Revisión del lanzamiento en vivo del oscuro Emanuel, el nuevo disco de Pedropiedra que tuvo en escena a un puñado de invitados.
Por Gonzalo Garay.
Era un viernes futbolero, de un inexplicable empate. La sensación habitual de estar a punto de lograrlo y terminar empatando. Pero dicen que las penas se van cantando y con La Cúpula del Parque O’Higgins a un 80% de su capacidad Pedropiedra salía a hacer de las suyas y armar la fiesta.
El cartel anunciaba que los niños menores de 10 años podían entrar gratis y eso se tradujo en muchos pre púberes dando vueltas por ahí, incluida la pequeña hija de Gepe, que sentada sobre los hombros del músico se hacía notar con unas antenas luminosas en su cabeza. Pedro Subercaseaux, que fue padre hace poco, hacía el guiño paternal para que nadie se perdiera el lanzamiento de su tercer disco titulado Emanuel.
Sin preámbulos sale al escenario el ex CHC y Hermanos Brothers, encandilando al público con una actitud que se aleja del rockstar nacido en un pueblo al sur de Estados Unidos, sin mensajes panfleteros entre canción y canción ni mañas de chico malo. El imán con el que captura las miradas y se gana el respeto es el de alguien que viene de vuelta, que no necesita impresionar a nadie.
Luego de “Emanuel”, la introducción con que abre el nuevo disco, comienza la atmosférica “Eclipse total”, avisando la oscuridad e introspección que envuelve a casi todo el resto del disco. “Carteles gigantes” recuerda a sus discos anteriores, con esos coros pegajosos y letras con pensamientos pendejos de esos que acompañan toda la vida, por muy viejos y peludos que estemos.
De ahí suena tal vez mi favorita del disco, “Lima”, donde aparece el primer invitado de la noche, el fundador de Aplaplac Álvaro Díaz. Ahí estaba el co-guionista de 31 minutos, poniéndole empeño, con personalidad, energético y por más que uno se imaginara a Juan Carlos Bodoque al micrófono y las pifias de la voz, se imponía la figura de un tipo buena onda, el mismísimo productor del disco, que incluso escribió algunas canciones de Emanuel. Fue el primer momento alto del show. Vendrían muchos más.
Luego sonaron “Pasajero”, el acertado primer single de la nueva producción y la pausa romántica con “Paraguas y máscaras”. En escena pasaban invitados, acompañamientos de bronces, pantallas gigantes, momentos donde toda La Cúpula saltaba, gente aferrada a su celular grabando canciones que nadie más va a querer ver por lo borrosas y movidas y con una basura de audio, pero igual. Y así hasta que sale Gepe cantando “Granos de arena” cuando una amiga me dice que ahora baila como Álex Anwandter. Con “Seres”, la canción que cierra el disco, aparece un sonriente Jorge González en las pantallas cantando a dúo con Pedropiedra y sacando los aplausos de rigor.
Como un jugador que se echa el equipo al hombro, saltando gritando, tocar una versión con Sonido Ácido para “Algo está pasando” de De Kiruza, abrazar a un tipo que salió desde el público a cantar con él, colgarse la guitarra de palo para hacer un cóver de “Déjenme” de Álvaro Scaramelli, tirándose al público en dos ocasiones y seguir cantando mientras es sostenido por la gente, y cerrar todo con “Inteligencia dormida” de su primer disco.
Así se cerraba otro lanzamiento para uno de los buenos discos aparecidos este año, donde Pedropiedra muestra que tanto en estudio como en vivo está más impredecible que nunca.