Ser raro está bien
Lo de anoche en River cumplió con lo que uno podría esperarse del ícono pop que se pelea con Madonna, que mandó a la banca —y al gimnasio y después al siquiatra— a Britney Spears y que hizo que la Aguilera se pasara a la televisión estadounidense.
Lady GaGa es un encuentro con una raza extraterrestre, con una tribu que se ríe de este planeta; la neoyorkina que sumó a un montón de minorías —víctimas de bullying, drag queens, gente extraviada, disconforme con su cuerpo—, que las sacudió y que las puso a bailar hasta convertirse en la mayor compositora y cantante de pop de factura comercial, está en un gran momento.
De entrada, en el Born this way tour nada tiene sentido. Hay pedazos de carne colgando, un castillo gótico que va mutando a lo largo del show y, delante de todos, la pasarela del Monster Pit, otra genialidad de la GaGa, a donde no se pueden comprar los tickets para entrar sino que hay que ser un fiel Little monster —como se le llama a sus seguidores— y disfrazarse y llegar muy temprano a un mar de plataformas, exceso de maquillaje, látex, pelucas y corpiños bien sexies.
Arriba, GaGa no desentona. Más de trece cambios de vestuario, todos diseños de Versace, Moschino y Armani, incluido su traje de carne; el repaso de sus discos The fame, The fame monster y Born this way; pero lo más importante, GaGa viaja con el mismo show que muestra afuera: no viene a cobrar lo mismo sin la mitad de su escenografía o con un tercio de los bailarines para abaratar costos, no: Lady GaGa canta en la mayor parte de su concierto, tiene casi tres horas de show y, si todavía esto no es convincente, tiene el cuerpo de cualquiera de sus fanáticas y lo pasea energética en colaless.
“Born this way”, “Just dance”, “Telephone”. El estadio, con más de cuarenta mil personas, parece temblar con los pasos de baile. “LoveGame”, “PokerFace”, “Judas”. Hay momentos en que trata de explicar que ser raro está bien y un tono emo —sobre todo cuando está sola al piano— se apodera del concierto. “Highway unicorn”, “The Edge of glory”, “Bad romance”. Bromea con el precio de los tickets, con que, cuando despierta, no puede creer que sea una estrella pop.
Pero sí, lo es.
Y todavía más: son pocos los de esa élite —de 23 millones de discos vendidos y 30 millones de seguidores en redes sociales— que todavía conmueven en directo.
Acá el momento en que le tiran un paquete de mate y la GaGa se lo quiere fumar: