Parra viene con destornillador

por · Septiembre de 2014

Si no hubiera estado Parra, hace años ya que la poesía se habría convertido en un artículo de museo.

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¡Dime! ¿tú te crees que protestas?
 ¡Dime! ¿me aseguras que protestas?
 ¡Dime! ¿ tú te crees un rebelde? ¿o algo así?
 ¡Oye! Tú te quejas de la polución
 ¡Hablas! Sobre la automatización
 ¡Dime! ¿ Tú te crees un juglar moderno? ¿o algo así?

Defiendes a la humanidad
 lloras porque el mundo está muy mal
 criticas a la sociedad
 dices tú que todo debería cambiar
 En el escenario folklorizas tu voz
 muera la ciudad y su contaminación
 Con tus lindas melodías y romántica simpatía
 Nunca quedas mal con nadie...

(Los Prisioneros)

 

Una vez me preguntaron qué música me gustaba y contesté que Can y Captain Beefheart. Una vez fui a una fiesta con unos anteojos de sol marca Carrera. Una vez me dejé ver entrando al cine a una película de Ingmar Bergman. Todo eso lo hice como un impostor: a mí ni me gustaban esas bandas, no tenía la plata para comprar esos lentes, ni tenía los sesos para entender al director sueco. Todo eso era una impostura, y yo era un impostor que me hacía pasar por otra cosa.

Quizá no era tan malo o tan pecado, después de todo. Mal que mal, parece el mal de nuestra época: dejarse ver en el lugar adecuado, vestirse de manera de pasar por otro, ir al bar de moda porque es la moda. De eso estamos llenos y me tinca que si no hiciéramos —pocos o muchos de nosotros— estas cosas, nuestra sociedad simplemente se vendría abajo.

Igual, si hiciéramos que esto durara todo el tiempo y ocurriera en todos lados, sería el infierno: una sociedad hecha solo de apariencia o simulacro en que nada es real y todo se desvanece en su propia intrascendencia.

Por eso es necesario el cinismo y la desacralización. Si no hubieran estado Los Prisioneros cuando todo el mundo se hacía pasar por cantante del Canto Nuevo, nos hubiéramos asfixiado.

Y si no hubiera estado Parra, hace años ya que la poesía se habría convertido en un artículo de museo.

La impostura

Leonidas Morales (1972) lo deja clarito en su texto, “La poesía de Nicanor Parra”. Uno de los resortes de su obra es la liquidación de las imposturas, los simulacros, las máscaras. Hasta antes de él, la poesía en nuestro continente y en el mundo había entrado en un callejón sin salida en el que el lenguaje, el tono, la voz, la idea misma del poeta, estaban atrapados en su propia parafernalia. La poesía había creado palabras, giros, expresiones, gramáticas que eran solo de ella, y que solo podían entenderse como un lenguaje de iniciados. Ese es el gran mal de la poesía, y lo veo año tras año cuando llegan los nuevos estudiantes a Literatura: palabras sacadas de los rincones más ocultos del diccionario, modismos que solo se entienden a sí mismos, construcciones gramaticales alambicadas y llenas de retruécanos inoficiosos.

Parra realiza con la Antipoesía dos gestos complementarios. El primero es el ataque en el contenido de sus poemas de estas imposturas, como en “Oda a unas palomas”:

ODA A UNAS PALOMAS

Qué divertidas son
Estas palomas que se burlan de todo
Con sus pequeñas plumas de colores
Y sus enormes vientres redondos.
Pasan del comedor a la cocina
Como hojas que dispersa el otoño
Y en el jardín se instalan a comer
Moscas, de todo un poco,
Picotean las piedras amarillas
O se paran en el lomo del toro:
Más ridículas son que una escopeta
O que una rosa llena de piojos.
Sus estudiados vuelos, sin embargo,
Hipnotizan a mancos y cojos
Que creen ver en ellas
La explicación de este mundo y el otro.
Aunque no hay que confiarse porque tienen
El olfato del zorro,
La inteligencia fría del reptil
Y la experiencia larga del loro.
Más hipnóticas son que el profesor
Y que el abad que se cae de gordo.
Pero al menor descuido se abalanzan
Como bomberos locos,
Entran por la ventana al edificio
Y se apoderan de la caja de fondos.

