A la sombra de Hot Chip

por · Marzo de 2016

Jungle en Lollapalooza.

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UNO. El que se salva es el que cuenta la historia. Hace menos de veinte años las canciones podían aparecer de las formas más improbables: un MP3 con el nombre cambiado en Soulseek, un link perdido en un blog en otro alfabeto o de manera incidental en el menú de un videojuego. (Supongo que muchos llegamos a “Song 2” de Blur o “Rockafeller skank” de Fatboy Slim por jugar FIFA, o al disco de Misión: Imposible 2 a través de Napster.) Hace menos años, cuando le hice la cruz a Spotify y todos esos intentos de hacer de la música una experiencia en streaming, seguí encontrando canciones y bandas desde los videojuegos y blogs, sin ninguna turbulencia y sin perderme de nada. De hecho, me pasó con Jungle y su “Busy earnin’”: no solo aparecieron en el FIFA 15; además, la canción estaba llamada a sobresalir del montón. Gugleando descubrí que habían sido recomendados por Noel Gallagher, alguien que ya había hablado de gente como Foster the People. Ahí salté a su único disco de estudio y sus videos, que son realmente un género en sí mismos: coreografías adictivas filmadas con el cuidado de la fotografía publicitaria sobre un soul actualizado con sonidos animales y un par de trucos encima:

DOS. Que son ingleses, que se formaron en 2014, que hacen soul moderno, tibio y color pastel. Que estuvieron en Santiago el año pasado. Que tocaron en los shows de Jimmy Kimmel y Jools Holland. Que hicieron un Glastonbury. Que editaron su único disco de estudio por XL Recordings, el mismo sello de Adele y Radiohead. Todas esas cosas se saben de Jungle. Estas otras se saben un poco menos: que, antes de coincidir en bandas juveniles y escolares, J y T, los dos músicos al frente del septeto, son amigos desde los nueve años, desde que eran vecinos en un barrio residencial de Londres. O que, desde entonces, no solo lideran Jungle sino que a toda una cruzada por hacer y tocar música bailable con instrumentos.

TRES. Si en ediciones anteriores Lollapalooza apeló a la nostalgia, con el rock de estadio como plato de fondo, este año la estrategia del evento fue arriesgada en la medida en que otros géneros se tomaron los actos principales. Así Eminem, Jack Ü y Florence and the Machine fueron los encargados de cerrar ambas jornadas. Por eso el promedio en la edad del público de Lollapalooza cayó violentamente este año, lo que dice mucho del estado de salud del evento.

En ese contexto, los ingleses aparecieron con el timing perfecto.

CUATRO. El sábado, a las cinco de la tarde, lo primero es el público. Un mar de shorts a la cintura, anteojos de sol, botines con taco, zapatillas de lona y poleras abiertas. Lo segundo es el clima: treinta grados a la sombra, pero no hay sombra en la explanada del parque. Lo tercero es la novedad: aunque no es un debut, lo de Jungle se siente así. Apenas dos años de actividad y solo un disco: con ese equipaje aterrizaron en Lollapalooza los siete músicos liderados por T —Tom McFarland— y J —Josh Lloyd-Watson—, de polera blanca y chaqueta MTV, respectivamente. En adelante todo es baile y calor entre detalles dorados y una estética cuidada para llamar la atención del impredecible radar millennial.

De “Busy earnin’”, uno de los momentos altos del día sábado, saltan fácil a “The Heat” y “Platoon”, los otros sencillos del grupo, que suenan en versiones extendidas y perfectamente adaptadas para los escenarios festivaleros. Ahí se llenan de falsetes al estilo Bee Gees, con el apoyo de dos correctas coristas de lentes oscuros, que además guían los pasos de baile, y un impecable baterista que no duda en golpear algunas botellas de vidrio.

CINCO. A veces parece que Jungle hace una sola gran canción repetida hasta el trance. A veces asoman como uno de los tantos hongos crecidos a la sombra de Hot Chip. Otras veces, las menos, funcionan como la última sorpresa de la música orgánica con argumentos para sostener una fiesta:

Jungle

A la sombra de Hot Chip

Sobre el autor:

Alejandro Jofré (@rebobinars) es periodista y editor de paniko.cl.

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