Los Tetas desde el ensayo
El sol pega como si fuera verano y Los Tetas aceptaron mi visita a uno de sus ensayos previos a la presentación en el Teatro Caupolicán. Ya van 13 años desde que la formación original se dispersó y 7 de que anunciaron su separación.
// Crónica y fotos: Daniel Olivares.
Se conocieron en el colegio, eran cabros chicos cuando empezaron a tocar y quizá el nombre del grupo haya sido un antojo adolescente. Algunos jóvenes hoy puede que no reconozcan su música, mezcla de rap, funk, jazz y algo más. Aunque lo más probable es que más de alguna vez hayan escuchado alguno de sus hits y que los tarareen en piloto automático, aunque sea alguno que otro coro o, lo mismo los más viejos que, por último, bailaron a su ritmo en alguna fiesta del siglo pasado.
Tienen temas que después de una década siguen sonando en la radio, como Cha cha chá, La medicina y Corazón de sandía. Yo, que me declaro completamente incompetente a la hora de memorizar una canción, esa última me la sé casi completa y me sale de corrido. Algo así como mi primer rap, fácil de memorizar y de comprender. Me resulta inevitable, apenas suena la base, parafrasear “seguí caminando/ Paseo Ahumada/ se acerca ese pato con fea mirada/ le dije pato malo tu cara no me asusta/ tu tajo feo/ no me gusta no importa/ no te quiero ver/ chi-gua-chi-gua loco prefiero una mujer”.
C-Funk, Pepino, Rulo y Tea Time repasan el setlist con 27 temas en una sala de ensayo estrecha y calurosa, construida en lo que debería ser el living de una casa en Ñuñoa. Contactarlos, recibir las coordenadas y la hora del ensayo, se parece demasiado a tratar de conseguir marihuana. Se corre la hora, el lugar es una intersección, una dirección imprecisa y al llegar, resulta que todavía faltan unas cuadras más.
Pasadas las cuatro de la tarde la batería de Pepino marca el ritmo que acompaña Rulo con el bajo, luego viene la guitarra de C-Funk. Comienzan con El sol no tiene ganas de salir, la letra de la melodía aparece nebulosa en la memoria y Tea Time recurre al librito del CD de Mama Funk (95). Decidieron hacer el concierto hace tres meses, pero llevan años sin tocar todos juntos. Dos de ellos estaban viviendo en San Francisco y luego de varias conversaciones por Skype, aceptaron la oferta de una productora, Trucko. El plan: después del concierto hay una gira veraniega por Chile y la idea es crear en conjunto material para un nuevo disco.
—¿Se te olvidó la letra? —dice medio en burla medio cómplice Moraga, que no deja de tocar la guitarra. A la sala entra un tipo silencioso con una boina negra.
—Instálate donde quieras —dice Camilo, señalando la única silla del lugar. Vuelve la música y el invitado resulta tener 15 años y ser fanático del grupo, pero lo disimula apenas cantando de memoria y en silencio lo que Tea lee en voz alta intentando encajar con el ritmo. Se llama Martín Arancibia y se lo toma con naturalidad. La canción se traba y deciden continuar con algo distinto. Tocan la melodía del El Chavo del Ocho, en forzada y ralentizada clave funk y llega la hora del break. El ambiente es relajado, entre talla y broma se nota que son profesionales y que vienen de vuelta. Los delata la habilidad de cada uno con su instrumento: batería, bajo, guitarra y micrófono; y la manera en que se comunican mientras la canción avanza y todos se preocupan de cada detalle para que la melodía suene precisa, que sea la misma de siempre pero en una nueva versión. Rulo y Pepino salen de la sala a refrescar los pulmones y la cabeza, cuando Tea toma la guitarra y Cee la batería. Comienzan a improvisar como jugando hasta que se cansan y llega la hora de las preguntas:
—¿De qué manera se enfrentan a la marginalidad que representaban hace 15 ó 20 años?
