Este viernes Netflix estrena la cuarta temporada de Orange is the new black, la serie que muestra la vida dentro de una cárcel de mujeres.
Este viernes Netflix estrena la cuarta temporada de Orange Is the New Black, la serie que muestra la vida dentro de una cárcel de mujeres.
Varios han sido los escritores y artistas que, al haber sido encarcelados, dejaron correr su fantasía para crear obras memorables. Cuando uno ve la cuarta temporada de Orange Is the New Black, entiende el poder que tiene la imaginación para surgir en espacios tan despiadados y crueles. La fantasía permite que las presas de esta serie de Netflix drenen su ansiedad, piensen en un futuro más ameno fuera de prisión, pero también da pie a un gran peligro: llevarlas a sentir que pueden ejercer poder sobre sus compañeras, a pensar que pueden crear su propio submundo de dominación tras las rejas.
La anterior temporada tuvo sus altibajos. Hay que decirlo, varios de sus episodios fueron decepcionantes. Sin embargo, los seis primeros episodios de la cuarta temporada van en escala ascendente, superándose el uno al otro; teniendo como elemento común, transversal, la fantasía como motor de las acciones. La situación «real» parece no existir, ya que los personajes nos hacen pensar que la imaginación es lo único que las motiva a actuar cada día.
Piper Chapman, la «protagonista», ha pasado de ser uno de los personajes más aburridos, a tener momentos de gloria en la cuarta temporada. Chapman se siente, y cree proyectarse, como una mafiosa, y logra cierto éxito, por un instante, hasta que una situación se le escapa de las manos. El sexto episodio significará un giro tanto para ella como para toda la prisión. Chapman llega demasiado lejos en su fantasía, y termina generando una pesadilla en la realidad. Acá no es el sueño de la razón el que genera monstruos, sino el propio sueño de por sí el hace brotar el miedo y la radicalidad.
Cabe destacar que esta temporada cuenta con varios personajes nuevos que le dan otros conflictos a la serie que hasta ahora no había. Ya en la temporada pasada sabíamos que Judy King, una famosa cocinera que las presas ven en televisión, terminaría ella misma llegando a la cárcel. Los privilegios que tiene, y la sensación que ella transmite de sentirse en un reality show, y ver la cárcel como un lugar exótico e interesante para su perfil como estrella televisiva, también da paso a que su imaginación empieza a afectar el comportamiento de sus compañeras. También aparecerán nuevos guardias quienes no solo trabajarán en la prisión sino empezarán a vivir cerca de ella. Por otro lado, la cárcel ahora pertenece a una empresa privada, lo cual de por sí altera el orden y la forma en cómo se manejaban las cosas hasta ese momento. No hay que olvidar, por supuesto, que en Estados Unidos, las cárceles privadas se presentan como un negocio muy lucrativo. Esta temporada de Orange Is the New Black da cuenta de ello.
Sí, sin duda podemos encontrar características similares a temporadas pasadas. Nuevamente, se van formando bandas en la cárcel donde lo primordial es la raza. Sí, sin duda el origen social, y el privilegio que tienen algunas de las prisioneras sobre otras dispara las acciones. Sin embargo, no es otra cosa sino la fantasía de cada una de ellas lo que hace de esta temporada una de las mejores.