El editor y organizador de Furia del libro acaba de publicar “A cada rato el fin del mundo”, un compendio de relatos. Acá habla de su obra y su rol al frente de la editorial Cuneta.
Galo Ghigliotto (1977) acaba de publicar A cada rato el fin del mundo por Emergencia Narrativa, un compendio de relatos que en ciertos momentos roza la crónica y el homenaje. Conversamos de su obra, de su rol como organizador de la Furia del Libro al frente de las editoriales independientes y de su gestión a la cabeza de la prolífica editorial Cuneta, que este año trae, entre otros autores, a Lucas Costa, Romain Gary, nuevas obras de Alejandra Costamagna y Mario Bellatin.
Me gustaría que me contaras de qué van estos cuentos de “A cada rato el fin del mundo”, porque entiendo que escrituralmente vienes de un mundo más cercano a la poesía. ¿Cómo fue el cambio de registro?, y también ¿cómo es la historia del libro a grandes rasgos?
—Si bien es cierto que hasta el momento he publicado tres libros de poesía, no es lo que he escrito solamente. Siempre he estado escribiendo de todo y pasó que la poesía fue lo que me abrió una posibilidad de empezar a circular como autor, como editor… mis amigos más cercanos eran poetas, entonces organizábamos lecturas de poesía. Pero paralelamente siempre había quedado una parte medio guardada, y en 2009 empecé a escribir un poco más de cuento y a probar con distintos registros. Me pasaba que al leer a autores, al leer los autores de la editorial y conversar sobre los textos se crea una inquietud natural que resulta en el trabajo de escritura. Empecé a escribir con dos registros diferentes en narrativa. Uno que son estos cuentos, que en realidad yo prefiero no llamarlos cuentos, sino que textos narrativos, de hecho en el texto que abre el libro se dice que más que cuentos, no hay una estructura definida, no hay un principio, no hay un final, no hay siempre un personaje, no es una cosa muy clásica, sino que me gusta mezclar crónica, ensayo, poesía, testimonio. Una cosa bien entremezclada, y los autores que lo hacen actualmente me llaman mucho la atención. Al mismo tiempo empecé con otros cuentos que son un poco más clásicos en cuanto a la estructura, pero la temática no, porque son inspirados en cosas más surrealistas. Y en principio íbamos a hacer con el editor, Eric Carvajal, un libro que era una mezcla de los dos tipos de textos y al final Eric me propuso mejor dividirlo en dos libros y decidimos empezar con este, que son como los textos más íntimos, en el sentido que toman mucho de la vida cotidiana, son mucho más realistas; hay algunos que son medio crónicas, otros medio poemas.
Ahora en tu rol de editor, ¿sientes una especie de exposición o presión distinta por el hecho de publicar narrativa y al mismo tiempo estar en contacto con tantos autores, con tantos textos?
—Sí, definitivamente. Bueno, el tema de estar en contacto con textos, eso es natural como en cualquier lector. Pero es cierto que un editor a veces, a diferencia de un lector cualquiera, tiene que leer cinco veces un mismo texto: lo lee al principio al evaluarlo, al editarlo, al corregirlo, al corregir la prueba, etc.; pero el tema de la presión sí es real. Pasa que ser editor es algo mucho más visible que ser autor, porque como editor tú estás publicando once libros al año, porque estás ahí gestionando tal derecho de autor, traducción, lo que sea; y aparte al decir que a un libro le fue bien, la editorial gana una visibilidad y eso arrastra sí o sí el nombre del editor, sobre todo en editoriales pequeñas como Cuneta en este caso, que es una editorial de una sola persona. Y entonces sí hay una presión porque tú sabes que, yo me imagino, no es que lo sepa, pero me imagino que la gente dirá: ‘bueno si este tipo tiene tanto trabajo de texto, lo que escribe tiene que ser bueno’, entonces uno obviamente no quiere defraudar al lector. Y es un tema que lo hemos conversado con otros amigos editores, con mucha frecuencia. Todo depende mucho de la persona. Y lo otro pasa por el tema de que cada vez más, hay más escritores-editores, y la figura se hace cada vez menos rara; bueno y también en la historia, en este momento me acuerdo, por ejemplo, de Virginia Woolf con su editorial, y así te puedo hablar de muchos otros autores-editores, que no han tenido problema con eso en su momento.
Me imagino que te llegan muchos textos, estás en contacto con varios autores chilenos y latinoamericanos. En un ámbito general me gustaría saber cuáles son tus filiaciones literarias y también en particular, en el caso de “A cada rato el fin del mundo”.
—Mira, la verdad es que es un tema complicado para mí. Porque hay muchas cosas que me gustan y son todas diferentes. Por ejemplo, César Aira, lo que él hace me maravilla, me encanta; lo que hace Mario Bellatin, bueno, por supuesto son los autores de la editorial y los he publicado porque me gustan también. En ese sentido siento que es más visible saber de acuerdo al catálogo cuáles son los referentes. La otra vez, sin ir más lejos, tuve que escribir un texto para una antología de varios escritores chilenos, y entre ellos me tocó hablar de Claudia Apablaza. Y lo que ella ha hecho con la colección Humo hacia el Sur, en Barataria, son sus referentes, y tú lees la literatura de Claudia y te das cuenta que están ahí, está Macedonio Fernández, Juan Emar, las cosas más locas de Martín Adán o de Vallejo, qué se yo. Por eso te digo, hay autores tan diferentes como Aira en el catálogo; como Siu Kam Wen, que es un escritor chino-peruano, que escribe unos cuentos que son completamente clásicos pero alucinantes, por los “ingredientes” que él usa para construirlos. Y en el caso de este libro la verdad, creo que es un decantamiento de lecturas. Apenas empecé a escribir narrativa empecé a buscar una voz propia también, una voz con la que me sintiera un poco cómodo. Y sé que es algo que no se consigue fácilmente. Y si en este momento tuviéramos el próximo libro mío que va a salir por Emergencia Narrativa, que se llama “Mi novia no tenía vagina”, son cuentos totalmente delirantes, que no tiene nada que ver con esto (“A cada rato el fin del mundo”). Tú decís: ¿cuál es el estilo de este loco?, ¿para dónde va? Ahí se nota que hay una experimentación, y esa experimentación surge, de no dejar de fascinarse con lecturas. Una vez estaba escribiendo un texto y empecé a releer todo lo de Severo Sarduy: “Cocuyo”, “Cobra”, “De dónde son los cantantes”, y se me pegó su onda neobarroca, por supuesto no pretendo llegar al nivel de Sarduy, pero esa cosa como ampulosa, y claro, ahí está el trabajo más importante todavía que es hacerle el quite a los referentes. Y cuando uno ha leído bastante se deja invadir, hay que aprender también a esquivar, y cuando uno aprende a esquivar lo suficiente, entonces empieza a aparecer la propia voz.
Volviendo al tema de la editorial, ¿cómo nació Cuneta?
—Cuneta nace como un proyecto que tiene varias patas; porque yo estaba en Das Kapital Ediciones, como miembro del comité editorial y se nos hacía difícil trabajar porque éramos un comité de cinco, para que nos juntáramos era súper complicado, para llegar a acuerdo era más complicado aún, en fin. Y entonces pensé independizarme y le propuse a Camilo Brodsky, que era compañero de la editorial en ese momento, crear una editorial que se llamara Cuneta, cosa que le causó mucha risa. Y lo que tenía pensado era piratear libros en un principio y me junté a hablar con Arturo Aguilera, diseñador, que había sido junto con Germán Gana, Garrapato Ediciones, que habían publicado unos libros muy lindos en 2007, como unas plaquetas que ellos llamaron placards. Una mezcla de poesía e ilustraciones, porque Arturo era diseñador y Germán también, y además escribía poesía. Le propuse Cuneta, y rápidamente él apareció un día con el logo del encapuchado y entonces ahí empezó a tomar forma.
En un principio, como te decía, teníamos pensado piratear, ponernos capucha, ir a hacer las presentaciones encapuchados, etc. Y lo alcanzamos a hacer, porque pirateamos una selección de poemas de Jaime Sáenz, que en ese momento no estaba reeditado ni en Plural, ni en Bolivia, ni en nada de eso. Publicamos una selección de los “Perro románticos” de Bolaño, publicamos “Dónde está mi patria” de Pier Paolo Pasolini, completo. Publicamos “Sátira” de Pablo de Rokha, sin permiso de la Fundación de Rokha, de la cual soy parte y me querían matar, y además publicamos un librito de un amigo que se llama Pablo Fante “De ardor bullir en la Sofía” muy lindo, que en realidad eran plaquetas, pero la idea era esa, dar a conocer a estos autores que por ABC motivo no llegaban, o sea, más que nada por temas de derechos. O sea Bolaño nunca se ha publicado en Chile, también ese es un tema interesante, porque los chilenos como que tanto nos lavamos la boca con Bolaño, y nunca publicó… bueno, publicó un solo libro acá.
Poco a poco pasó con los autores chilenos que nos interesaban. Por ejemplo, le pedimos un texto a Soledad Fariña; le gustaba mucho el formato, entonces estuvo de acuerdo. Empezamos a hacer ya libros como serigrafiados, como el de John Landry en versión de Germán Carrasco. Y cuando los autores empezaban a ver esos libros les gustaban, como que se generó un interés por publicar ahí. Así fue como empezamos a enganchar a autores que nos interesaban mucho, luego abrimos la colección de narrativa, logramos fichar a Alejandra Costamagna, que ha sido lo mejor que le ha pasado a la editorial, César Aira, Mario Bellatin, que le subieron el pelo igual al catálogo.
¿Cómo hiciste esa gestión? ¿Fue muy difícil contactarlos?
