El disco From Here to Now to You tuvo al surfista hawaiano tocando en Santiago.
2014. Pasadas las 21 hrs. y Jack Johnson sale al escenario del Movistar Arena con la mayor cantidad de asistencia que recuerde haber visto en aquel coliseo. En su mayoría parejas, no es raro, Johnson tiene esa capacidad de hacer canciones con testosterona y progesterona al mismo tiempo. El show es como uno imagina que debe ser. Ellos, los cuatro músicos –Johnson en guitarra y voz, Adam Topol en batería, Mario Podlewski bajo y Zack Gill en teclados– avanzan, toman sus instrumentos como si se tratara de alguna banda desconocida a punto de tocar en el boliche de siempre. Unas gráficas de psicodelia light de fondo. Pero nada más. Sabemos que acá el juego será la destreza de lo simple. El dominio de la simpleza.
2005. Estaba enamorado o comenzando a enamorarme de alguien que es, incluso, mejor. El contexto sirve porque una noche, en casa de mis viejos, le hacía el quite a estudiar algo para la U y me puse a ver un programa de televisión gringo que presentaba música en vivo. En él siempre tocaban a artistas pop increíbles y uno de esos fue Jack Johnson. Recuerdo que tocó dos canciones y quedé pegado con una de ellas que después supe que se llamaba “Sitting, Waiting, Wishing”. En ese tiempo estaba desinformado y creía que si bajaba música de Internet –además no tenía Internet– le hacía daño a los artistas y no a la industria, y era fetichista, me gustaba escuchar solo CD’s y abrir sus carátulas, ver sus gráficas y leer los créditos. El asunto es que a la tarde siguiente, esta chica que estaba a un día de convertirse en mi novia y que sí tenía conexión a Internet, comenzó a buscar algunos temas, frente a mi efusividad por lo que había visto en la tele, y terminamos adorando todo lo que encontramos en el Kazaa. Al otro día, ella me regaló, descargados de internet, los tres primeros y hasta entonces únicos discos del hawaiano, en tres CD’s distintos, con los títulos escritos por ella misma. Nos convertimos en parte de las canciones de Jack o, nuestros días, fueron como sus acordes.
2014. La simpleza. El mayor gesto de Jack Johnson es todo lo que hace con los tres o cuatro acordes que le saca a su guitarra acústica, que a ratos intercala con una eléctrica o, lamentablemente en muy pocas ocasiones, con un ukelele. Pienso en que definió una escuela pop, en que en algún momento todos querían hacer canciones playeras con canciones acústicas, híbridos entre el pop, el folk, el country y el reggae, e incluso Eddie Vedder quiso tomar un ukelele.
2007. Viajaba en un auto, con un amigo. A ambos de alguna forma se nos había ido la vida al carajo. Éramos optimistas, de una forma extraña: seguíamos viviendo y bebiendo cerveza para hablar nuestros asuntos, y eso era lo que nos unía. Recuerdo que él quería mostrarme un disco de una banda que él decía que era muy buena y encendió la radio, pero antes de pasar a la función DISC, sintonizó, sin querer una radio. No había escuchado antes a Jack Johnson en la radio y me sorprendió y lo dije en voz alta: «Oh, Jack Johnson». «¿Ese no es un surfista?», me pregunta mi amigo, dejando la radio ahí. La verdad, no lo tenía tan claro, había escuchado bastante sus discos pero nunca había buscado mucha información de él, aunque por su música, atmósfera de olas y arena y días soleado, no dude en responderle:
–Sí, músico más que surfista, supongo…
–Jack Johnson, es que lo conozco –respondió mi amigo, haciendo memoria–. Lo conocí en Pichilemu, en casa de unos amigos, todos decían que era un músico re importante, pero nadie lo había escuchado de verdad. Andaba haciendo un documental de surf, de las playas. Está bueno igual, al menos esta canción.
2014. Pequeñas joyitas se suceden: “Taylor”, “Sitting Waiting Wishing”, “Flake”, al comienzo. “Banana Pancakes” suena hermosa a mitad del show. Jack casi no se mueve, solo toca y canta. Sus músicos siguen en la misma línea, salvo Zack Gill, que a ratos toca, aparte del teclado, la melódica y el acordeón, es un delirio en escena. Pancartas de Patagonia sin Represas adornan el coliseo, ad hoc al mensaje ecologista del músico.
2010. Odiaba levantarme temprano y tomar la línea 4 del metro a las 6:30 am era una violación a dignidad humana. A veces, hasta dejaba pasar dos o tres carros, línea no sé qué color, y no por irme más cómodo sino porque eran inabordables si no eras Engolated Man. Ese año en el metro, en esas teles que nadie mira ponían “#EDWSDFE” de Jack Johnson, lo repetían tanto pero jamás llegó a aburrirme, incluso me molestaba si no veía el video.
2014. Momentos. Jack Gill homenajea en el solo de “Sitting, Waiting, Wishing” a Los Jaivas con su “Todos Juntos”, tan efusivamente, quizá sin avisar al resto de los músicos, que casi estropea la canción. Manuel García sube al escenario vestido más playero que nunca, para interpretar “Farewell”, el poema de Neruda que versionó hace unos años junto a Jack Johnson como parte de un documental sobre surfistas en costas chilenas titulado El Mar, Mi alma. La cita a Ramones con “I Wanna be your Boyfriend”. Johnson diciendo «esta es para ninios», para presentar “Upside Down” para presentar el tema que compuso como parte de la banda sonora de la cinta animada Curious George.
2008. Mendoza. Jack Johnson sonaba en una librería mientras me decidía cuál sería el sexto libro que compraría en dicha tienda. Curiosamente también tenían el DVD en vivo en Japón que incluso para lo cómodo que nos resultaban los precios argentinos, estaba demasiado caro. Aunque pareciera que no, las canciones de Johnson no siempre son de estar enamorado y pasándolo bien, pero sin duda sus canciones provocan eso. Como hay músicos que juegan con la rabia, el odio, la violencia, Johnson hace canciones del mismo material de los mejores momentos de tu vida.
2014. La gira que trajo a Santiago a Johnson, es parte de la que promociona su octava placa, de reciente aparición: From Here to Now to You (2013). El show se centró en sus primeros discos y me sentí afortunado por eso. Pienso en que Johnson tiene una fórmula de hacer canciones. Canciones simples y hermosas. Y sí, playeras, y fácil de sacar y cantar con tu propia acústica. Bromeaba con mi acompañante que podía ser una especie de Bob Dylan de los zorrones, y hay algo de eso, porque Johnson viene de Ben Harper, viene del lado más cadencioso de Sublime y, sin querer ser grandilocuente a ratos recuerda a George Harrison e incluso al más tierno Paul McCartney. Sin grandes artilugios y con una banda milimétricamente calculada, Johnson nos deja un excelente recuerdo. Una oleada de recuerdos y de apuntes. Un show que contempló 25 canciones, “Gone” y “Better Together”, para el cierre y una multitud sintiéndose conforme y en una animosidad bastante optimista.