Periodismo explosivo, guerras de poder y la intimidad del show más grande de la televisión argentina. El blues de la corrupción volviendo a sonar como no lo hacía desde el esplendor decadente del menemismo.
Si el rock fue una respuesta artística y también comercial a los cambios políticos y sociales de Occidente desde 1950, los medios de masas se convirtieron en el amplificador que expandió ese discurso y estética de la segunda mitad del siglo pasado. En Estados Unidos, una revista —Rolling Stone— mezcló la política de fines de los 60 con la música que hacía explotar las mentes y corazones de los jóvenes, y muy rápidamente pasó a ser el lugar ideal para retratar a los protagonistas del cambio.
En Argentina, por estos días, el periodista Jorge Lanata le pone la bota encima al gobierno de Cristina Fernández, con un show televisivo que tuvo su gran hit durante las elecciones en Venezuela, en las que Lanata y su equipo fueron detenidos por la inteligencia chavista.
En ese momento, su programa Periodismo para todos se convirtió en el gran fenómeno de la televisión de su país y alcanzó renombre en toda la región.
Lanata aportó al Canal 13 argentino un show de entretenimiento y política que calentó la pantalla con peaks de 30 puntos e investigaciones que rebotan semana tras semana en todos los medios, además de conseguir algo que hasta el momento a Clarín le había resultado imposible: marcarle la agenda política al Gobierno.
Este es un extracto de la nota de tapa de la Rolling Stone argentina de julio, al “Toro salvaje” del periodismo de ese país.
Lanata ataca
Por Juan Morris
Periodismo explosivo, guerras de poder y la intimidad del show más grande de la televisión argentina.
-¿De qué nos disfrazamos?
Son las 6 de la tarde y estamos metidos en una salita de reuniones en el cuarto piso de Canal 13, pasando la redacción de noticias de TN, un área iluminada como una incubadora y bombardeada de información desde los plasmas y los monitores, gente trabajando frente a computadoras en una tensión relajada y celebridades menores de los noticieros haciendo tiempo fuera del aire, chequeando los mails.
Hace media hora empezó la reunión que todos los lunes tienen Jorge Lanata y su equipo de producción para evaluar cuáles sketches funcionaron y cuáles no, y sobre todo pensar con qué salir al aire el domingo siguiente. Esta semana el Gobierno está por oficializar el cambio de horario del partido de Boca y Newell’s para pelearle el prime-time del domingo a Periodismo para todos y la idea es responder de alguna manera. Así que la pregunta de Lanata sobre el disfraz es metafórica y literal al mismo tiempo.
-¿Y si damos un volantazo? -dice Carlos de Elía, gerente de noticias del canal. ¿Hacemos a Cristóbal López? ¿Vamos con el informe de la Policía Aeroportuaria?
-Salgamos vestidos de jugadores -dice Lanata-. Y pongamos un alambrado: futbolicemos el estudio.
-Traigamos a las Diablitas -aporta Ricardo Ravanelli, el productor general. Había unas que estaban siempre en TN Deportivo: las Marineritas de Almirante Brown.
-Dale, traigamos minas -dice Lanata.
Esta oficina desangelada con una mesa enchapada en madera, seis sillas negras, alfombra de un celeste desabrido y cuadros con caballos y puertas antiguas de Buenos Aires es el think tank donde para muchos oficialistas se cocinan las fantasías más oscuras del antikirchnerismo, la dependencia del Grupo Clarín donde se cranea el próximo golpe de las corporaciones, sembrando un clima destituyente desde un show de imitaciones y denuncias de corrupción. Y para una buena parte de los opositores, en tanto, es el último cuartel de la democracia, la única esperanza que le queda a la República trasandina para defenderse de una banda de farsantes llegados de Santa Cruz.
Pero acá, escuchándolos tirar ideas más o menos malas, más o menos buenas, cuesta ver la dimensión real de todo esto, el impacto que va a terminar teniendo en la agenda política del Gobierno. Y, si hubiera que buscarle algo de épica o conspiración, uno podría ponerse a describir los arabescos que dibuja en el aire el humo del Benson & Hedges que acaba de prender Lanata, los tiradores, los iPhones 5 apoyados sobre la mesa.
-¿Saben qué? Pongamos a un imitador de Menem que le enseñe a chorear a Máximo -agrega Lanata. Y que el Rifle Varela y Sergio Gendler relaten el programa.
Diego Scott, que está a cargo del equipo de guionistas e imitadores, toma nota en su iPhone y chequea que en una semana puedan fabricar la máscara.
-A esa hora el Rifle y Gendler están en el TN Deportivo -dice De Elía.
-Sacalos, boludo -le responde. Ponelo al Oso Yogui. ¿Quién carajo ve TN Deportivo?
Después de eso la reunión cae en un bache y la charla deriva en si conviene ir con una nota sobre los espías de la dictadura contratados por la Policía de Seguridad Aeroportuaria o con una que muestre lo fácil que es sacar plata del país. Las ideas quedan flotando sobre la mesa. La reunión no está resultando demasiado productiva. Lanata rompe de memoria el plástico que envuelve el paquete de Benson y lo deja caer en la taza de café en un movimiento que su mano ya hizo millones de veces.
-¿Hoy hay living del amor? -pregunta.
-No, hoy estás solo con Nico Wiñazki -le dice De Elía.
Lanata llama “living del amor” al bloque que todos los lunes hay en Telenoche con las repercusiones del último programa de PPT, en el que aparece sentado en un sillón junto a Joaquín Morales Solá, Nelson Castro, Eduardo van der Kooy y Julio Blank, los principales analistas políticos de Clarín, las primeras figuras de la batalla entre el grupo y el Gobierno, hasta que apareció Lanata y su rating arrasador con esa mezcla de El gran cuñado, Telenoche investiga y Día D en high definition.