—No, para nada. Pasa que en el caso de Aira, fue gracias a Francisco Garamona que me contactó con él de una forma muy indirecta. Yo en 2008, 2009, distribuía los libros de Mansalva acá en Chile y un día llegó Aira. Por supuesto era una especie de tráfico de libros, porque no los traíamos como importación, sino que cuando uno viajaba traía libros. Y un día César Aira llega y me lleva libros al stand que teníamos en la Feria del Libro, porque lo habían invitado, me llevó unos libros suyos, y ahí nos pudimos conocer, y ahí empezamos a conversar. En ese tiempo no existía Cuneta, entonces cuando ya nació Cuneta, le mostré los libros que habíamos hecho, en particular el de Landry, y le encantó y estuvo absolutamente de acuerdo en pasarnos un libro, y nos entregó rápidamente “Yo era una mujer casada”. Arturo hizo una portada preciosa, vio la portada y dijo ‘me encanta, todo bien’. Luego una cosa lleva a la otra, luego cuando teníamos los tres primeros libros de narrativa que eran Costamagna, Siu Kam Wen y César Aira… creo que también ya estaba Echavarren, le mostramos los libros a Mario Bellatin, se los mandé, le escribí. Y cuando los vio le fascinaron: el diseño, el catálogo y aparte Mario Bellatin era fan de Siu Kan Wen. Lo que pasa es que ellos se conocieron, compartieron bastante en los 80´s. Y cuando vio a Siu Kan Wen y a Aira, aceptó y nos pasó “El pasante de notario Murasaki Shikibu” y de inmediato otro texto que se llama “La jornada de la mona y el paciente”, que no hemos publicado todavía, pero se viene este año.
Bueno, así la editorial fue armando cuerpo. La colección Ouróboros de poesía, tiene los autores que me interesan: Carmen Berenguer, Elvira Hernández, Soledad Fariña, José Ángel Cuevas, Raúl Zurita, Verónica Zondek. Todos esos libros que nos decían en la Universidad…’mira vamos a trabajar con “Huellas de Siglo’”, y, ¿dónde está “Huellas de Siglo”?, no está en ninguna parte. Entonces, tú decís, ¿cómo un libro de la talla de “Huellas de Siglo” o de “La Bandera de Chile” no se consigue en ninguna parte? Eso no puede ser. Y esa es una de las motivaciones de la editorial también.
Para finalizar, ¿cómo van las proyecciones de la editorial para este año?, ¿cómo va la relación con las otras editoriales?, ¿hay un auge de las editoriales independientes, se traduce en rédito económico?
—En el ámbito económico andamos igual de mal que siempre. Pero son cosas que se pueden revertir en el futuro. No es fácil, lo más importante yo creo que es la constancia, paciencia, tener un buen catálogo, poner atención en el diseño, en los formatos, en los precios, no es la idea vender los libros súper caros. Tenemos que avanzar hacia bajar los precios de los libros. El tema de las utilidades y eso, para mí es terciario. La editorial no la veo como una cosa de la que quiera vivir más adelante. Sí me interesa mover bien los autores, mover bien sus textos, dar a conocer fuera de Chile los textos de autores chilenos, y conocer autores de afuera y traerlos. Tiene que ver más con un movimiento cultural que comercial.
Y se vienen muchos proyectos, tanto de las editoriales independientes en conjunto, como de Cuneta. Sin ir más lejos, como Furia del Libro, si bien es cierto no somos una organización con personalidad jurídica, sí somos un colectivo, digamos un movimiento social. Hemos aprendido a movernos en bloque. Aprovechamos la plataforma de internet para comunicarnos e intercambiar puntos. Por ejemplo ahora viene la Feria del Libro de la Reina, la Feria del Libro de Turín, donde fuimos invitados Marcelo Montecinos, de la Calabaza del Diablo y yo. Y ahí también nos llevamos los catálogos de las editoriales amigas y trabajamos con ellas, y eso creo que ha permitido ese “auge” de la edición independiente. Cando se trabaja en conjunto los resultados siempre son mayores, se suma.
Funciona muy distinto este tema de la edición independiente, por ejemplo, en México y Argentina, que son grandes mercados editoriales.
—Creo que está empezando a funcionar de una forma similar que acá. Creo que por primera vez Chile es pionero en algo realmente (risas). Y lo veo porque tengo la invitación de unos amigos que están organizando una venta de libros de poesía que se llama “Los libros de marzo” de sólo independientes mexicanas, y cada vez más se están empezando a agrupar en ferias, que salen espontáneamente, que es como nosotros empezamos acá también. En Turín, Italia, cinco editoriales independientes también se unieron para eso; en Argentina ya hacer rato que lo vienen haciendo, participando en la Feria del Libro de Buenos Aires con stand de editoriales independientes e independientes un poco más grande como lo sería acá Cuarto Propio. Y la forma de trabajar en conjunto es cada vez más la forma correcta de hacerlo. Si bien es cierto hay competencia, cada libro es una cosa diferente. No es que uno esté vendiendo Pepsi y el otro Coca-Cola… Se vienen otras cosas más: estamos pensando en comunión con los Editores de Chile (que son como nuestros hermanos mayores que llevan como 20 o 30 años) vamos a hacer una feria que se llama La Primavera del Libro, posiblemente la primera semana de septiembre. Y así hay muchos otros proyectos de ferias, fuera de Chile y en Chile.