Sobre las particulares apreciaciones de Pilar Sordo en un evento particular: el lanzamiento de su último libro, en un salón de Providencia, entrevistada por Tomás Cox.
Sobre las particulares apreciaciones de Pilar Sordo en un evento particular: el lanzamiento de su último libro. En un salón de Providencia, entrevistada por Tomás Cox y rodeada de adultos mayores y Douglas.
Pilar Sordo escribe sus libros desde el índice. Una vez resuelto, sigue con el resto hasta completar las seis obras que en total ha publicado, las que presenta como largas investigaciones: «lo que yo hago es peregrinar y contar lo que fue ese peregrinaje». El pasado miércoles presentó las conclusiones de su última peregrinación, llamado No quiero envejecer, en un desbordado Instituto Cultural de Providencia.
El evento consistió de una recreación con público de Cara a Cara, el programa de La Red, aunque sin el canasto de cecinas. Entre los asistentes, señoras y adultos que la seguían atenta como si estuvieran frente a un gurú, esperando la revelación de los misterios del abuelo interior. Sentado en la silla del interlocutor, el periodista y productor de matrimonios Tomás Cox. Frente a él, la gran figura: Pilar Sordo, psicóloga de la Universidad Diego Portales, especializada en valores, familia y menopausia, exrectora del Instituto Profesional Luis Galdames, best seller nacional e internacional, charlista motivacional de alcance latinoamericano y, por encima de todas las cosas, mamá.
¿Cómo empezó la carrera de Pilar, la carrera de una mujer con «miedo de escribir una investigación»? Tenía un borrador que vieron en el grupo Norma. A ellos les gustó el libro. «Pensé que les iba a cargar. Y de ahí, empezó toda una extorsión emocional (para que publicara)».
Terminó de escribir el libro. Y luego otro y otro y otro.
Para Pilar, cada uno de sus libros es una guagua. Y compara ese momento, cuando la obra sale de la imprenta, con la depresión posparto. Ella cuenta que sus editores no la corrigen mucho, salvo aspectos estéticos. Pero en las cuestiones sobre su especialidad, no meten mano. «Yo soy obsesiva: rasgo patológico que me ha servido para escribir seis libros», destaca.
La psicóloga valora las cosas sencillas de la vida. En palabras de ella, «hay que disfrutar de lo simple y lo cotidiano». Y eso se convierte en la columna vertebral de sus análisis, de cómo hacer felices a los niños con un oso de peluche para rescatar la ternura en este país. Lo simple y lo cotidiano.
Pilar se debe a su lema y compone sobre una prosa también simple, aunque la ninguneen sus críticos. Ella se defiende afirmando que «en Chile, hay que hablar en difícil para ser inteligente». De paso, aprovecha de narrar la historia de una humilde mujer del norte del país: le dijo que no leía libros porque los sentía complicados, hasta que cayó en una de sus investigaciones. Luego, compró otra. Y se encantó con la lectura a partir de sus palabras.
No quiero envejecer
La idea que llevó a Pilar a escribir No quiero envejecer partió con una pregunta que, según ella, solían formularle: «¿Por qué los años no pasan por ti?».
Siente que tiene que ver con mantener una actitud. «La investigación termina probando que uno envejece como ha vivido», explica. Y lo reafirma contando que en su investigación las personas más viejas eran las que tenían 35 años, porque les dicen que a los 35 años están obligadas a tener una carrera hecha, una determinada posición social y un sueldo determinado.
Pero no: «La estupidez aumenta en la medida que aumenta la plata en la billetera». A renglón seguido, ella señala que «uno es viejo en la medida que tiene más recuerdos que proyectos: uno es joven mientras sigue teniendo proyectos».
En consecuencia, ella exhorta al Estado a que haga algo con la población mayor, que hacia 2025 serán más habitantes que la población joven. «Una de las conclusiones de mi investigación es por qué hay que jubilar a los 65 años». Precisamente, para que los ancianos logren mantenerse jóvenes distrayéndose de sus recuerdos y levantando proyectos.
Conciencia de valores
Tomás Cox cambia de tema y pregunta qué modelo de sociedad terminamos eligiendo. «Un modelo en el cual aumentan los ingresos sin la conciencia valórica para administrarlos», responde Pilar.
Según ella, la conciencia valórica estaría en parte en el respeto a los antepasados. «Los países que viven mucho mejor la vejez no tienen conflictos con sus ancestros. Y en ellos hay menos conflictos con la autoridad».
El respeto a la autoridad se vuelve algo importante para Pilar como factor cohesivo de una sociedad. «Las protestas funcionan porque surgen desde la rabia. Y eso pasa porque solo pensamos en los derechos y no en los deberes», fundamenta. Y, según ella –como lo ha dicho en otras ocasiones–, esa rabia de países «en donde de los deberes no habla nadie» nos vuelve personas egoístas, demandantes y exigentes.
Y no. Debemos buscar la felicidad. «El chileno cree que todas las respuestas están en las tres farmacias por cuadra», ironiza ella, emulando el estilo de su amigo y trampolín a la fama, el humorista Coco Legrand. La felicidad no está en estar examinándose, en la obsesión por saberse sanos: hay que dejarse vivir. Ella estima que «mientras no me joda (la enfermedad), prefiero morir de ignorancia».
Nuevo pilarsordismo: La felicidad es tener conciencia de la muerte.