El cerebro tras Cuchufleta, desde Londres
Conversamos con el cerebro tras Cuchufleta, Gregorio Fontén (Gregorio Fontaine, en la foto), en esta entrevista a cargo de Felipe Cussen, el poeta de las cosas difíciles.
Los discos recopilatorios, al igual que los balances de fin de año en las empresas, suelen ocuparse para ofrecer una imagen pulida y maquillada, ojalá sin fisuras. En La Piñata de la Cuchufleta (compilado descargable) se reúnen una serie de canciones de los discos ya publicados por Cuchufleta, junto con abundante material inédito, pero también existe una voluntad por mostrar de manera más abierta y crítica su trayectoria como un proceso flexible, con etapas muy marcadas y una gran cantidad de músicos que han colaborado para dar vida a las canciones de Gregorio Fontén.
No ha sido una trayectoria lineal, ni menos predecible: cada vez que los he escuchado en vivo me parecía estar escuchando un grupo distinto. En el camino se han ido nutriendo de fuentes muy diversas: desde el punk, el rock y el folklore hasta la música contemporánea, la poesía experimental y la investigación en distintos tipo de afinaciones. Por eso, este compilado no sólo es un recuento de lo ya hecho, sino una invitación urgente y ansiosa a imaginar las nuevas mutaciones de Cuchufleta. Para responder a esta invitación, conversé por mail con Gregorio, recientemente transplantado a Londres.
Sebastián Caram, en el texto introductorio a la recopilación, resalta el carácter “verdadero”, “auténtico”, alejado de las poses y de los cálculos, de Cuchufleta. ¿Cómo entiendes tú esa condición?
—Es una muy buena casualidad de palabras la que se mezcla entre “verdadero”, “auténtico” y la tuya “condición”. Porque creo que estamos hablando del mismo tema. Quiero decir del mismo tema de Cuchufleta: “Día Tónico“. La letra de ese tema me da la tónica del día (y es diatónico o sea que usa sólo los tonos básico de la música – o la vida), creo que resume lo que ve Caram y justamente ocupa la palabra condición… Al final del coro, por ejemplo, va “esta condición, se vale a sí/ no necesita una explicación./ Haga con mi voz el gesto exacto de este mi cuerpo“. Esa canción no se encuentra en ninguno de los discos pero se puede bajar desde el sitio como parte del puñado de la piñata.
Esa naturalidad pareciera vincularse al sonido que se transmite en las grabaciones de Cuchufleta, donde pareciera que tratan de evitar el sonido “plástico” o “perfecto” que caracteriza a la mayoría de los registros actuales. Incluso, a propósito del segundo disco (Lencería fina), comentas que la mezcla fue realizada “pensando en el ambiente más que en un estándar de calidad. Alguna gente notó esta intención, otros pensaron que el disco estaba descuidado y mal grabado”. ¿Asumes, entonces, la etapa de grabación de los temas como un intento por rescatar esa naturalidad, esa coincidencia entre voz y cuerpo?
—Hay músicos que por días me dan envidia, porque tienen una resolución o una comodidad que yo nunca encuentro. No se mueven de su estilo. Hay músicos que sólo hacen discos pop y hacen buenas canciones y está bien o también en el rock, jazz, música clásica, experimental, etc. La mayoría de los músicos que escucho y que conozco son así. Yo he tratado de hacer eso pero no me dura nada. Soy demasiado curioso, parece, o quizá soy como un ornitorrinco de los estilos musicales.
La música se ha convertido (…) en sinónimo de entretención y nada más
Cuando grabamos Lencería Fina tenía un micrófono a condensador, el más barato de audiomúsica. Tenía un computador con cubase pirata y conectado a una radio chica y vieja. Ni se me pasó por la cabeza grabar el disco en otras circunstancias más acordes con la industria musical, me parecía una lata y caro. En vez de buscar un sonido que no estaba disponible por los medios propios, el disco se grabó así no más y con las ventanas abiertas. Fue una decisión expresiva.
Es como una defensa de la expresión musical por sí sola y dejar que todas las decisiones sean tomadas de acuerdo con ella. El estado actual de la música nos engaña en la ilusión de que hay un campo musical “previo” a la expresión artística y que pretende una universalidad científica y racional. Es así como por lo general los compositores trabajan de acuerdo a técnicas que se puedan justificar académicamente o existen estándares que todos deben seguir en cuanto a cómo se debe grabar una batería por ejemplo. O la afinación de temperamento igual… ahí están casi todos de acuerdo que no se trata de una afinación más, sino que es LA afinación. Y sin embargo muy pocos saben que antes del siglo XX era escasamente usada.
Hemos llegado a un punto en el que el positivismo de nuestra cultura ha limitado el campo de la expresión artística a tal punto que hemos dejado de darnos cuentas de muchas decisiones que estamos tomando. Se han universalizado las técnicas, las afinaciones, las formas de grabar en virtud de la estandarización y en detrimento de la expresión individual. Es así como la música se ha convertido prácticamente en sinónimo de entretención y nada más.
La música es una manifestación y una contemplación simultánea. Es ser y hacer. No hay un plano científico que la enmarque. Puede ser entretenida pero no es entretención
Integrar el cuerpo y la mente en la expresión humana; intuiciones, emociones, razones, lógicas, pasiones, técnicas. La música es una manifestación y una contemplación simultánea. Es ser y hacer. No hay un plano científico que la enmarque. Puede ser entretenida pero no es entretención. Es identidad individual. Es identidad colectiva.
No tiene mercado. Sólo se puede vender o comprar o descargar una imagen de la música. Pero no la música. La música es de la oírdad. El mercado, la entretención y el positivismo son de la verdad. La verdad es fija y es ideal. La oírdad fluye y no se puede atrapar. Es una búsqueda espiritual y corporal. Es un encuentro espiritual y corporal. Cada uno es su propia música o como diría el chamán Charly García “Mi capricho es ley”.