Entre Tongoy y Los Vilos

por · Julio de 2011

Disgustos, obsesiones y “Siete canciones” del columnista musical Juan Pablo Abalo.

Publicidad

El mismo día y a la misma hora en que Arenita retornaba triunfalmente a Yingo, nuestro poeta Felipe Cussen, apagó el televisor para cumplir con su ineludible misión de formador cultural de las nuevas generaciones. Su tarea era entrevistar a Juan Pablo Abalo, compositor y columnista musical de The Clinic, quien acaba de publicar “Siete canciones”. A continuación desgranamos sus gustos, disgustos y obsesiones.

// Entrevista: Felipe Cussen • Fotos: Alejandro Olivares.

Juan Pablo Abalo

Te hice caso: escuché por primera vez el disco con audífonos. No se trata de canciones con voz y guitarra, como podría parecer desde lejos, sino que hay varias capas más, con cuatro, tiple y violín. Me llamó particularmente la atención el uso del violín, porque no sólo cumple un rol melódico, sino que marca mucho las texturas, con el uso de los pizzicato, y especialmente con los armónicos. En cierto modo, pensaba que ocupaba el rol que, dentro de un disco producido de manera más típica, hubiera sido el de un sintetizador, “rellenando” los espacios, pero en este caso se logra un efecto mucho más atractivo.

Yo también lo creo; antes que nada, se trata de un violinista de padre y señor mío (Julio Retamal). Pienso que el violín, pero también los platillos, otras guitarras, la caja, etc., arman masa, textura, no están compuestos como arreglos sino como música principal. Hace rato andaba buscando la idea de hacer una especie de canciones impresionistas, como invisiblemente móviles. “Mirada Simple” creo que lo logra, “Perra vieja” también, otras en menor grado o para nada. Lo que es común, si uno piensa que un disco es como un balbuceo que a ratos “agarra la cosa”.

Claro, pensaba en particular en “Mirada simple”. Ese carácter que mencionas creo que tiene que ver con que son canciones que, por un lado, son bastante tarareables (de hecho, ya se me han pegado un par de ellas), pero que a la vez tienen momentos menos obvios, interludios que duran más de lo que uno esperaría, etc. Como has comentado, estaba ese interés por trabajar en el formato canción, pero se nota que ese formato a veces lo sueltas o lo llevas para otros lados. Entonces, si bien estos temas se pueden inscribir en la tradición de Los Blops o Gatti, también es obvio que hay influencias o ideas que te tiran para otras partes. A veces, por ejemplo, el uso de las cuerdas me hacía pensar en Arvo Pärt (de repente ando medio perdido, pero a eso me sonó…).

Sí, pienso que la canción como forma da todavía para largo tranco, para darle muchas vueltas, y en realidad así era antes; en las canciones medievales, por ejemplo, hay de todo, y también hay canciones de Monteverdi que son, instrumentalmente y vocalmente también, nada estandarizadas. Un cruce entre Los Blops o Gatti y Pärt o Monteverdi mismo me hace mucho sentido, además el hecho de no dar todo en una canción, o sea, dificultar un poco a veces el camino o engañar la audición, creo que hace que las vuelvas a escuchar más veces, precisamente porque no cachaste todo el chiste al tiro… Puede que después te guste o no, pero en una primera audición se van cosas a las que es necesario volver.

Exacto, porque en general hay una cierta contención en todo el disco (no sólo a nivel de composición, sino también de interpretación). Pero te quería preguntar también por esa mirada tuya respecto al provecho que todavía se le puede sacar a formas tradicionales que, dentro del ámbito de la música contemporánea (me refiero a la que se produce en los conservatorios), generalmente son desechadas.

Perdón, incluso te diría que el pop como que se apropió de la forma canción y ha corrido el cerco pero pa dentro, o sea, le puso límites comprensibles para sus propósitos, pero la canción se ha movido mucho históricamente…

Estoy de acuerdo; cuando escucho a Monteverdi, siempre encuentro que es lo más pop que hay…

Seguro, pero la libertad es libre decían por ahí y tomándoselo bien en serio, ni uno sabe que terminará haciendo. Por eso me acomoda la música en el medioevo o el renacimiento, donde no había esa diferenciación tan estandarizada que te hace o estar de un lado o del otro, yo creo que se alimentan todas las formas y géneros, la gracia es buscar esos puntos de encuentro o desencuentro.
En la literatura, por ejemplo, puedes hacer poseía, novelas, ensayo y nadie te pone cara larga, en la música sí; es raro, ¿no te parece? Es como si a un escritor que escribió una novela policial, le pidan siempre escribir novelas policiales, sería un infierno…

Bueno, en esas épocas hay de todo, desde compositores muy elitistas y ultra sofisticados (como los del Ars Subtilior) hasta otros como Orlando di Lasso, quien era capaz de componer canciones cochinas, madrigales sobre poemas de Petrarca y misas, y ni se arrugaba…

Con ese me quedo.

