Reflektor, el cuarto álbum de Arcade Fire, es el sonido de los seis canadienses haciendo estallar The Suburbs.
Tras ganar el Grammy al “Álbum del Año” por The Suburbs, parecía que la industria musical le estaba haciendo una invitación cordial a Arcade Fire a sumarse a sus filas. El conjunto canadiense tenía catálogo de sobra para lograrlo, demostrando además durante la exitosa gira de ese álbum una capacidad de convocatoria suficiente para ser el acto principal de varios festivales.
Básicamente, si el grupo quería, podía ser el próximo U2. Por eso el lanzamiento de su cuarto álbum, Reflektor, generaba doble expectativa: por un lado, podía continuar o acabar con la racha de una de las discografías más sólidas del siglo XXI y por el otro, el tono del disco indicaría si Arcade Fire aceptaba o rechazaba el lugar que ellos mismos se habían ganado.
Una fuerte campaña viral de promoción transformó rápidamente a Reflektor en uno de los álbumes más esperados del año. Considerando el hype imposible que la placa acumulaba antes de su lanzamiento, podía parecer que el grupo estaba listo para aceptar su entrada al mundo comercial. Sin embargo, a comienzos de septiembre apareció el single homónimo del nuevo LP y Arcade Fire dejó en claro que si buscaban consolidar su éxito, lo harían a su manera: el sencillo dura más de siete minutos, y es más una canción dance que un himno para llenar estadios.
El resto de Reflektor solo viene a confirmar que el grupo no está particularmente interesado en lanzar un álbum convencional o repetir las fórmulas que hicieron de The Suburbs un álbum tan irresistible. Es un trabajo cuya impresionante ambición es lograr lo que toda gran banda actual debe hacer para consolidarse artísticamente: correr un riesgo. Salirse de su zona de comodidad, no por demostrarle nada a nadie, sino porque su inquietud los lleva a otras direcciones. Y que se joda a quien no le guste. Arcade Fire se da por primera vez el gusto de hacer un álbum en donde el dramatismo de sus entregas anteriores es reemplazado por ironía. Si alguna vez Bono dijo que Achtung Baby es el sonido de cuatro personas destruyendo The Joshua Tree, el cuarto álbum de los canadienses es el sonido de seis haciendo estallar The Suburbs.
Para producir gran parte de Reflektor la banda acudió a James Murphy, ex líder de LCD Soundsystem, dueño de una de las visiones sonoras más únicas del nuevo milenio. Y resulta difícil encontrar otro nombre más ideal para una banda que busca dar una vuelta de tuerca a su sonido.
La asociación no falla: el escuchar el álbum por primera vez resulta una experiencia desconcertante. Primero, porque no suena a lo que Arcade Fire nos tiene acostumbrados. Un álbum doble en el que los violines brillan por su ausencia (Sarah Neufeld dejó de ser miembro oficial del grupo, manteniendo el estatus de “colaboradora”) y dan lugar al predominio de sintetizadores y diversas texturas electrónicas. Segundo, es el álbum más experimental del grupo, sobre todo en el segundo disco. Canciones como “Awful Sound (Oh Eurydice)” y “It’s Never Over (Oh Orpheus)” juegan con estructuras atípicas y cambios de sonidos drásticos dentro de los más de seis minutos que dura cada tema.
El espíritu bailable del single principal se extiende por todo el álbum. Incluso las canciones que no están tan marcadas por la electrónica hay un énfasis en la percusión y el ritmo, marca registrada de Murphy y también como producto de los viajes de Win Butler y Régine Chasagne a Jamaica y Haití (tierra natal de Chasagne) durante las grabaciones. La influencia es particularmente notoria en el dub psicodélico “Flashbulb Eyes”, y en los festivos himnos “Here Comes The Night Time” y “Afterlife”.
Escuchar Reflektor puede resultar un ejercicio difícil las primeras veces. El álbum no solo experimenta sonidos, sino que con varios géneros durante su extensión. Solo en el primer disco pasamos por el disco/new-wave de “We Exist”, el post-punk a lo The Cure en “You Already Know”, y el rock duro y directo con “Normal Person” y “Joan Of Arc”. Líricamente tampoco sigue un mismo concepto como Funeral o The Suburbs, optando por letras menos personales, más simples y directas. A veces la idea no resulta del todo (las letras de “Flashbulb Eyes” y “Porno” no son Leonard Cohen precisamente), pero en la mayoría de las oportunidades demuestra lo mucho que ha crecido Win Butler como cantante y frontman. En las ya mencionadas “Normal Person” y “We Exist” despacha con rabia líneas sobre la discriminación, mientras que en otras ocasiones derechamente abraza el cliché, pero con tal jerarquía que no molesta en absoluto. Pocos pueden cantar “When love is gone/where does it go?” como lo hace Butler en “Afterlife” (la mejor canción del disco) y que no suene ridículo. No solo eso, sino que emociona y hasta duele un poco.
La dispersión y cantidad de ideas hacen que el álbum pueda sonar algo inconexo y desordenado. No es un disco perfecto, pero es justamente en ese detalle en donde encuentra su belleza, en el desorden. Posee tal ambición que incluso con los tropiezos que tiene, es imposible no reconocer la intención de ir más allá de Arcade Fire. Cada canción es una pieza del rompecabezas, que hace progresivamente más sentido.
Si hay algo que se le puede criticar para siempre al álbum es que en ninguna canción le entrega la voz principal a Régine Chasagne. Irónicamente esto no impide que probablemente sea el álbum de Arcade Fire donde más se utilice su voz, ya que en la mayoría de los temas su backing vocal sobresale armonizando a Butler y a veces cantando algunas líneas en solitario, pero de todas maneras se extraña un momento como “Sprawl II (Mountains Beyond Mountains), canción que habría encajado de manera espectacular en este disco (aunque aceptémoslo, ese tema es superlativo, no me molestaría escucharlo ni en un álbum de Metallica).
Reflektor sigue la línea de otros grandes álbumes de art rock que cambiaron la dirección sonora de artistas, como Remain in Light de los Talking Heads y la “Trilogía de Berlín” de Bowie, tomando elementos sonoros también del art pop de los primeros álbumes de Peter Gabriel. Pero siempre está el toque de vanguardia, la idea de crear un sonido nuevo y no quedarse en la nostalgia, mérito absoluto de Arcade Fire y James Murphy, quienes se matriculan con uno de los álbumes más jugados de lo que va de década, se ame o se odie.
Respecto a la pregunta del principio: ¿aceptó Arcade Fire la invitación de la industria musical? Obviamente no. Casi ningún tema de Reflektor puede sonar en la radio a menos que esté editado para disminuir su duración. Pero los canadienses siguen en carrera para ser la banda más grande del planeta, en sus propios términos, siguiendo la tradición de bandas como R.E.M. y Nirvana, que a pesar de ser inmensamente populares, nunca dejaron que eso les quitara su independencia musical. Eso no se puede mirar con algo menos que respeto.