Después de una primera temporada con buena repercusión, que tuvo su gran hit durante las elecciones en Venezuela, en las que Lanata y su equipo fueron detenidos por la inteligencia chavista en el Aeropuerto de Caracas, Periodismo para todos se convirtió, este año, en el gran fenómeno de la televisión, aportándole a Canal 13 un show de entretenimiento y política que le calentó la pantalla con picos de 30 puntos e investigaciones que rebotan semana tras semana en todos los medios, además de haber conseguido algo que hasta el momento a Clarín le había resultado imposible: marcarle la agenda política al Gobierno.
La fórmula 2013 de PPT contó con el plus de concentrar varios elementos dramáticos del policial periodístico de corrupción en las altas cumbres del poder: cámaras ocultas, vuelos nocturnos entre Río Gallegos y el aeropuerto de San Fernando transportando valijas repletas de miles de millones de euros, testigos pintorescos desdiciéndose a las 3 de la tarde en el programa de Jorge Rial, sociedades truchas en Panamá para fugar millones de dólares a cuentas en bancos suizos, testaferros, escándalos familiares en el corazón de la farándula y amenazas.
Una historia tan fantástica que es difícil no querer que sea verdad: toda esa plata sucia acumulada en bóvedas enterradas en los confines patagónicos, presuntos desmantelamientos de la escena del crimen dignos de Breaking Bad, hangares con flotas de autos lujosos… Es el blues de la corrupción volviendo a sonar como no lo hacía desde la época de las coimas en el Senado o el esplendor decadente del menemismo, con la venta de armas, las denuncias por lavado y la tapa de Noticias con la foto de Alfredo Yabrán en una playa de Pinamar.
Y Lanata, a todo esto, convertido en la primera figura de un Grupo Clarín amenazado con perder parte de su poder y su fortuna. Lanata como el hombre que puede levantar un teléfono y conseguir un avión privado en media hora para producir un informe. Lanata acumulando minutos de aire en los programas de televisión y radio y centímetros de prensa con una voracidad a la altura de su leyenda: Telenoche, la tapa del diario, la columna de los sábados, la segunda mañana en Radio Mitre —Lanata sin filtro—, cameos en los programas de entretenimiento…
En febrero del año pasado, antes de empezar con el programa de radio, Lanata visitó a Héctor Magnetto, el mitificado CEO del multimedios, en la oficina que este tiene en los head quarters de la calle Tacuarí. Una oficina amplia, con algunas plantas y decorada como si todavía viviéramos en los 70. Lanata dice que estuvieron una hora, que hablaron del Gobierno, de la época de Página/12…
«Pero me costaba mucho entender algunas cosas, vos sabés que él tiene un problema para hablar», dice Lanata, refiriéndose a la traqueotomía que le hicieron a Magnetto a causa de un cáncer en la garganta. «Es loco eso, pero a mí me hizo acordar a algunas cosas de mi vieja».
Cuando él tenía 5 años, su madre tuvo un tumor cerebral y después de la operación nunca más pudo caminar ni volver a hablar y quedó postrada en una silla de ruedas hasta que murió, cuarenta años después.
Lanata dice que en ningún momento dudó de trabajar para Clarín —un grupo con el que siempre había estado enfrentado—, porque la condición fue que lo dejaran hacer lo que él quisiera. «Si a mí me ofrecen el diario más importante, la radio más importante y el canal más importante, yo no voy a ser tan idiota de decir que no, porque yo quiero que me vea, me lea y me escuche la mayor cantidad de gente», dice encendiendo un cigarrillo con un Zippo dorado, cubriéndose de humo en un leve movimiento de repliegue.
«Como todo, hay por lo menos dos maneras de verlo», analiza. «Vos podés decir que yo transé con Clarín y yo puedo ver que le gané a Clarín, porque tuvieron que contratar al tipo que siempre los atacó».
Algunas ideas:
Sobre la izquierda: «Mi interés (en Página/12) era el diario como proyecto, no era un interés político. Yo siento que en esa época no pensaba tan distinto a como pienso ahora. Nunca fui de izquierda dogmática, yo nunca fui marxista. Lo que pasa es que si en este país pensás un poco y querés que las cosas cambien, automáticamente para la gente sos de izquierda. Me parece que debe ser eso: es un poco lo que fui y un poco lo que pensaron de mí».
Sobre el dinero: «No ahorro, pero tampoco dilapido. Primero: pago los impuestos, lo cual les parecerá ridículo pero pago por impuesto más de lo que ustedes ganan en un año. Lo único que tengo es este departamento».
Sobre Néstor Kirchner: «Era un político del interior, con todo lo peyorativo que eso puede implicar. O sea, un tipo medio caudillo, muy campechano, una especie de vivillo, muy lejos de ser un estadista de cualquier tipo, muy lejos, muy lejos… Y que pensaba que la política era como el arte de la negociación y de presión».
Sobre su éxito: «Creo que me comunico mejor con la gente. Trato de transformar ideas complejas en comunicaciones simples. Ese es mi desafío profesional: tratar de que a mi programa lo vea un repositor de supermercado y un sociólogo, y que a los dos les interese».
Una fantasía: «Me encantaría robar un banco. ¿A vos no te gustaría? Es genial, es un juego de inteligencia. Estaría buenísimo, aparte es un chorro de adrenalina increíble. Los buenos chorros me encantan. Es la pelea del tipo contra el sistema».