A ver si alguna vez
Nos agrupamos realmente todos
Y nos ponemos firmes
Como gallinas que defienden sus pollos.

De Poemas y antipoemas (Santiago, Nascimento, 1954)

En este y en otros poemas, como “Madrigal”, el contenido muestra que las licencias poéticas no tienen en realidad sentido. Que muestran algo que no es cierto, que falsifican la realidad.

El segundo gesto, que es complementario o incluso suplementario del anterior, es el de la revolución de las formas. Parra tira por la borda la alta poesía impostada usando el lenguaje cotidiano, el lenguaje llano de la calle. Se podría decir que es un poeta con calle, no el de la “torre de marfil” del modernismo latinoamericano. Cuando hace esto, lo que ocurre es que Parra sintoniza incluso con el potencial lector o lectora que no gusta de la poesía, como en “Aromos”:

AROMOS

Paseando hace años
Por una calle de aromos en flor
Supe por un amigo bien informado
Que acababas de contraer matrimonio.
Contesté que por cierto
Que yo nada tenía que ver en el asunto.
Pero a pesar de que nunca te amé
-Eso lo sabes tú mejor que yo-
Cada vez que florecen los aromos
-Imagínate tú-
Siento la misma cosa que sentí
Cuando me dispararon a boca de jarro
La noticia bastante desoladora
De que te habías casado con otro.

De Canciones Rusas (Santiago, Nascimento, 1964-1967)

Con estas dos armas en la maleta, Parra destroza lo que se entendía por poesía hasta que él monta, como dice el recordado poema, su “montaña rusa”.

No se trata, por cierto, de algo que sea una novedad completa. Ya en la poesía medieval se encontraban estos recursos, como le cuenta a Huneeus en la entrevista que se publica también acá en paniko. Parra rescata un modo de hacer poesía que por ello mismo vale mejor llamar Antipoesía, y donde al “anti” no significa tanto “lo contrario”, como sí significa “antídoto”. Hay que curarse de los males de la poesía alambicada y artificiosa, y para ello hay que reventar los temas y los modos tradicionales, de manera que se trate siempre de una poesía joven. Así, las imposturas se revelan de lo insulsas que son, y de esa manera nos curamos del romanticismo y del modernismo y nos reencontramos con el lenguaje de la tribu.

Pero…

El problema con todo esto es que el develamiento de la impostura puede llegar a ser otra impostura por sí misma. Lo dice el poeta Corrales(¡) en un posteo reciente en facebook:

«Un vejestorio andante, un profesor bueno para las lucas que con 40 años le dio por la poesía para engrupirse minas. Como tenía hermanos con talento, les robó todo. Se codeó con los poetas obesos de la época que abogaban por la igualdad y el bien común. Se fue a Europa a seguir engrupiendo minas. Hizo que la poesía, una cuestión tortuosa, fuera fácil. Le compraron el mono. Encantador el viejo de mierda. Siguió en las matemáticas, le siguieron comprando. Parece que hay algo en la ingeniería, pero nada bueno le ha pasado a Chile salvo una torre horrible en la entrada al mundo cuico. Se hizo muso de cuicos tiraos a choros y de los choros tiraos a cuicos. Donde pone la cara, cobra. En su centenario su mejor talento es su cuenta corriente».

Fuerte lo de Corrales(¡), pero no por eso algo que no nos haga reflexionar en este centenario. La antipoesía puede ella misma volverse lo que ha tratado de desbaratar. El mismo Parra, precavido de este peligro, lo sostiene directamente: “La poesía pasa – la antipoesía también” (“Nota sobre la lección de la antipoesía”, Hojas de parra, Santiago, Ganímedes, 1985).

***

La foto de Álvaro Bisama con Parra: «feliz por mi amigo nicanor. acá una foto de cuando estuvimos en Las Cruces, comiendo caldillo de congrio y hablando de todo un poco».

parra x bisama

Especial Nicanor Parra

Parra viene con destornillador

Sobre el autor:

Ricardo Martínez (@terceracultura) es PhD en Lingüística de la PUCV y Magíster en Estudios Cognitivos y Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas, con mención en Lingüística, de la U. de Chile. Fue asesor musical de la serie de Canal 13 Los 80 y se desempeña como profesor en la UDP.

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