El último editor de Nicanor Parra anuncia las novedades de Ediciones UDP para este año y revisa la historia de una editorial que publica desde poesía y ficción, hasta ensayo, insistiendo con géneros como la biografía y la crónica.
Hace poco más de diez años que Ediciones Universidad Diego Portales ordenó lo que conocemos como poesía chilena, un cajón que hasta ese momento permanecía más bien disperso. Y lo hizo con libros de gran formato, diseñados por el artista Carlos Altamirano, que llamaron la atención no solo desde los estantes de novedades.
Según explica Matías Rivas, el director de publicaciones de la editorial, lo que buscaron fue instalar una estética y ganar visibilidad:
—La idea que barajamos era subvertir la portada. Queríamos poner la foto de solapa en la portada. Poner la cara del autor, mostrar el rostro y el cuerpo, con sus marcas, del que es responsable de lo que se lee.
Otro asunto que sigue llamando la atención es la diversidad y el peso de las voces del catálogo: Beatriz Sarlo, Nicanor Parra o Enrique Lihn, son algunos de los autores que han aparecido desde que Rivas asumió la dirección editorial en 2003, entre firmas como Leila Guerriero, Pedro Lemebel o Alejandro Zambra.
Fundada en 1986, Ediciones UDP ya cuenta con un prestigio en la región y publica desde poesía y ficción, hasta ensayo, insistiendo con géneros como la biografía y la crónica.
—Las biografías son un género que aún tiene mucho camino por desarrollar. No tenemos una cultura de biografías y mi intención es colaborar con que esta empiece a generarse. Lo mismo sucede con la crónica. Son géneros que están en un desarrollo y hay que aprovechar el talento de los autores que cultivan este tipo de escrituras. Ambos géneros son muy anglosajones y en el traspaso al español han logrado cobrar una identidad que hay que continuar profundizando.
—Hace tiempo que Ediciones UDP excede los textos académicos y mira a autores que no son necesariamente chilenos. ¿Cómo se entiende esa política editorial, por así llamarla, más abierta a lo literario?
—La universidad decidió que su editorial no solo debía hacerse cargo de los temas académicos, sino que también de los asuntos culturales. En ese sentido se inscriben las publicaciones de la editorial, sea libros literarios o académicos.
—¿Qué es el director de una editorial, un escritor frustrado o un lector voraz?
—Ninguna de las dos. Es un trabajador con responsabilidades culturales y políticas. Sin duda que tiene que leer mucho y trabajar con escritores y otro tipo de autores. Pero no veo frustración en dirigir un sello como Ediciones UDP, cuyo prestigio me enorgullece. La escritura personal es un cuento que corre por otro lado. Quizá lo importante está en no confundir los planos, no atarantarse.
Este año, Matías Rivas va a publicar dos libros. Uno de crítica por Hueders, que se titula Interrupciones. Un diario de lectura, y otro de poemas por Ediciones Tácitas llamado Tragedias oportunas. Además de retomar su faceta de autor, el hombre que opera como el radar de Ediciones UDP estudió literatura, trabajó en editoriales, hizo crítica literaria y fue librero.
—¿Cómo se relaciona toda esa experiencia con la función de director en una editorial?
—Todo eso junto amalgamado forma parte de mi experiencia. Cada una tiene importancia en mi formación como editor. La astucia reside en saber ocupar esos conocimientos, en actualizarlos, en no dejarse estar y seguir escribiendo, visitando librerías para hablar y conocer a los vendedores y, por supuesto, leyendo crítica pero no solo chilena. Siempre he dicho que para mí la edición es una forma de hacer crítica, una forma de articular la historia de la literatura.
—En una entrevista decías que el éxito de los libros depende en mayor medida de los libreros que de los críticos. ¿Lo sigues pensando?
—Absolutamente. La crítica es poco leída y poco confiable como guía de lectura para el público masivo. Además, la labor de la crítica no es hacer promoción, sino que referirse a textos interrogándolos, cuestionando sus formas y modelos. Los libreros, en cambio, son profesionales de la venta. Ellos determinan qué es lo se puede encontrar en una librería. A ellos les consulta la mayor parte del público sin orientación. Los libreros son fundamentales para el mercado cultural de cualquier país, y me encantaría que estuvieran organizados en gremios como en otros países.
—Ignacio Echevarría y Christopher Domínguez son algunos de los críticos publicados en el catálogo de UDP. ¿Qué te interesa de la crítica?
—Sí, la publicación de obras de crítica, como el libro de Frank Kermode que sacamos el año pasado, son parte de nuestras preocupaciones. La crítica es un género literario que me parece ineludible. Este año publicaremos el trabajo crítico de Phillip Lopate, uno de los valuartes del género. Es un libro sobre crítica de cine que por primera vez estará en español.
—¿Es un síntoma de salud editorial o una metástasis del tejido literario chileno el hecho de que hayan más editoriales independientes? ¿Cómo lo ves tú?
—Me parece positivo, dan mayores posibilidades a los autores nuevos. Son laboratorios. Y creo que es un proceso que se va decantando. Algunas van definiendo sus perfiles y otras quedan en el camino.
—Al momento de publicar, ¿es importante saber lo que piensa un escritor, cuál es su actitud política o vital?
—Al momento de publicar lo mejor es tener la mayor cantidad de información posible sobre el autor. Si es un personaje vivo, es fundamental comunicarse con él, hablar, tener una sintonía. Los escritores muchas veces son entusiastas profesionales y pasan a ser colaboradores de la editorial o grandes amigos. No hay que perderse esas instancias.
