¿Los Prisioneros quieren dinero?

por · Octubre de 2014

En 1987, Mundo Diners Club, una revista pituca, conversó con Los Prisioneros cuando bordeaban los 23 años.

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En el número 60 de la revista Mundo Diners Club, aparecido en noviembre de 1987, Magaly Arenas conversó con Claudio Narea, Miguel Tapia y Jorge González («prácticamente el vocero del grupo porque los demás casi ni hablan», notó la periodista), cuando bordeaban los 23 años.

Con motivo de este especial, rescatamos esta entrevista manteniendo el sesgo original del texto.

Prisioneros

¿Los Prisioneros quieren dinero?

Los Prisioneros son vistos como resentidos sociales. También como el producto de una generación apolítica. Para algunos son «cuicos que venden la pomada del resentimiento e inconformismo hacia todo». Ellos dicen que no reclaman contra una persona específica sino que alegan porque todo ha estado mal desde siempre. Hacen una ácida crítica social, de la que no se libra nadie. Incluso, al oír sus canciones, pareciera que el amor no existe para ellos. Sin embargo, es el grupo de rock chileno que más vende.

¿Cómo se entiende, entonces, que un grupo de música de gente muy joven, sin prácticamente ningún recurso en sus inicios, sin preparación musical y con una temática tan distinta a lo que en Chile se estaba acostumbrado a oír, haya logrado tal éxito?

Las cifras son elocuentes. 110 mil casetes vendidos a la fecha. En recitales han sido vistos por alrededor de un millón de personas. Están vetados en el Canal Nacional y en el Canal 13 les exigen interpretar cierto tipo de canciones, a lo que ellos se niegan. Por lo tanto, casi nunca se les ve en televisión, con lo cual resulta más enigmático este fenómeno de Los Prisioneros.

¿Y cómo se entiende además el éxito que han logrado en países como Perú, donde hace meses que tienen tres canciones en los 10 primeros lugares y una de las cuales, “El baile de los que sobran”, ocupa el primer lugar desde hace seis semanas? Algo similar ocurre en Ecuador. Y todo esto, sin grandes promociones.

En definitiva son distintos y bastante anárquicos, pero sobre todo constituyen un fenómeno interesante de conocer.

González

Se trata del grupo chileno que inició todo un movimiento de rock en castellano en nuestro país. Sus integrantes se conocieron cuando estaban en el Liceo 6 de San Miguel, al entrar a Primero Medio. En su círculo de amistades —recuerda Jorge González (22)— eran callados, poco conocidos y solitarios. Los unía su gusto por la música popular. Jorge prefería a Los Beatles; Miguel Tapia (23), a los Bee Gees y a Claudia Narea (22) le gustaban indistintamente varios grupos. Ya estando en Cuarto Medio, recién aprendieron a tocar guitarra. Por otra parte, Miguel recibió de regalo de su hermano una batería de “tercera mano”. Esa batería fue algo increíble para ellos, era una ilusión que jamás pensaron que se cumpliría.

Recuerdan que en esa época cuando alguien decía que tenía un conjunto, la gente se imaginaba inmediatamente que eran unos “marihuaneros, sucios y pelilargos”. Ahora, en cambio, tener un grupo es “taquilla pura”.

Empezaron a hacer música a capela. Primero eran Jorge y Claudio quienes hacían canciones humorísticas y se llamaban Los Pseudopillos. Con composiciones de ese tipo grabaron ocho casetes en un pequeño equipo de música. Por otro lado, Jorge cantaba con Miguel en el colegio en los recreos y escuchaban un grupo español que se llama Nacha Pop. Vivían pidiendo prestados casetes. Los platos eran los platillos de la batería y con los tenedores en la mesa iban creando su propia música.

Terminaron el colegio y Jorge entró a la Universidad de Chile a estudiar música. Ahí duró solo un año, porque descubrió que «no tenía sangre para eso. No me gusta estar en un ambiente donde a uno le imponen tantas cosas. Lo más pesado para mí era estudiar música occidental docta. Bach y esos tipos a mí me importan un comino. Prefiero, como compositor, estar más cerca de la vida real, de las calles y poder tomar de ellas los mismos ruidos».

