Acá el músico —y también hippie, skater y artista visual— conversa acerca de su más reciente producción, “Mala”, un disco algo más oscuro y denso y también más experimental que sus antecesores.
Dos momentos con algo de bipolaridad: en el primero, el artista toca en un pequeño espacio, en la primera versión de un festival que arrendó su nombre a otro gringo, el show escapó de lo estipulado dado a la cantidad de gente que ingresó para verlo a él, en su debut en vivo por estas tierras, en donde compartió escenario con Cat Power y The Drums. Dio un show rockero y bailable que pilló por asalto a los apretados asistentes. Frenético. Apocalíptico. El otro momento es piola: fue en una fiesta organizada por una bebida en envase de remedio con exclusivas invitaciones en un muelle de Valparaíso. En él, el artista tocó acompañado de un músico y dos guitarras acústicas: «me interesa poder adaptarme a cualquier situación musical, y me encanta», confiesa. «Poder alterar el set, ajustarme a otro, que esté en armonía con la arquitectura de un club, una galería, un muro, abajo de un puente, en el estacionamiento de un banco, ver las posibilidades de dónde y cómo tocar». Quien habla es el artista, Devendra Banhart, el músico de 31 años que ha dotado de un eclecticismo psicodélico y pop al nuevo folk de Norteamérica.
Con genes venezolanos, heredados de su madre caraqueña, Banhart no tiene problemas para contestar –con poco esfuerzo– en español, desde su laptop, en los Estados Unidos. Atrás quedaron los días de su caótico cabello largo y su barba abultada. Han pasado 10 discos a lo largo de su carrera, iniciada junto con el milenio. Mala (2013) es su más reciente producción, en la línea de sus trabajos anteriores –quizá, y solo quizá, un poco más oscuro y denso y experimental– pero ya hablaremos de ello. Ahora, hablamos de sus visitas a Chile, tres a la fecha, siempre provocando pequeñas efervescencias en los segmentos más hipster de nuestra zoología cultural, quienes, tal como en otros países, lo han levantado a una exclusivo altar de tendencia, de lo más nuevo, indie y ondero. Sin embargo, de sus pasos por la región, en donde además de tocar se dio el tiempo de buscar charangos y vinilos, él recuerda otras cosas: «como todas las personas que han oído la música de Víctor (Jara) y Violeta (Parra), tengo una admiración y apreciación muy profunda por esos dos grandes héroes, mártires, poetas, pedagogos, y símbolos del poder del espíritu humano, individual, y artístico», reconoce.
Hablamos de arte. Del asunto de las imágenes. Banhart, quien además de músico es skater, también es artista visual y su obra ha sido expuesta en los museos Moca (Los Ángeles), VICE (México DF.), Galleria Mazzoli (Modena), MoMA (Nueva York) y la Galleria Patricia Armocida (Milán), entre otros.
Me gustaría que me dijeras una imagen –una obra– y una canción que te haya impresionado como artista y por qué.
—Hay demasiadas… Mmm… En este momento voy escoger The Mud Bath de David Bomberg y Column de Allison Miller. Y cualquier cosa por Keegan McHargue, Adam Tullie, y Ana Kras. En este momento estoy oyendo una canción que oigo todos los días: “The Bells” de Harold Budd & Clive Wright.
Hablemos de Mala. ¿Qué significa este disco para ti? ¿Quién es esa mala?
—Mala, a mi parecer, es un álbum de transición, de un proceso, de la metáfora a lo literal, lo abstracto a lo figurativo. ¿Quién es la mala? no hay, escojo Mala por la palabra, por ser una palabra que existe en tantos diferentes idiomas, la misma palabra con sentido diferente, claro, si tengo que escoger una mala seria yo mismo.
Hablando de los idiomas, sigues en la línea de hacer canciones en inglés y en español, ¿cómo trabajas eso?
—Tiene que ver con la arquitectura, la nostalgia, cosas así. Para qué escribir en español cuando no estoy en América del Sur o en España. Cuando estoy, por ejemplo, en Santiago, solo escribo en español.
Cuando pasaste por Lollapalooza Chile, definiste este disco —en preparación— como un disco de «canciones tristes, calladitas y lentas, en un 90 por ciento para llorar»…
—Ahhh, no. Ese álbum todavía no lo he hecho. Pensaba que iba a ser Mala, pero no salió así. Vamos a ver, de repente la próxima.
Han dicho que eres skater y hippie, de cierta forma, ¿lo sigues siendo?
—¡Hippie siempre, por dentro! Skater también, aunque soy terrible, tengo mi patineta conmigo todo el tiempo.
Se murió Hugo Chávez y las cosas se pusieron extrañas en Venezuela ¿te pasa algo con eso?
—Si, claro. Nunca me va a hacer feliz oír de la muerte de una persona, solo espero que el cambio, la transición que está ocurriendo en este momento, sea positiva, no para una persona sino para todos.
[FOTO: Eleonora Aldea]