Comentario y fotos de la celebración de los 25 años del Nothing’s shocking de Jane’s Addiction en el Teatro Caupolicán.
Hubo un tiempo en que todos andaban con sus pelos teñidos o sucios, o sucios y teñidos. O con dreadlocks. O sucios y teñidos y con dreadlocks. Eran flacos, casi famélicos y parecían ansiosos de probar todas las drogas que se les atravesaran. El resto éramos niños y nuestra droga era MTV. Llegábamos del liceo o del colegio o lo que fuera y nos encerrábamos a ver esas bandas de rock alternativo presentadas por vjs que ocupaban apenas sus nombres de pila y sabíamos que esos monstruos, aún jóvenes, de pelos teñidos o sucios o con dreadlocks, respiraban en alguna parte. En alguna parte muy distinta a este país aburrido en donde ni siquiera podíamos elegir cómo queríamos llevar el pelo ni soltarnos la corbata a la hora que quisiéramos. Los noventas completaban su primera mitad y las bandas lo eran todo. El rock era el idioma del todo. Cobain se había muerto hace muy poco y todos parecían drogados, haciendo riffs dementes y experimentando con el groove, blanqueándolo, rockeándolo. Los ecos del grunge se estaban acabando y había que re-inventar una cultura de jóvenes deprimidos completa.
Recuerdo que el video de “Been caught stealing” lo pasaron en 120 minutos, ese segmento que pasaban las madrugadas por MTV, en donde programaban un universo distinto al del resto del día y en dónde pasaban siempre monstruos maravillosos que nadie más que los noctámbulos conocíamos. Supe de los Jane’s Addiction cuando ya ni siquiera sabíamos si seguían existiendo. Perry Farrell, su vocalista gurú —hoy convertido en empresario—, llevaba el new age a una nueva fase con sus Porno for Pyros y Dave Navarro pasaba a reemplazar a John Frusciante en Red Hot Chili Peppers haciendo no solo la cruza más diabólica del rock noventero, sino que dando vida a uno de los mejores discos de la era, el One hot minute (1995). Un disco tan arrebatador que los Peppers prefirieron olvidar por completo.
De Perry Farrell hemos sabido, ya adultos, bastante, por sus pasos por nuestro país gracias a esa réplica multinacional de lo que fue su gran idea, el festival neo hippie Lollapalooza, en donde ya el 2011 se presentó con Jane’s Addiction reunidos, rehabilitados, frente a una multitud considerable. A diferencia de su más reciente paso, el pasado martes 15 de octubre, en donde la asamblea del rock más psicodélico de la última década del siglo pasado fue en el Teatro Caupolicán, frente a una frenética tropa que celebraba la clasificación de Chile al mundial, partido que se reprodujo en una pantalla dentro del recinto y que tenía medio aburridos a los roadies y productores de la banda que se paseaban por el escenario mirando la hora en sus celulares, hasta que la guitarra de Navarro se dejó escuchar, marcando el «olé olé olé, olé olé».
Los californianos, prácticamente con treinta años de historia, montaron una suerte de freak show mezclado con antro gótico, en donde el burlesque —a cargo de la esposa de Farrell, Etty Lau— se intercalaba con los látigos, los pantalones ajustados, los pectorales de Navarro y extensiones que hacían volar a una chica por sobre las cabezas de los asistentes. Cargado al derroche enérgico de su primera era (los discos Jane’s Addiction, Nothing’s shocking y el increíble Ritual de lo habitual), la banda dio una poderosa presentación a cargo del virtuosismo de Navarro, de un correcto Chris Chaney al bajo y la fuerza de Stephen Perkins en la batería. Monstruos de otra era y, a pesar de que a ratos la voz de Farrell no alcanza los agudos de su juventud, uno no puede sino agradecer de ver rockear y montar un espectáculos de nuevos dinosaurios.
Setlist:
01. Underground
02. Mountain Song
03. Just Because
04. Had a Dad
05. Ted, Just Admit it…
06. Been Caught Stealing
07. Ain’t No Right
08. Up the Beach
09. Three Days
10. Ocean Size
11. Stop!
12. Chip Away
13. Jane Says
Fotos: @jotapequiroz, Lotus Producciones