Tea: Antes los marginales eran los hueones que se pintaban el pelo, los que decían chuchadas en sus letras, los que hablaban de la calle. En los noventa nosotros representamos esa marginalidad, obviamente. En Chile, hasta el día de hoy, hay mucha gente que es marginada, en muchos aspectos… Acá se margina a quien es extremadamente original… incluso fueron marginados Los Tres, porque se dijo que tenían letras inapropiadas, contra la religión y cosas así, algo que es absurdo porque ellos en realidad eran poetas, nada más. Todos han sido marginados en Chile, todos los artistas han tenido un grado de marginación. Nosotros somos fieles a nuestra postura, que siempre ha sido un poco rebelde y siempre ha sido un poco de romper los esquemas y romper las tradiciones. En ese sentido nosotros representamos la marginalidad, nunca hemos sido un grupo preocupado de la apariencia en las grandes líneas, sino que hemos llegado a las grandes líneas representando el pequeño origen.
Cee: Nunca nos hemos hecho cargo de decir “nosotros vamos a representar la marginalidad…”. No, nosotros somos lo que somos. Y eso le ha servido a mucha gente, marginal o no marginal, de todos lados… ¿Cachai? En ese sentido nosotros seguimos siendo los mismos. Y si les sirve a unos, si les sirve a otros, esa es la cuestión.
Rulo: Yo creo que “marginalidad” es un concepto muy complejo. Si citamos a Kant (risas del cuarteto a pleno)… es un término animalesco.
—¿Qué tradición y qué esquemas están rompiendo con su reunión?
Tea: Los mismos esquemas siguen impuestos, la evolución de la libertad en la historia de Chile es muy lenta. A pesar de que la dictadura se acabó hace más de veinte años, bastantes cosas siguen como antes. No sé qué esquemas estamos rompiendo, eso lo vamos a ver en el concierto y en el nuevo disco. Estamos trayendo el pasado al presente y así vamos a mostrar nuestra música a nuevas generaciones que nunca nos vieron tocar en vivo. Vamos a juntar a los que nos siguieron a finales de los noventa y a un nuevo público, esa es la idea.
—¿Qué proyección hay para los nuevos sonidos que van a surgir ahora?
Tea: Nosotros queremos innovar también, porque nos encanta representar lo que fuimos y llevarlo a un sonido actual. Pero también queremos dedicarnos ojalá a hacer un nuevo disco, hacer nuevas giras y reversionar nuestras cosas. Queremos tomar ideas antiguas que teníamos y hacerlas modernas. Queremos hacer un montón de cosas como artistas y creativos, queremos ir lo más lejos que podamos con nuestras herramientas.
—¿Qué grupo chileno actual siguen?
Rulo: A mí me gusta un grupo que se llama Santiago Down Beat, no he escuchado a nadie que esté haciendo esa música.
Tea: A mí me gusta mucho Matanza y me gusta mucho…
Cee: Joya… (risas)
Rulo: Criminal Jazz… (más risas)
Tea: Ayer vi un documental de Los Tres, a los que siempre había encontrado un poco fome, y me di cuenta de que son un grupo súper importante de la escena nacional y como todo, uno siempre encuentra las cosas tarde.
—¿No tienen miedo de convertirse en Los Tres, juntarse y hacer algo…?
Tea: ¿Retórico?
—Repetitivo, en el mal sentido.
Tea: No, porque si esto fuera un fracaso, a lo que no esperamos llegar nunca, por último cada uno tiene sus propios proyectos para desahogarse en todos los otros sentidos. Pero esperamos que eso no suceda. Esta es nuestra carta fuerte.
Cee: Porque no creemos que a Los Tres les haya pasado eso (risas).
Llega Felo Foncea, el hombre que se encargará de los teclados en el Caupolicán el miércoles 21 de diciembre, se acaban las preguntas y continúa el ensayo. Es el turno del sonido envolvente de la guitarra en I like, potenciado por el bajo y la batería llega una letra fácil, si no contamos el rapeo en alemán del comienzo. Esa canción fluye, el ensayo avanza y yo me largo.
// Aparecido originalmente en Tiempo de balas.