De reciente edición en español por Hueders, El Dios salvaje discute las posibilidades del suicidio —quizá el mayor acto de libertad de un individuo— desde la óptica de artistas y literatos.
En 1971, el crítico de poesía Al Álvarez publicó El Dios salvaje, un ensayo personal sobre el suicidio en Occidente que observa un asunto que fue variando desde la Antigüedad. De Roma al psicoanálisis; del más mortal de los pecados a la imagen romántica del genio como individuo lúgubre, perturbado y apartado. De reciente edición en español por Hueders, el texto discute las posibilidades de la muerte desde la óptica de artistas y literatos, según el autor, «más conscientes de sus motivos y más capaces de expresarse que la mayoría de la gente». Hay otra razón: «la literatura se ocupa del oficio de vivir» parafrasea Álvarez al escritor suicida Cesare Pavese. Es El Dios Salvaje una reconstrucción de qué se ha dicho, hecho y escrito sobre el suicidio, pero también, oblicuamente, una teoría sobre el arte de escribir y la observación de los motivos y la profunda ambigüedad del deseo de morir, acaso un grito de ayuda desesperado, una confesión del fracaso o un rechazo radical de la sociedad y el mundo.
A veces autobiográfico, sobre todo literario, El Dios salvaje examina los cadáveres de los suicidas —flagelados en público durante la Edad Media—, ensayando estrechos mundos sin ventilación, y ubicándose en las antípodas de la autoayuda y el tono triste.
Aparece el suicidio no como el consuelo de la ciencia, que lo entiende desde la depresión, sino como una opinión al dilema vida/muerte y un actuar que no tiene explicación —quizá el mayor acto de libertad de un individuo.
Hay un par de casos que empujaron la escritura de este libro: el suicidio de su amiga Sylvia Plath, la poeta estadounidense que metió la cabeza en el horno, y el propio intento del autor, acechado por su experiencia como suicida frustrado.
El Dios salvaje. Ensayo sobre el suicidio
Al Álvarez
Hueders, 2014
339 p. — Ref. $15.000