Reseña de la película de David Fincher
¿Qué hay detrás de Mark Zuckerberg después de ver The Social Network? Hambre. Y Mucha.
Lo que sucede es terrible. Bueno, no tan terrible, pero sí aclarador. Digamos que romper y volver a flote puede costar tiempo y varias sacudidas. Digamos que en el camino somos una botella de Coca-Cola y quien nos agitó fue una mujer a la que (quizás) nunca volveremos a ver. Fue ella la que nos miró directo a los ojos y nos hizo reír, hablar, dudar, conectar. Y digamos que un tipo incapacitado para interactuar socialmente, movido por esa costra de reconocimiento y afecto, crea un instrumento precisamente de interacción social. O su simulacro. Y tapa esa botella de gas burbujeante con el dedo (y se convierte en el billonario más joven del globo), al menos por un buen rato.
The Social Network es el retrato urgente de esta generación. La de hoy en día. Y no porque hable de Internet ni redes sociales: de hecho WarGames (83) ya lo hizo antes de que naciéramos. El mérito del director David Fincher y el guionista Aaron Sorkin es dejar en otra década la máxima que propuso otro hito generacional, movido por hilos de otro tiempo: Trainspotting (96). Porque ya no es un leitmotiv andar borrado. Ni conviviendo con amigos bajo el mismo techo. Pero aún más importante, el foco no apunta a ese panorama de cloaca: sobrevivir como el enemigo interno del sistema. Trabajando desde sus vísceras, como un funcionario de ideas ajenas que trepa hasta los mandos medios y conecta desde ahí con su propia tajada de reconocimiento y afectos.
Esa tropa (y paradigma) de camisa y corbata, de cartón y mucha técnica- por sobre sueños ambiciosos e ideas más grandes-, está girando y girando en un inodoro (o digamos que va por los intestinos).
“La gente entra a nuestra página porque hay minas. Pero no entran a nuestra página por las minas. Entran porque hay minas que conocen. La gente quiere entrar a Internet para saber sobre gente que conoce,” concluye Mark Zuckerberg unos días después del 11 de enero de 2004, que es cuando registra el dominio thefacebook.com, según la película.
Let the hacking begin. Esta simple y potente historia ilumina otro túnel: La cruzada épica por plantar una idea. Propia. Para regarla con amigos, que peleas mediante y equipo in extremis, toma un lugar- SU lugar- y sale a competir con lo tradicional. Empezando desde muy abajo. Quizás programando muy a pulso, pero con la mirada siempre bien calibrada. Y libre. Acaso las máximas para adaptarse, sobrevivir y no morir en el intento. Y puede sonar inalcanzable y muy utópico pero es la historia resumida del gigante que es hoy Facebook. La plaza pública más grande del planeta, con tantos usuarios como la mitad de la población de China.
Las traiciones, la amistad y el reconocimiento valen para cualquiera, en cualquier época e historia. Pero The Social Network es, además, la victoria de los que no figuran entre los favoritos para ganar. El nerd de Spider-Man (02) y Glee (09), puesto nuevamente como un referente “cool”. Aunque no es más que una bonita pantalla para alertar sobre los Winklevoss (hermanos antagonistas de Zuckerberg en el juicio) de siempre, alrededor. Lacayos. Acostumbrados a ganar y tenerlo todo bajo el alero del oficialismo o un dinosaurio empresarial.
Otro detalle de esta película, lo pueden mirar en la mayoría de las reseñas locales de gente por encima de los 30 años. Dicen que estar conectado es un bloqueo emocional, autismo o incapacidad de socializar. Por supuesto nunca habrán sentido el placer de poner una idea en la red, de amanecerse escribiendo código en una simple hoja en blanco (quizás así la ven todo el tiempo), persiguiendo una forma que sólo está en tu cabeza, hasta que se sube y toma vida propia. Se conecta. Y tú con los ojos rojos y una sonrisa difícil de explicar.
“No le hables. Está conectado”, le dice Mark Zuckerberg a Sean Parker (interpretado por Justin Timberlake) antes de que interrumpa a un programador. “Como tiene que ser”, le dice sonrriente el creador de Napster. Como tiene que ser.