Estrenada hace casi un mes, la última serie original de Netflix entra de lleno en las grandes producciones de corte histórico y épico.
Estrenada hace casi un mes, Marco Polo, la última serie original de Netflix, entró de lleno en las grandes producciones de corte histórico y épico.
Ambientada en la Mongolia medieval del siglo XIII, la serie juega con la grandilocuencia de las amplias mesetas asiáticas, donde se luce la fotografía a cargo de los directores Espen Sandberg y Joachim Rønning, y el erotismo de ese lado del mundo, sin pasarse de los límites que impuso la franquicia de HBO Game of thrones.
En la producción, Benedict Wong interpreta a Kublai Kan, heredero del mítico guerrero Gengis, y líder de la corte donde se resuelve la mayor parte de la trama.
Allí se planifican batallas, castigos y las ambiciones del mayor imperio de ese momento, en la línea de series como The Borgias, Vikings y The Tudors.
Abriéndose paso por la Ruta de la Seda, un convoy que incluye al mercader Marco Polo (Lorenzo Richelmy) va a parar hasta ese sitio, donde es entregado por su padre a modo de pago. Allí se confabulan una serie de intrigas familiares y aspectos humanos exacerbados por el estereotipo chino y mongol: codicia, honor, rivalidad y lealtad, con un guión pulcro aunque sin riesgos narrativos.
Los amantes de las batallas históricas, tan bien ambientadas en lugares como la Cinecittà italiana o simuladas en videojuegos como Age of Empires, encontrarán escenas notables con el rigor histórico para proporcionar, por ejemplo, armaduras y armamentos: de la pólvora china al trebuchet europeo, del caballo salvaje mongol al kung fu chino.