Es lo más seco que hay.

O William Byrd u Orlando Gibbons después…

Y los vanguardistas del Ars Subtilior son treinta veces más experimentales que los supuestos vanguardistas de hoy.

Yo creo que sí. De hecho, no estoy seguro que Ligeti (fantástico por lo demás) sea otra cosa que un heredero de Gesualdo.

Gesualdo sí que la lleva.

Es cansador sí el hombre, a mí me cuesta a veces. Herzog tiene un documental muy bueno sobre él, sobre su vida, que fue cosa seria, asesino pero como pocos y además era un excelente compositor. Eso ya no se da, músicos, asesinos… ¿Quién habrá sido el último que se habrá mandado una así?

Volviendo a tu disco: en el ámbito de la música académica suele estar bastante marcado el límite entre el rol del compositor y el del intérprete, e incluso he escuchado a más de algún compositor diciendo que la música tiene suficiente autonomía cuando está escrita en una partitura, no cuando está sonando. Y tú acá te das un salto grande, a tocar y cantar. ¿Cómo fue ese salto?

Ja ja, suena divertido. Así es, en la academia a veces basta con la escritura, cosa con la que no estoy de acuerdo para nada, nunca lo estuve. Históricamente, además, esa separación entre intérprete y compositor nunca fue, es asunto del siglo XX. Y como yo, como todo mortal, partí tocando música y siempre he seguido tocando, junto con escribir, acá hice las de maestro chasquilla, toqué de todo y además canté. Diría que a veces escribo “no popular” y siempre toco “popular”… Además yo no habría servido para tocar música clásica, estudié piano pero me crié improvisando sobre una batería, por lo que me es muy incómodo tocar leyendo una partitura.

Una vez leí un libro sobre el gusto de compositores como Bach, por ejemplo, que a la hora de tocar, tocaba música popular, de campo. Schoenberg tocaba en unos grupos como de música tradicional alemana…

Es que los supuestos defensores de la música clásica o la música contemporánea son particularmente incultos respecto a aquello que se supone que conocen y defienden; extraen una foto muy parcial de la imagen que quieren proyectar de esos compositores, pero dejan de lado muchos de esos perfiles más complejos e interesantes. Dicho de otro modo: no cachan nada.

Pero fíjate que eso se da en todos los grupos fundamentalistas, digamos ese “no cachar nada” se puede dar en los del pop, rock, jazz. Se da cuando se cree que ahí la cosa es la verdad de la milanesa, si lo llevas a otro ámbito, es como cuando creemos que en todo el mundo las cosas funcionan como son el Chile.

Claro, al final es puro dogmatismo.

Sakamoto es un compositor que siento con una libertad como pocos la tienen, se pasea como Pedro por su casa.

Aunque muchos lo deben tildar de emo (igual a veces en sus piezas para piano termina siendo un poco kitsch, me gusta más cuando es derechamente pop).

Pero Sakamoto es muy bacán cuando se va en esas voladas medio clichés, yo me las gozo…

Al final yo creo que le tememos a la libertad porque tendríamos que desarmar constantemente el personaje que nos armamos. Uno un día cree una cosa, pero al otro día ya ni tanto, uno es inconsecuente por naturaleza y hace lo que puede no más, trata de mantener las cosas por una vía pero…

Un amigo mío dice que “ser consecuente no tiene estilo”…

Ja ja.

A propósito de eso, uno de los asuntos al meterse en este formato de cantautor, o como se llame, es que también se crean ciertas expectativas por parte de los auditores (que muchas veces son tanto o más estrechos de mentes). Y en ese ámbito uno ve gente como Chinoy, por ejemplo, que está muy preocupado de contarle al mundo lo mucho que sufre, o Camila Moreno, que supongo que quiere que salvemos el planeta. Entonces cuando se ve a un tipo cantando canciones con guitarra se espera un cierto mensaje, o un aura de honestidad, o que sea buena persona.

Ése es un problema que yo no tengo, el de los auditores, porque no tengo noticias de tenerlos. En realidad hago música tal vez, y a mi pesar, autistamente.

