Filas contra la paciencia, horarios que no fueron, bandas que se salieron del programa y algo más tuvo la primera edición del “festival” Frontera.
Lo primero es la fila.
Es sábado y un enorme pasillo de caras largas y olor a bosta, por varias cuadras, marca la entrada del Club Hípico por Blanco Encalada (General) y se extiende hasta alcanzar Rondizzoni.
Según medios, en promedio, la demora para entrar al “festival” Frontera va entre dos y hasta tres horas, algo completamente impresentable para cualquier evento masivo.
Todavía no son las tres de la tarde y el acceso Preferencial está vacío, con más guardias que asistentes. Ahí la primera diferencia entre los $29.000 del ticket para todo público y los $60.000 del eufemismo de la cancha VIP.
Como dato el Early bird para los dos días de Lollapalooza Chile cuesta $48.000 y los estándares de la producción, la cantidad de bandas de peso y la experiencia para el asistente es notoriamente superior. Casi un mal chiste la comparación, pero aclaradora.
Adentro dos juegos mecánicos se roban las miradas, el clima es perfecto, son las tres de la tarde y de fondo Villa Cariño despide su actuación en el escenario Pepsi.
El público responde y llega en masa, hay mucha gente que ya entró y mucha más que todavía no puede entrar: todavía no lo saben, pero vienen a encontrarse con un desorden generalizado y mucha improvisación.
Gepe, por ejemplo, aparece en el escenario Transistor con más de una hora de atraso según la pauta oficial.
Previo a su salida, el nervio se apodera del espacio: técnicos trotando, plataformas a medio construir, discusiones entre los representantes, golpes de ruidos y acoples, cables que no sirven, pruebas de sonido que nunca fueron.
Manuel García, más adelante, aparece ciento veinte minutos después y los tres escenarios suman problemas de logística básicos: Movimiento Original no aparece y se adelanta el show que tanto se promocionó de Tiro de Gracia.
Christina Rosenvinge, que en cada pausa de su show escucha la canción de turno de Chico Trujillo, ubicados en el escenario más lejano, tiene que salir antes porque todavía no llega a Santiago el cantante de Zona Ganjah, lo que también adelanta el show de Astro.
Ya a esa hora las filas para comprar bebidas y alimentos recuerdan la escena de la entrada y es imposible conectarse a Internet para ver el programa o intentar llamar a alguien.
El mejor panorama es capear las nubes de tierra, tirarse en el poco pasto del Club Hípico y “probar suerte” con algún show de la pauta.
Algo huele mal y sí, son los caballos.
«El retraso en los shows tuvo relación con el hecho de que debimos abrir las puertas una hora más tarde por un tema con los caballos» le dijo a Emol la “press manager” de la misma productora que realiza el festival Maquinaria y que el año pasado canceló el sideshow de Slayer con Mastodon el mismo día del evento y luego postergó el de Deftones, causando la ira y confusión de varios fanáticos, sobre todo de regiones.
Hay un gran desorden bajo el cielo, la situación no es excelente.
Una idea básica para un festival es poder ver a tus bandas favoritas y tratar de aprovechar el máximo posible de shows. Por eso, lo mejor es organizarse. Pero con problemas tan básicos como que no se respeten los horarios o el orden de las bandas, por el motivo que sea, todo es caos y cualquier intento de orden se queda en las buenas intenciones.
No todo va mal.
A las cinco de la tarde aparece Gonzalo Yáñez y Jorge del Campo para probar sonido. El show de Jorge González es una aplanadora y con su habitual honestidad brutal aclara un par de ideas sobre el Frontera:
«Este festival está hecho con mucho cariño pero con muy poca organización» dice tranquilamente entre medio de “No necesitamos banderas”, “Paramar”, “Concepción” y “Fe”, que levantan la primera nube de tierra y el coro masivo.
El mismo mensaje, en distintos tonos, se pudo oír en voz de varios músicos.
Minutos antes, con Gepe, arranca el segmento upskirt del festival, entre las bailarinas y su tecladista Christiane Drapela, víctimas del coqueto viento helado que nubla la tarde y juega con sus faldas.
Uno supone un formato de banda orgánica para eventos así de masivos, pero siguiendo la tónica de sus shows más reducidos cada canción es una secuencia donde Manuela Valdovinos —en lugar de Felicia Morales—, Drapela y el propio Daniel Riveros tocan y cantan encima.
El momento peak es “Alfabeto”.
En algún momento el clima también se ofende y aparece un viento frío y por primera vez un festival masivo de música agota todos los polerones a la venta.
Acá algunos momentos del #FronteraFestival que (todavía no nos explicamos por qué) ya anunció una nueva edición para el 2014.
Los puntos altos: Jorge González, Los Fabulosos Cadillacs, Ana Tijoux, Chico Trujillo y Astro.
Agradecemos a RedBull por la invitación, los toldos para capear el sol y las alas.