Impostura del barrio bonito

por · Enero de 2016

Barrio bonito es el primer libro de cuentos del escritor venezolano Luis Freites. Ahora, ¿qué significa ese «barrio bonito»?

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Quiere que todo esto se acabe ya, que caiga la persiana,
que baje el telón, que se cierre la cortina, que se apague el mundo,
pero se da cuenta de que al menos le quedan
otros cuarenta años de suplicio.

“Pongan un Antonio en su vida”, en Barrio bonito, de Luis Freites

 

¿Cómo se vive en una ciudad o en un barrio donde la hipocresía es la actitud predominante? En Venezuela, la palabra «barrio» se utiliza para denominar aquellas zonas marginadas de la ciudad habitadas por los pobres. Es decir, vendría a significar —aunque siempre hay sutilezas que la diferencian— lo mismo que callampa en Chile, o favela en Brasil. Comúnmente, en las telenovelas venezolanas vemos una cierta idealización del barrio: casas humildes, la chica pobre y buena que enamora al multimillonario egoísta, el malandro o malhechor que asesina y luego se reivindica, etc. Por otro lado, en el imaginario común, el barrio se ve como un territorio peligroso donde reina el «mal». El barrio es droga, muerte, morada de las bandas criminales. Quizá la lucha entre una forma idealizada y una totalmente demacrada de estos espacios es lo que ha llevado a este país a un estado de continua tensión.

El barrio ha sido también material literario. Eso lo demuestra Barrio bonito, primer libro de cuentos del escritor venezolano Luis Freites. Pero, ¿qué significa ese «barrio bonito»? ¿Es una paradoja, una ironía, una ingenuidad? Al enfrentarnos con este título es inevitable caer en esas disquisiciones. Por suerte, los relatos que componen esta ópera prima van más allá de una visión maniquea del «barrio». En el libro conviven el humor negro, la ironía fina, y la caricaturización de ciertos estereotipos sociales, por lo cual no hay buenos o malos y todos los personajes pueden ser vistos como víctimas del contexto. Todo ello, claramente, hacen del libro una crítica a la sociedad no solo venezolana, sino más bien a toda aquella que la globalización ha ido amoldando a sus patrones. Si bien el lenguaje del libro tiende al uso de venezolanismos, no solo los venezolanos se verán reflejados en estos relatos. La hipocresía no pertenece a una nacionalidad específica, sino descolla como una actitud globalizada.

El primer cuento, “Periquera” (que puede ser leído aquí), lo narra un personaje femenino que maneja de forma acelerada por la ciudad, debido a los efectos de la cocaína (y muchas otras sustancias que aparecen en este relato). Se trata de una chica de familia acomodada que a medida que su grupo de amigos empieza a alejarse del consumo de drogas, ella debe subir a un barrio para conseguir las dosis que le hacen falta. El estereotipo de la «sifrina» [cuica] se exagera hasta convertir a la propia protagonista en el personaje despectivo que su clase social rechazaría. Este personaje, como los que aparecen en los siete cuentos de Barrio bonito, intenta huir de la realidad a partir de fantasías que terminan teniendo un desenlace trágico o tragicómico.

Todos los personajes del libro se muestran cansados de la hipocresía de ese «barrio bonito» que les tocó como país. La manera en cómo deciden actuar siempre tiene que ver con un intento de quebrar, sutilmente, el sistema. No piensan en actos memorables de enorme magnitud, como el que ocurre en la estupenda novela Viste de verde nuestra sombra, de Ricardo Azuaje, cuyo protagonista se disfraza de indio para aterrorizar toda la ciudad, llevándola al descontrol total. Más bien, en Barrio bonito ocurre una serie de actos egocéntricos que satisfacen necesidades individuales y no producen efectos colectivos.

Cabe destacar que uno de los aspectos más gratos del libro radica en cómo los relatos de una u otra manera se vinculan. Así, se menciona a la «periquera» en varios de los relatos. La telenovela en que trabaja Maikel, del relato “Barrio bonito”, aparece brevemente sea camuflajeada o nombrada en ciertos episodios distintos de la obra. No son siempre menciones directas, sino a veces más bien guiños, algunos incluso no tan evidentes de captar (por ejemplo, en cada cuento se nombra una arepa distinta). En cierto sentido, Barrio bonito es un libro de cuentos que desea convertirse en novela o, tal vez, una novela que solo puede relatarse en forma de cuentos.

En Barrio bonito lo central no es ni la violencia, ni la pobreza, ni la marginalidad; lo medular se halla en la impostura. Estos siete relatos intentan representar una serie de personajes que se sienten solos no por exclusión económica, racial o de posición política, sino porque no pueden tener lugar en ese «barrio bonito» donde todos viven engañados o enajenados. “Ponga un Antonio en su vida”, el relato final, propone una parodia publicitaria en la que justamente se ofrece lo que los personajes de los otros relatos, en apariencia, desearían: «le prometemos que por primera vez, en esa triste vida de alienado androide aburguesado que lleva, se sentirá acompañado, integrado, comprometido, parte de algo mayor y más noble que usted». Sin embargo, ese mismo ofrecimiento se presenta como otra impostura más, una manera de conseguir fervientes seguidores para una causa política entre aquellos que están incómodos por la vida que llevan. Quizá, justamente este último cuento podría leerse más allá de lo nacional y comprenderse como la identidad en crisis que muchas personas viven hoy, lo cual las lleva a unirse a sectas o grupos extremistas que les ofrecen trascender. A saber, una trascendencia que también es una impostura, quizá la más grave de todas.

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Barrio bonito
Luis Freites
Dahbar Narrativa, 2015
150 p. — Ref. $10.000

Impostura del barrio bonito

Sobre el autor:

Alejandro Martínez ha colaborado para distintas revistas en América Latina y Estados Unidos.

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