Claro, pero ahora que tus canciones se están difundiendo es posible que comiencen a aparecer esas expectativas…

Ah, pero ese sigue sin ser mi problema… Cuando una mujer te dice: yo pensaba que tú eras así o asá (para bien o mal), ¿qué haces tú? El “es lo que hay” acá sirve, y solucionado el problema…

De todas maneras lo dice alguien que vive de los bordes de la música y no de derechos o tocatas…

Eso mismo te iba a preguntar; en tu caso, la pega llega hasta la publicación del disco no más.

Supongo que alguien que vive de sus fans tiene que complacerlos más, estar más pendiente de ellos.

Y al parecer no te interesa especialmente tocarlo en vivo, ir a hablar a las radios, etc.

Me pasa que tengo muchas ganas de empezar nuevas cosas y no podría hacerlo si me quedara tocando de arriba abajo; la energía hay que distribuirla de la mejor manera.

De todas maneras, mañana tengo la invitación a la radio de la U. de Chile, a un programa de poesía y música que se llama “Malandanza”. No sé qué diré, uno no sabe qué decir de un trabajo reciente, no hay distancia para verlo bien… Y tocar en vivo: lo justo y necesario, por ahora…

Ya que hablas de poesía y música, aprovecho de preguntarte respecto a la musicalización de textos de César Vallejo y Gabriela Mistral en este disco. Es interesante, porque no son para nada elecciones obvias para adaptar, y quería saber cómo fue el proceso de escritura de las melodías, que quedaron con un fraseo bien extraño que, a mi juicio, le hace justicia a la dureza de sus escrituras.

Es cierto eso, son como melodías duras, toscas. Vallejo fue una idea rarísima porque es muy difícil de trasplantar a la música, Mistral menos. No sé bien cómo llegué ahí, venían de la opereta “El participante”, la de Vallejo era una de las canciones del personaje ese, y es una poesía que cuesta situarla, como sin lugar claro, de un ánimo perpetuamente melancólico, como perdido por ahí. Te confieso que no fue fácil llegar a darles música, pero fue muy bueno porque me puso en esa situación en la que tienes que darle mil y una vueltas a una canción hasta encontrar su forma, su modo de decirse, de cantarse y eso pasa en un momento exacto, sorpresivo, pero hay que estar ahí, trabajándola. He llegado a esa conclusión, el papel de uno es estar al pie del cañón por si pasa la liebre, claro que con un cañón va a ser difícil achuntarle a una liebre, pero en una de esas…

Como dices, parte de las canciones de este disco formaban parte de tu opereta “El participante”, filmada en video. Lo usual es que el proceso sea inverso, es decir, que de una canción o una novela se haga una ópera, y no al revés, como en este caso, donde en vez de sumar elementos, los aíslas y los llevas a algo más mínimo.

Así parece… Pero es que si, por ejemplo, de un diálogo largo extraes una mínima parte, si sabes elegirla tienes un objeto más valioso que algo inmenso. Prefiero formatos más chicos y cortos, por eso una opereta en vez de un ópera y por eso ahora “Siete canciones” en vez de qué se yo qué… Después podrían ser 6, y 5, y 4, y así hasta sacar un disco con toda la parafernalia del mundo pero sólo con una canción, claro que si no funciona, habría que colgarse o irse a trabajar de masajeador de señoras a Trinidad y Tobago…

Ja ja. Creo que también tiene que ver con un desafío a las expectativas: mientras todo el mundo espera que saques la novela de 300 páginas, o el largometraje, estos formatos dejan con gusto a poco y son más difíciles de encasillar…

Ahora estoy terminando de escribir un ballet pero que está como a medio camino entre ballet y danza, está justo a medio camino.

Tu posición exacta como compositor, entonces, es entre Tongoy y Los Vilos.

Tal cual. Por ahí hay unas playas del uno así que me quedó feliz de la vida ahí.

¡Pueden pasar muchas cosas ahí entre medio!

Yo creo que sí.

Oye, para ir terminando, tengo una pregunta personal. El año pasado, para esta prestigiosa revista, tuve el inmenso privilegio y emoción de entrevistar a Javiera Mena, y le hablé sobre la creciente influencia que está teniendo la flauta dulce en nuestro país. ¿Crees que ha llegado la hora de la flauta dulce?

Creo que sí, los próximos años serán los años de la flauta dulce, así que prepárate, porque tendrás que tocar la flauta no sólo en iglesias.

Tocaré la flauta dulce en Yingo. He dicho.

Entre Tongoy y Los Vilos

Sobre el autor:

Felipe Cussen (@felipecussen) es investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la USACH y co-autor de Mil versos chilenos y Opinología, entre otras publicaciones.

Comentarios