En El tren marino, la primera novela de Daniel Villalobos, la fantasía está narrada desde los códigos de la realidad. Especialmente en las adictivas secuencias de acción. Aunque también funciona como una lectura política velada y un lugar donde reconocerse como país.
Un niño, Roberto, está suspendido en el aire, sujeto de las piernas y los brazos por cuerdas negras y brillantes. Catalina, su hermana, lo mira cuando los látigos lo tiran rápidamente hacia un orificio de luz que se apaga sobre un libro que se cierra de golpe. Todo queda en silencio. El niño ya no está, y aparte del desorden habitual de la pieza, solo queda el libro y su portada, un mar enfurecido junto a una soga negra y brillante saliendo de las olas.
Arriba, el título dice:
Otto Von Hoschenbach
Ilustraciones de Helena G. Pereira
Eso pasó hace un día. Por supuesto, los padres no lo creen.
Ahora Catalina viaja en una camioneta robada junto a la ilustradora para dar con el autor del libro y encontrar respuestas.
Esa búsqueda rápidamente se transforma en una fuga: son perseguidas por mar y tierra por una bestia de metal llamada El tren marino, mientras en Chile los niños siguen desapareciendo después de leer el libro de Von Hoschenbach.
Terror nocturno, pesadillas, niños torturados y huérfanos, una ilustradora alcohólica y Chile como una casa de violencia. Monstruos, muchos monstruos. Todos esos horrores se juntan en la primera novela del periodista Daniel Villalobos, El tren marino (2015, Libros del Laurel). Y si bien se pasea por la fantasía y las aventuras, detenerse en eso sería injusto porque es mucho más que eso. Sus páginas son una velada lectura política, un lugar donde reconocerse como país.
«Chile podía entonces y puede hoy ser recorrido de norte a sur siguiendo las huellas de la violencia», se lee en el libro. El tren marino es atravesado por la idea de que la estabilidad del país es una ilusión y de que ese orden está levantado sobre muertos. Y algo peor: la idea de que un tren marino que secuestra niños no es tan fantástica si recordamos que durante diecisiete años la dictadura hizo desaparecer chilenos.
En El Sur (2012, Los libros que leo), su primer libro, Villalobos escribía sobre pequeñas catástrofes íntimas, dolores y miedos de la niñez en una serie de relatos autobiográficos desde el aislamiento de la provincia. Una especie de diario brutal y a ratos gracioso, como todos los diarios. En El tren marino, en cambio, también profundiza en la orfandad con sus personajes pero desde la ficción. Helena perdió a su hijo, Catalina a su hermano y, además, recorre el sur sin el consentimiento de sus padres. Niños abandonados a su suerte y familias quebradas, pero desde una mirada retorcida y oscura.
«¿Le gustó la historia? Es una historia del sur. Son todas así, terribles», advierte uno de los personajes de la novela.
En esa dirección, la escritura de Villalobos es rápida y efectiva. La fantasía está narrada desde los códigos de la realidad. Especialmente, en las adictivas secuencias de acción, escapes, explosiones, chorros de sangre y cataclismos. En esas escenas la velocidad y angustia nunca dan tregua. Es imposible no pensar que el paso lógico de El tren marino sería lograr ser adaptada o filmada.
«El suelo y el mar estaban llenos de muertos, pero las ciudades estaban llenas de vivos y a ellos les interesaba moverse hacia delante», escribe Villalobos. Parece inevitable: los monstruos, de carne y hueso o geográficos, aparecen cada veinte o treinta años arrasando con todo a su paso. Pero el siguiente paso es el mismo: Chile siempre se reinicia, olvida y avanza con una rapidez escalofriante.
Y si tu país tiene mala memoria, recordar parece una maldición. Helena, la ilustradora, lo sufre, cargando sola con el pasado incómodo y lacerante que otros se metieron en el bolsillo. La memoria no es una «bendición», como dice esa vieja canción de Los Mil Jinetes. Es una cárcel o, tal vez, un lugar donde esconderse. Ese espacio en que el rostro de su hijo muerto sigue ahí, brillante y oscuro como los tentáculos del tren.
El tren marino
Daniel Villalobos
Libros del laurel, 2015
296 p. — Ref. $13.990