Los 20 años y la inmadurez
¿Por qué nos cuesta tanto madurar?
Es la pregunta que más de alguno se plantea en sus veinte y que el resto de la sociedad replica a quienes gozamos de tan movida etapa de nuestras vidas, que muchas veces se ve desenfocada y con poco sentido.
Miramos hacia atrás y vemos a nuestros padres en sus veintes: con hijos, trabajos estables, pagando dividendos y con un millón de responsabilidades que de sólo nombrarlas da vértigo. ¿Y uno? Con veinte (y tantos…), viviendo con los papás, trabajando freelance, con subvención paternal, con esa sensación de que todavía somos unos lolitos y que pensar en el futuro nos sofoca.
Pero las cosas han cambiado muchos desde nuestros padres y las etapas en el camino a la adultez también. Sociólogos y sicólogos tenían la siguiente estructura en la evolución de la adolescencia hacia la adultez: colegio, universidad, trabajo, matrimonio, hijos, jubilación. Pero este tradicional círculo parece estar obsoleto. Ahora, los veinteañeros quieren viajar, evitan el compromiso, prefieren pasantías en empresas increíbles aunque no sean pagadas y la solvencia económica no la ven como un problema.
Los 20 ya no son lo que eran antes. Los números dicen que un 14% de los veinteañeros norteamericanos vuelven a vivir por lo menos una vez a la casa de sus padres. El promedio de locaciones de trabajo durante este periodo es de 7, más que en cualquier otra etapa de nuestras vidas. Dos tercios de la gente en sus 20 convive con sus parejas sin haberse casado y, por supuesto, el matrimonio es algo que ocurre más tarde que nunca. Como referente: en los años 70, la edad promedio en las mujeres para casarse era de 21 y 23 para los chicos. el promedio en 2009 fue de 26 y 28 años respectivamente.
Según sociólogos norteamericanos, hay 5 hechos que marcan la transición a la adultez: completar el colegio, dejar la casa de los padres, ser económicamente independientes, casarse y tener hijos. En los años 60, el 80% de mujeres y hombres cumplían estos 5 hitos antes de los 30. Después de 40 años, el censo del 2000 de los Estados Unidos dejó al descubierto que ni un tercio de los hombres y menos de la mitad de las mujeres cumplían alguno de estos hitos antes, y muchas veces tampoco después de los 30.
Hoy, 2010, las etapas en la transición a la adultez no tienen un orden cronológico. Primero puede ser trabajar, para después estudiar, tener un hijo y nunca casarse. Pero más allá de hechos que sucedan o no, llegar a lo que históricamente hemos llamado adultez está tardando más que nunca. Pero ¿por qué? Para algunos es sólo un fenómeno transitorio producto de fuerzas culturales y económicas. Para otros, es resultado de la evolución humana que está tomando un camino más largo para llegar a la adultez con un significado profundo y duradero, mejor adaptado a nuestro sistema neurológico. Lo que estamos viviendo es el inicio de una nueva etapa de la vida.
El profesor de sicología norteamericano Jefrey Jensen es el líder de una escuela que ve a los veintes como una etapa de la vida distinta y a la que él llama “emerging adulthood” (comienzo de la adultez). Explica que lo que está pasando ahora, es lo mismo que ocurrió hace cien años atrás cuando los sicólogos descubrieron el periodo de la adolescencia, creando así conciencia y cambios en la sociedad, como por ejemplo regulación penal, seguros y un escenario que hoy damos por sentado, pero que no era así antes de que la adolescencia fuera científicamente reconocida.
De la misma manera que la adolescencia tiene su perfil sicológico particular, Jensen dice que este inicio hacia la adultez está marcado por inestabilidad, exploración de la identidad, el enfoque en uno mismo y, lo más importante, con un enorme sentido de las posibilidades.
Los 20 años son como la célula madre del desarrollo humano, es el tiempo donde las decisiones y las acciones tienen ramificaciones duraderas en el tiempo. Es por eso que la demora en llegar a ser adulto y tener un trabajo estable o elegir una pareja, es ventajosa ya que hay un tiempo suficiente para experimentar y saber qué es lo que se quiere y qué es lo que no.