Para el grupo el no tener una educación musical formal no limita su capacidad de composición; al contrario creen que avanzan más al mantener su creatividad pura. En el fondo, para Jorge estudiar todo lo que le enseñaban en la Facultad era dejarse domesticar demasiado.

Autorizados a tener rabietas

Una fuerte influencia en las primeras composiciones, explica Jorge, tuvo Claudio, sobre todo por su ironía, «su capacidad para reírse de las cosas establecidas, de las frases hechas, de la gente grave a la fuerza, de los disfraces y de los poetas trascendentes». Así, desde los 14 años cultivaron esa onda irónica. Por el lado de lo musical reconocen principalmente la influencia de grupos punk ingleses como The Clash y hasta la de gente como Rafael, Adamo y Los Iracundos.

Con toda seguridad dicen que desde el comienzo se sintieron capaces de hacer cosas originales. «Nuestra idea era emprender algo y conquistar el mundo, dice Jorge (prácticamente el vocero del grupo porque los demás casi ni hablan). ¡Escuchábamos la radio y había cada tonto escribiendo! El nivel intelectual era tan bajo, sobre todo de gente de fama mundial, y además ganaban tanto dinero. Gente como Julio Iglesias o las mismas letras de Los Beatles, las que al traducirlas uno se daba cuenta de que tenían un maní en la cabeza».

El gran creador del grupo es Jorge González, quien ha escrito y compuesto 19 de las 20 canciones de los dos casetes editados. Cuando él escribe lo hace en un cuaderno. «Yo diría —explica Jorge— que es como escribir un artículo para un diario. A veces pienso que estoy más cerca de los redactores que de los poetas. Y aunque al principio no suene coherente, trato de soltar lo que tengo dentro y contar mi cuento. En realidad podemos hacer canciones donde nos equivocamos porque somos un grupo autorizado a tener rabietas. Nosotros no pensamos, al hacer las cosas, cómo le irá a caer a tal sector o al otro. Cuando yo hago una letra, lo primero que me importa es saber cómo les parece a Claudio y a Miguel. Si a ellos les gusta es la mejor canción del mundo».

narea

Rebeldía contra la rebeldía

El estilo de Los Prisioneros se fue definiendo cada vez más por su forma de vida. «El gusto por la sobriedad, por no fumar, por no engrupirse a una mina por engrupírsela. El tratar de divertirnos con cosas sencillas, por escuchar música, por conversar, por tratar bien a nuestros padres. Una especie de rebeldía contra la rebeldía que nos imponen los discos, los libros, las series americanas. Ellos no tienen derecho a decirnos contra quién enojarnos», dicen.

La rabia de Los Prisioneros surge sobre todo hacia la gente que acepta esas cosas impuestas desde fuera. «Nosotros nos conocimos en pleno boom económico y veíamos cómo la gente se volvía loca comprando y se hacían esos programas estelares en la TV con viejos con frac. Un pequeño Hollywood en nuestro país que parecía reírse de ese gran porcentaje que es pobre en Chile y en nuestro continente».

Afirman claramente que tienen resentimiento social, «es una cosa lógica de la que no hay que tener vergüenza. ¿Acaso no tenemos motivo? Creen que todo se da en bandeja para ser feliz».

Pero Los Prisioneros no proponen soluciones a los problemas que critican. Jorge cree que si alguien está delatando una situación, no tiene por qué necesariamente dar una solución. «Creo que eso es algo que tienen que manejar los políticos. Eso es algo importantísimo para nosotros. Claro que no pensamos que esta época sea especialmente mala ahora sino que lo ha sido desde que se creó el país. Lo ideal sería que no existieran diferencias tan grandes en las remuneraciones, en salud y en educación; que hubiera igualdad de oportunidades y no que unos pocos se dispararan tan fuerte». Tampoco creen que son víctimas del sistema, si se comparan con gente que efectivamente es muy pobre. Reconocen que ellos surgieron gracias a su capacidad, pero que creen que eso es uno entre un millón. No les parece que haya que ser superdotado para quedar en la universidad.

