El autor de “Zombie” habla de “Rockabilly”, su última novela.
Rockabilly, la tercera novela del argentino-norteamericano Mike Wilson, nos traslada a un barrio medio tenebroso perdido en mitad de la noche, a un costado de un Walmart y plagado de seres extraños. Nos juntamos con el autor para saber algunos detalles del libro que acaba de lanzar a través del sello Alfaguara.
Esto es en mitad de la noche. Algo parecido a un fragmento de meteorito atraviesa el cielo y cae en el patio de un tipo tatuado. Su nombre es Rockabilly –tal como el subgénero del rock que popularizaron músicos como Carl Perkins o Johny Cash a mediados del siglo pasado–, y apenas observa el suceso se dirige, con pala en mano, a cavar en busca del diamante espacial. Lo observan en silencio sus vecinos: una adolescente llamada Suicide Girl, hija de una alcohólica que, por una extraña razón, se le inflama un pecho de leche, y se dedica a amamantar a su mascota-lagarto de nombre Chuck; Babyface, un cuarentón que sufre una extraña enfermedad (infantilismo cráneo-facial) que lo hace similar a un bebé gigante; y Bones, un perro que piensa –y además es uno de los narradores de la novela–. Todos giran en torno a la obsesión espontánea de Rockabilly en medio de esa tranquila noche que cambiará para siempre sus vidas.
De eso va Rockabilly, la tercera novela que nos presenta Mike Wilson, escritor y profesor de literatura, mitad argentino, mitad norteamericano, radicado en Chile desde hace una buena cantidad de años. De un bestiario personal, una ópera siniestra gestada por “memorias a las que no les había prestado mucha atención“, como asegura el autor. “Escribir Rockabilly fue volver a habitar lugares que son parte de mi identidad. Explorar el insomnio, la madrugada, barrios desolados, espacios olvidados que nunca cumplieron con lo que alguna vez prometieron. Lugares en los que he estado, en los que viven amigos y parientes. El verdadero rostro detrás del sueño americano”.
¿Por qué Rockabilly? ¿Sientes cercanía con el género musical, movimiento? ¿Te gusta alguna banda o solista del estilo, por ejemplo?
—Me interesa más la cultura rockabilly que la música. La evolución de su estética es un mapa, una suerte de Route 66 de la segunda mitad del siglo XX en EE.UU. Las promesas utópicas de la posguerra, la invención del suburbio y el rockero patriota y domesticado que exhibía Elvis y que a la vez marca la estética inicial del rockabilly. Pero más adelante el rockabilly cambia, abandona la pulcritud, porta tatuajes, las pin-ups se vuelven más perversas, sadomasoquistas. En los 70 aparece el psychobilly. Sin embargo, hay un aspecto vintage y anacrónico que permanece.
Rockabilly tiene ciertas cosas en común con tu anterior novela, Zombie: el suburbio, los personajes afectados, la extensión, las imágenes, la velocidad. ¿Sientes que has desarrollado una estética propia a la hora de novelar? ¿Te interesa seguir en esos códigos?
—En Zombie y Rockabilly, la focalización, es mayormente coral porque es la manera en que me interesa representar la experiencia suburbana. Pero me parece que comunican cosas distintas. De la misma manera en que El Púgil (su primera novela) narra de otra forma y refleja otros conceptos. Claro, hay temas de estilo que tienen que ver con la velocidad y la visualidad de las tres novelas. Es la manera en que me interesa narrar. Pero no porque esté buscando desarrollar un estilo en particular ni buscando encontrar alguna “voz”. Nunca he creído en ese concepto del escritor que busca su voz, me parece algo absurdo. Simplemente escribo de la manera que quiero escribir.
Pero, en Rockabilly y Zombie, está la idea del suburbio como espacio aislado del resto del mundo, sé que eres de origen norteamericano, ¿es tan así la idea de los suburbios en los EEUU?
—Sí. Y no solo allá. El suburbio, los barrios, los vecindarios están en todas partes. Son lugares en que se privilegia la privacidad. Los muros de la casa, las rejas, los portones, es aislarse. El resultado es la soledad. En Rockabilly, es un suburbio venido a menos, un lugar olvidado, uno de millones de lugares similares, donde no hay más opción que mirar al otro, espiarlo, tratar de escapar de la soledad.
Los personajes de Rockabilly –Suicide Girl, Babyface, el mismo Rockabilly, e incluso Bones, el perro– parecieran estar tan atormentados consigo mismo. ¿De dónde vienen estos monstruos?
—Son personajes arrancados de lugares en que he estado. Claro, hay aspectos metafóricos, pero alimentados por la realidad. Quizás esa abstracción se exhibe al usar etiquetas en lugar de nombres. A la vez no, los veo como monstruos ni freaks, son seres auténticos, la monstruosidad está en la farsa y la hipocresía, en personajes como la mamá de Suicide Girl.
Hablando de Suicide Girl, se rumorea que, tal como ella, tienes o tenías un lagarto llamado Chuck…
—Jajajaja.
¿Pero es cierto?
—Sí. Hace muchos años, un lagarto, era un uromastyx, pero no se llamaba Chuck. Se llamaba Salmonella. Estaba enfermo, no sabían cuidarlo, busqué un libro sobre el tema en la biblioteca, me lo llevé a casa y lo cuidé. Vivió muchos años.
Sacaste dos novelas en dos años, ¿estás armando algo por estos días?
—Nada. Me quiero alejar del asunto. Escribí tres novelas que quería escribir. Eso me tiene contento. Creo que es un buen momento para salir de esto por unos años.
Descarga y lee el primer capítulo de Rockabilly de Mike Wilson por acá.