Jorge González es el compositor más importante de la música popular chilena y listo — escribe su biógrafo Emiliano Aguayo—. Cuando lo puse a la altura de Violeta Parra y Víctor Jara hace diez años muchos miraron con desconfianza, como si pronunciara una herejía, pero el tiempo ha confirmado con creces la tesis.
Anoche me preguntaban qué me había parecido el homenaje en un programa de Canal 13 a Jorge González. La verdad, con lo que me gusta la música, nunca he aguantado cinco minutos de esos programas de talentos ni de covers, por lo que lo vi recién cuando lo subieron a Internet.
Luego, además, me preguntaron si este había sido mejor que el homenaje que se le hizo en la premiación Pulsar.
La verdad, ni lo uno ni lo otro. No sé si uno es mejor que el otro. Yo estoy por los que agradecen y sienten que de alguna manera ya se hace justicia. Es todo.
Jorge González es el compositor más importante de la música popular chilena y listo.
Cuando lo puse a la altura de Violeta Parra y Víctor Jara hace diez años muchos miraron con desconfianza, como si pronunciara una herejía, pero el tiempo ha confirmado con creces la tesis. Es cosa de ver la influencia musical y social que despierta, los libros que lo citan, las películas o series en torno a su historia.
Por supuesto que también fue el compositor, vocalista y líder de una de las bandas más populares del país, pero hoy a mí Los Prisioneros no me mueven mucho, sino que solo agrego ese dato como parte de su trayectoria, adelantándose varios años sobre algunas tendencias. No es casualidad que la tecno-cumbia hoy sea parte del paisaje y él la haya experimentado en 1996 o que canciones como “Fe” de su primer y criticado disco solista hoy sea un clásico que también fue versionado anoche en el mismo programa de tv. Para qué decir del disco Corazones, lejos el trabajo más influyente del pop actual de nuestro país, o Libro, que obtuvo disco de oro en días que ya nadie compra originales. Y si se fijan, todavía ni siquiera había dicho algo sobre la valentía para decir y cantar en dictadura (y en democracia concertacionista ni de derecha), que es lo más básico (pero, importante, a la vez) que se dice siempre, ya casi como una muletilla.
No comentaré si uno u otro homenaje es bueno o es malo o si llegan por su estado de salud actual. Solo creo que son necesarios y justos. Es más, apuesto por el Premio Nacional de Música, por las llaves de la comuna de San Miguel, por una calle, por una Fundación que resguarde su obra, por un disco y un mega-concierto con sus canciones en voz de otros influyentes músicos latinos.
Que no nos pase como al típico chilenito que siempre recuerda cuando los grandes ya no están.