Ellos dicen no pertenecer a ningún partido político y que sus canciones no son partidistas. «Sólo contamos lo que cualquiera siente. Hay gente que reclama contra la sociedad capitalista no porque se haya leído a Marx sino porque simplemente no le alcanza la plata para comprar todo lo que la televisión le enseña que debiera tener para ser feliz».

Jorge González no cree que sus canciones estén sustentadas por una base ideológica, sino que una vez hechas aparece el trasfondo. No creen que sean tan contestatarios, porque eso significaría, por ejemplo, tener un conflicto generacional con sus padres. «Yo no tengo problemas con ellos y nunca me fui de la casa, explica Jorge. Decir que somos contestatarios suena muy publicitario. Nosotros no reclamamos contra una persona concreta sino contra el sistema como tal».

Consultamos su posición frente al sexo y la moral: «Para nosotros el sexo es algo muy personal y no se tiene que andar pregonando, contesta Jorge. Y en cuanto a la moral, somos muy práctico: tratamos de no hacer daño a los demás. Tratamos de sentirnos bien, de sentir cariño, yo diría que somos latinos sobre todo».

Para Jorge González el casarse por la Iglesia Católica fue algo que con su mujer hicieron por sus familias. «No es que se fueran a morir si no nos casábamos, pero yo sabía que los papás iban a estar felices si lo hacíamos. Cómo íbamos a ser tan egoístas de quitarles esa alegría, para irnos a vivir juntos como cualquier pareja de hippies-intelectuales».

Como Los Prisioneros son llevados de sus ideas, se pelearon en una ocasión con la radio Concierto porque encontraron que eran «muy cuicos y por el carácter elitista que tiene ese medio». En recuerdo de esa pelea, dedicaron el tema “Independencia cultural” a dicha emisora, el que comienza diciendo: «Y ahora en Radio Concert y solo por ser hoy 15 de septiembre, presentamos al grupo local Los Prisioneros y su nuevo single “Independencia cultural”». El tema termina reiterando la idea y con la frase: «Nos estaremos viendo el próximo 15».

Jugando con la autoestima

«Los Prisioneros juegan mucho con la autoestima como la Cecilia Bolocco», dijo un adulto joven al ser consultado sobre este grupo. Y añadió que para él eran niños pobres y que esa era su forma de hacer publicidad.

Para otro joven de bajo nivel socioeconómico el grupo tiene éxito porque «la gente está acostumbrada a aceptar cualquier cosa que le pongan por delante. Y yo creo que han logrado tanto éxito porque representan a un medio bajo, donde la gente tiende a identificarse con sus iguales que han surgido por sus méritos, a pesar de no tener apoyo económico. Esto me recuerda mucho lo que pasó con el Zalo Reyes, cuando fue a programas de televisión más elegantes. Ahí mucha gente que ni siquiera lo ubicaba se entretuvo con él y supo del éxito que tenía en otros niveles económicos». Para otro, en cambio, son polémicos como la “Rascargandoña”. «Creo que al principio fueron sinceros, pero que se viciaron cuando descubrieron que lo que decían vendía como loco».

Para un joven de 22 años, Los Prisioneros son famosos porque «a la gente le sirve de alivio oír lo que cantan, ya que nadie había dicho ese tipo de cosas tan claras. Y aunque reclaman contra todo, en el fondo yo encuentro que son buena onda. Por ejemplo, en la canción “Sexo” entregan un buen contenido aunque el coro impacte, pero en el fondo están contra toda esa onda tan liberal en el plano sexual. A mí eso me gusta. Y creo que es bueno que los jóvenes vean que canciones con esa letra tienen éxito».

«Yo creo —dice un joven de 21 años— que a la gente le gustan también porque son autoritarios y super seguros de sí mismos, algo a lo que no estamos habitualmente acostumbrados. Esas personas generalmente tienen arrastre. Por ejemplo, mira lo que pasa con la Bolocco ahora y lo que pasó antes con la Argandoña, para mí son casos muy similares en un sentido».

«A mí la verdad es que no me gustan, porque aunque el contenido de las canciones e bueno, encuentro que su nivel musical es muy bajo, y eso no se le puede perdonar a un conjunto musical. Tal vez si mejoraran esa parte tendrían más seguidores», termina de opinar otro.