—¿Cómo se obtiene el visto bueno de alguien como Nicanor Parra?
—Hay que ganarse la confianza de los autores y de los agentes. Entregar confianza es quizá el único talento que debe tener un editor y que no se puede enseñar.
—Un negocio como el de una editorial que pertenece a una universidad, ¿se ve afectado con la gratuidad universitaria?
—La editorial no es un negocio. Es un aporte de la universidad a la sociedad. No ganamos dinero con la editorial. Nos va bien, que es distinto. El tema de la gratuidad lo maneja el rector y las instancias que la universidad tiene para deliberar al respecto de las políticas universitarias. La editorial se mantiene como parte de la UDP. Ya ves que sacamos en enero el libro de Roberto Merino sobre Lihn y la Antiprosa de Nicanor Parra. Lejos de estar detenidos, estamos fraguando proyectos nuevos y se nos han abierto nuevas posibilidades de mercados fuera del país.
—¿Cuáles son los libros de la editorial que más se venden en Chile? Entiendo que son los títulos de poesía, ¿no?
—Sí, son los de poesía, empezando por Nicanor Parra. Después los de Claudio Bertoni y Enrique Lihn. Son poetas muy requeridos. Lemebel y Fuguet también son muy vendidos.
—Imagino que detrás de la elección de un libro hay muchos libros que no se escogen. ¿Cómo funciona el radar? ¿Hacen encargos, buscan rescatar libros?
—Hago encargos, creo mucho en ellos. Y también recibo manuscritos. Pero parte importante de nuestra línea es patrimonial, así que investigo sobre todo. Leo mucho, converso con personas involucradas, pido informes de lectura, hagos rastreos. Siempre estoy atento a los medios de acá y de fuera de Chile, pero sobre todo cuento con una cantidad de buenos colaboradores que me traen propuestas y autores. No me cierro a ninguna vía para recibir y generar textos de calidad.
—¿Te arrepientes de haber cortado a alguno?
—Me arrepiento de muchas cosas, pero de ninguna editorial. Nunca son tan graves.
—En el catálogo hay muchos autores muertos, ¿tienes que tratar con muchos familiares y testaferros? ¿Es verdad que Bolaño por sí mismo está autorizado para venderse solo en Chile?
—Los dueños de los derechos de un autor son tan importantes como los agentes. Hay que tratarlos con el respeto y la dignidad que merecen por el patrimonio que atesoran y administran. Lo del libro de Bolaño es un mito. A la viuda no le gustó que no fuera de ella, pero esa es otra cosa. Las entrevistas en Chile son de quienes las hacen y no de los entrevistados. Bolaño por sí mismo, pese a ese problema con la viuda, se puede vender en cualquier parte. Está en todas las librerías y en Amazon.
—¿Ediciones UDP recibe manuscritos? ¿Cómo se llevan con los autores jóvenes?
—No publicamos autores jóvenes. Y recibimos muchos manuscritos de toda índole. Nuestra programación está bastante saturada. También nos llegan muchas cosas de fuera de Chile. Es inverosímil la cantidad. Decenas diarias.
—¿Cómo llega al trabajo de edición alguien como Leila Guerriero?
—Leila es editora hace años. Tiene a cargo una colección en Tusquets hace una década. Ella es un lujo de colaboradora. Trabaja bien los textos, es muy exigente y viene con ideas, no se queda en el plano del texto solamente. Es una persona capaz de trabajar con mucho fiato con personas complejas o que están sometidas a mucha presión, como los periodistas que escribieron en Los Malos, que fueron amenazados y perseguidos. Ahora está trabajando con Javier Cercas hace un año en una antología de su no ficción y en otros libros.
—¿Y qué otros libros preparan para este año?
—Voy a nombrarte algunos: Conversaciones con James Joyce de Anthony Powell; los ensayos de Allen Ginsberg en un volumen que se titula Prosa deliberada; la novela de Raúl Ruiz titulada La escalera contra la pared; los ensayos de Fresán y Cercas; un volumen grueso con los diarios de José Donoso y otro con un compilado de los diarios de Arthur Schnitzler; Alhué y otras prosas de José Santos González Vera; una serie de biografías de Spinoza y los Encuentros con Voltaire y Rousseau de Boswell. En poesía, entre otros, el Canto ceremonial contra un oso hormiguero de Antonio Cisneros y El primer libro de Soledad Fariña.
—Con la cantidad de libros que publica Ediciones UDP y las novedades que circulan desde otras editoriales, da la impresión de que hay un boom editorial en Chile. ¿Crees que es un momento importante para Chile a nivel editorial?
—Creo que Chile está comenzando a ponerse al día en temas culturales. Empezamos por la comida y la decoración, que ahora son masivas, pero aún no llegamos al libro. Me sorprende y conmueve la fe de los editores, pues arriesgan su patrimonio y su nombre en empresas con escaso retorno económico. Y como no se puede vivir solo del plano simbólico, por muy bien que te vaya, siguen en condiciones precarias. Creo que falta un apoyo contundente de las instituciones educacionales por instaurar una política de lectura que cambie la base cultural del país. A veces pienso que es tan importante para el desarrollo que no hay explicaciones para eludir la necesidad de que los chilenos lean más y mejores textos. La responsabilidad social es de todos los involucrados.