse, quienes han retratado los aspectos menos amables de sus ciudades, lo contrario a lo que hacían los antiguos autores de provincia, quienes desde sus departamentos capitalinos presentaban a sus pueblos como idílicos. Después, en la misma línea, Opazo y Figueroa hablaron sobre el mito de cómo los alrededores del río Maule iban a ser, durante el siglo pasado o el anterior, una zona próspera, casi una metrópolis en torno a un río navegable. Y hablaron sobre cómo toda la gente sabía de sobra que ese futuro opulento nunca iba a llegar y cómo esas promesas incumplidas han ayudado a que las ruinas del sector parezcan incluso más ruinosas de lo que son. «Bueno, la cosa es que estamos en un futuro fallido», añadió Opazo, «y con Rodrigo (Figueroa) siempre lo hemos pensado así. Esta fijación por la basura y por la idea del futuro, que es algo que siempre nos ha interesado, hizo que lo invitara a poner sus imágenes en el libro».

Las imágenes de Figueroa son una cruza entre fotografía, collage y glitch art. Como los poemas de Opazo, en su acumulación, muestran varias asociaciones simultáneas, y en su diálogo con los poemas dan una sensación de tiempo distorsionado. Esto último también lo dijo Sanhueza. «Es un tiempo como tralfamadoriano», dijo, aludiendo a Matadero 5 de Kurt Vonnegut. A esas alturas de la charla, debo decir, el orgullo provinciano me pareció levemente alucinado y ahora me hace citar a Marcelo Mellado: «Podríamos decir que la provincia es aquella zona que hace de la diferencia mínima la identidad máxima». Como sea, un arte deliberadamente provinciano tiene antecedentes interesantes: provincianos fueron Flaubert, Portishead y Aphex Twin, por dar algunos ejemplos. Aparte, este llamado orgullo provinciano, que desde luego estoy exagerando, podía verificarse en la polera que llevaba Opazo, de la banda penquista Animales Exóticos Desamparados.

4.
Al oírlos, y sobre todo al hojear el libro, me parecía inevitable que se refirieran a Gonzalo Millán. Es una influencia clara en Opazo, con quien comparte el énfasis en lo visual y cierta austeridad en el lenguaje. Sin embargo no lo mencionaron (aunque Sanhueza sí lo hizo en la contratapa) y en cambio surgieron otros dos poetas. Uno fue Pablo de Rokha, quien según Sanhueza tiene un amplio registro de fijaciones con los desechos y lo deleznado. El otro fue Jorge Teillier, cuyo poema Cosas vistas, dijo Opazo, le fue crucial para idear el concepto del libro. «Quise hacer algo como Cosas vistas, pero sin copiar el imaginario de Teillier y sin su melancolía», explicó, entrecerrando los ojos al hablar, algo incómodo por revelar el origen de su libro. Acto seguido, insistió en cómo evitó la melancolía, y eso no se le escapó a Sanhueza, quien le espetó: «Por suerte esos intentos no te resultaron, porque tu libro es muy melancólico. Aunque es de una melancolía diferente a la de Teillier, yo diría que feroz». Fue interesante la reacción de Opazo en ese momento, algo mosqueado y confundido. Sin duda la melancolía en sus poemas es distinta. Hay, de hecho, una nota agria en versos como estos: «En su descanso la/ temporera vuelve/ a hojear el catálogo/ de perfumes».

Aunque fue llamativo que Opazo no advirtiera la melancolía de sus poemas, se pasó a otro asunto. Figueroa y Opazo, me pareció, intentaron desviar la atención hacia el asunto de cómo surgió el poemario. Hablaron sobre una larga caminata, calificado por ellos como una suerte de viaje inaugural, que hicieron desde Talca a San Javier. Ese viaje fue relatado en una crónica que publicaron en el sitio de Bifurcaciones, Apuntes de camino desde la carretera 5 Sur, y esa vez intercambiaron roles: Opazo se encargó de sacar fotos y Figueroa del texto. Se enfocaron, cómo no, en casas derruidas, bencineras, moteles y otros lugares con aires de precariedad.

Al escucharlos no les creí mucho eso de que durante ese viaje surgió el poemario. No se puede saber: es casi imposible determinar en qué momento comienza o termina cualquier proceso. Por lo demás toda nueva belleza es parte de otros procesos, como en este caso, diría, lo fue la necesidad de los habitantes de un paisaje por sublimar las fealdades o simples realidades que les tocó vivir. En fin, eso no importa. Me interesó ese relato, al igual que lo de su ignorada melancolía. Quizá Opazo tampoco tiene claro que con Junkopia ya halló un lugar, o lo inventó, o como quiera decirse. Un lugar donde levantar una poesía auténtica, un basurero quizá, donde podrá asomarse, perderse y hacer germinar su visión de mundo, donde esta podrá expandirse.

junkopia

Junkopia
Jonnathan Opazo y Rodrigo Figueroa
Bifurcaciones, 2016
152 p. — Ref. $9.000

Futurismo provinciano

Sobre el autor:

Nicolás Campos F.

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