Tapia

Primeras presentaciones, próximo casete

Actuaron por primera vez frente a un público en el Liceo 6 en agosto de 1982. Al año siguiente se pusieron su actual nombre; antes fueron conocidos como Los Vinchukas. Primero pensaron en llamarse Los Criminales, pero luego derivaron en Los Prisioneros. Ya con un nombre definitivo, actuaron en el Colegio León Prado el año 83.

Su último recital en el país fue en el Estadio Chile a beneficio del CAPYS, en julio pasado. Antes de iniciarlo llovía intensamente, pero una larga cola de jóvenes esperaba pacientemente para poder entrar. Ya en el interior el público, notoriamente de bajo nivel socioeconómico, se veía normal y sano. Brillaban por su ausencia los volados y borrachos. Los jóvenes corearon sin descanso las canciones de Los Prisioneros. Cerca divisamos a varios músicos jóvenes de otros grupos nacionales, quienes literalmente estaban boquiabiertos observando el arrastre y la respuesta del público, el que sobrepasó esa noche las cinco mil personas.

Al terminar el recital, después de una vuelta al escenario, el conjunto y el público se retiraron sin mayores problemas. Una tranquilidad que no esperábamos. Según explicó después Carlos Fonseca, manager del grupo y columnista de esta revista, los problemas que se han producido y suelen ser noticia han ocurrido la mayoría de las veces por una mala organización del espectáculo. Las presentaciones de Los Prisioneros se caracterizan porque ellos se limitan a cantar sin llamar la atención con su vestimenta o algún show adicional. Este último recital fue un a excepción en ese sentido, ya que Jorge González imitó una “volada” en el escenario, burlándose de Charly Alberti, integrante de Soda Stereo. Pero hasta ahora, lo habitual ha sido que no utilicen ningún elemento lateral para atraer la atención del público: se visten y se peinan igual a como lo hacen todos los días, en cualquier parte.

Consultado por su grado de influencia en el grupo, su manager Carlos Fonseca dijo: «Yo no me meto para nada en lo que se refiere a la parte musical; tampoco en lo que ellos digan, el estilo o los arreglos que saquen. Lo único que hago al final de grabar un casete, cuando ellos están saturados de canciones, es sacar los temas que me parece que están de más. En el escenario ellos hacen lo que quieren, pero si se les pasa la mano, yo se lo digo, una vez terminado el recital». A estas alturas, Fonseca es casi una institución dentro del pop chileno. Además de Los Prisioneros, es el manager de otros tres conjuntos de éxito en estos momentos y de un solista. Los primeros son Aparato Raro, Nadie y Emociones Clandestinas; y el cantante es Pablo Herrera.

Se encuentra próximo a salir el tercer casete del grupo y, según Carlos, éste será distinto porque Los Prisioneros han cambiado. «Probablemente tendrá más énfasis en la parte personal», explica. Ellos partieron con canciones de adolescentes en La voz de los 80, con muchos sueños y crítica, pero soñadora. Después, en Pateando piedras, se dieron cuenta de que el mundo era así y que no iban a cambiarlo. Y en el próximo no pueden hablar de ricos y pobres porque ellos son ricos ahora. Esa parte es difícil. Aunque igual hay crítica social, porque siguen siendo muy parecidos en lo personal; tienen los mismos amigos y viven en el mismo barrio. Por ejemplo, ninguno se ha comprado auto todavía, es algo que no les nace. Los cambios están orientados más a su nivel artístico».

En el tercer casete habrá una reivindicación de lo latinoamericano más que de lo chileno. Además, la experiencia que tuvieron en Argentina les hizo ver que eran muy localistas y, como son ambiciosos y quieren llegar a mucha más gente, necesitan ampliar su mensaje.

Así, Los Prisioneros, que comenzaron como jóvenes soñadores y de mucha denuncia, han ido aprendiendo y quieren cada vez más. Han logrado una estabilidad que talvez les haga perder esa ironía inicial y, como muchos que reclaman contra el sistema, al disfrutar de sus beneficios puede que sean absorbidos por él. Pero po lo menos ya dejaron un aporte válido a su generación, o a una parte de ella.

 

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