Post-liberalismo y nuevos leviatanes

por · Noviembre de 2023

Los bienes humanos más básicos pueden ser universales, pero a menudo son sacrificados para luchar por valores específicos. La sociedad y los gobiernos pueden mejorar, pero lo que se gana siempre se puede perder.

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La etiqueta de renovada circulación intelectual en el mundo anglosajón se denomina post-liberalismo. Renovada porque aparece originalmente a fines de los años 80 como esbozo de una teoría política en Liberalism: essays in political philosophy, del filósofo inglés y escritor John N. Gray. En circulación actual porque viene operando como consigna regular para los males de nuestro tiempo.  

De manera general se puede sostener que los ‘post’ conllevan cierto tono peyorativo, además de procrastinación reflexiva amparada en la complejidad del fenómeno que buscan analizar. Por lo mismo, sus diagnósticos se reciben con cautela y si convencen lo hace de modo provisorio, como a la espera de que la situación se defina. Postmodernos llevan en eso más de medio siglo y no por ello sus ideas han logrado sepultar los principios básicos de la modernidad. Con el post-liberalismo, sin embargo, algunos han reconocido que, pace su creatividad poética, las claves que provee para retratar el presente serían suficientemente acertadas como para poner en duda la continuidad del pensamiento liberal.

El escenario donde se origina el concepto es el siguiente. El pensamiento liberal, más allá de sus muchas variantes, poseería al menos cuatro características comunes en tela de juicio. Primero, su carácter individualista, es decir, la primacía del individuo por sobre cualquier colectividad social. Luego, su igualitarismo, que confiere a todos los seres humanos el mismo estatus moral y niega la relevancia política o legal de sus diferencias valóricas. Tercero, su carácter universal, que afirma la unidad de la especie humana y asigna importancia secundaria a formas culturales específicas. Por último, su meliorismo; ese pensamiento metafísico que concibe al progreso como real, y que refuerza la afirmación liberal según la cual corregir y mejorar las instituciones sociales es posible. 

Las razones para el supuesto declive de estas ideas estarían en la atrofia de las mismas y su cumplimiento, hasta cierto punto, lógico. Si usted piensa, por ejemplo, en cuál sería la razón por la que tanta identidad auto-definida hoy reclama su reconocimiento en la sociedad, tendría que encontrarla en la creencia liberal que afirma que cada uno de nosotros tiene libertad para decidir qué o quién quiere ser según sus propios intereses. Ideas como la anterior, propias de la concepción moderna del ser humano, se habrían exacerbado al punto de engendrar nuevas tiranías cuya ambición se muestra, hasta ahora, desatada. Desigualdades, polarización, guerras identitarias, declive medioambiental, entre tantas catástrofes, serían la hipertrofia del pensamiento liberal en lo que Gray ha reformulado como ‘hiper-liberalismo’. En su último libro The New Leviathans publicado en septiembre, retoma a Hobbes para afirmar de manera tajante que éste es el único liberal digno de ser leído y el único que puede explicar el colapso de las ideas centrales del pensamiento liberal. 

Thomas Hobbes pasó a la historia de la filosofía política por escribir en 1651 el Leviatán. Allí expone su tesis del ‘estado de naturaleza’; esa condición natural de la humanidad en que todos están en guerra contra todos, y donde la vida según Hobbes es ‘solitaria, pobre, asquerosa, bruta y breve’. El filósofo cree que dos individuos se encuentran en estado de naturaleza, uno con respecto al otro, si no tienen una autoridad común por sobre sus cabezas. Tal cosa es así por un principio de igualdad basado en la fragilidad de la vida. La igualdad radica en que aún el individuo más débil puede vencer al más fuerte, sea por maquinación secreta o por acuerdo con otros en igual peligro, dice Hobbes. Y es precisamente esta igualdad en la habilidad de vencer la que nos confiere a todos la misma esperanza de conseguir nuestros fines. Por tanto, si esto es así, nadie tiene razón para ceder a otros en la conquista de sus deseos. 

Aunque usted pueda pensar que esta descripción pertenece a la época de las cavernas, Hobbes cree que la ruptura de la sociedad y su transformación en anarquía es algo que puede ocurrir en cualquier época y gobierno. Para prevenir ese estado natural, el Levitán representa a ese tercero sin miedo que, convertido en soberano absoluto, por sí solo, puede traer paz a una humanidad ingobernable. 

Tal desconfianza radical en la condición humana no impidió a Hobbes ser un creyente de la razón ilustrada de su época. Solo así se explica Gray la pregunta que formula en su libro. ¿Por qué en un estado de naturaleza plagado de suspicacia, alguien querría arriesgarse a un acuerdo para erigir un soberano absoluto? El autor cree que el contrato social de Hobbes no es más que un mito de la razón y el miedo que lo origina nunca repara en las innumerables ocasiones en que los humanos desafiamos a la muerte por causas que creemos superiores o, peor aún, por el simple placer de destruirlo todo. Cuando Hobbes afirma que la autoconservación es el camino hacia la paz, Gray cree que no escribe como realista sino como visionario utópico.

Las ideas del pensamiento liberal contenidas en los escritos políticos de Hobbes resultan ser para este análisis solo verdades a medias. La razón es que los seres humanos pueden ser iguales en su necesidad de protección contra ellos mismos y sus vecinos, pero regularmente ceden a la paz y seguridad para defender formas de vida que creen superiores a otras. Los bienes humanos más básicos pueden ser universales, pero a menudo son sacrificados para luchar por valores específicos. La sociedad y los gobiernos pueden mejorar, pero lo que se gana siempre se puede perder.

En los siglos que sucedieron a estas ideas pareció que Hobbes se había equivocado. La ley limitó el poder de los estados. La derrota del nazismo y el comunismo mostró que gobiernos liberales eran más efectivos que cualquier dictadura. Al término de la guerra fría, muchos creyeron que la democracia liberal se había vuelto universal. No tan rápido, piensa Gray, quien argumenta que los estados actuales en vez de abogar por extender libertades y resguardar contra la tiranía, protegen del peligro y de paso amplían su rango de acción hacia horizontes no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. Tal característica expansiva es la que diferencia el leviatán de Hobbes de los nuevos leviatanes que describe Gray. En Hobbes el leviatán tiene objetivos estrictamente limitados. Fuera de proteger a sus súbditos contra ellos mismos y sus enemigos, no tiene competencia. Por el contrario, el propósito de los nuevos leviatanes es más ambicioso y busca asegurar el sentido de la vida de sus súbditos por medio del diseño de sus almas. Aunque prometan seguridad, los nuevos leviatanes no hacen sino fomentar la inseguridad en nuevas guerras de todos contra todos que Gray denomina ‘estados de naturaleza artificial’. 

¿Cuáles serían estos nuevos estados de naturaleza artificial? Los ejemplos más tempranos se encuentran en el régimen bolchevique y su homo sovieticus, al que Gray dedica todo el segundo capítulo del libro. En la actualidad, los estados occidentales estarían capturados por una versión hiperbólica del pensamiento liberal. Ambos tienen de común una lumpen-inteligencia que se vuelve políticamente poderosa y la fe en que los seres humanos poseen capacidades superlativas propias de cualquier divinidad. 

En el primer caso, el texto recuerda un conjunto de estadísticas perturbadoras sobre el régimen soviético, resaltando a ese individuo solitario real que desconfía de todo y de todos. Empleando un conjunto de pequeñas biografías de desertores del régimen, Gray afirma que toda utopía que vaya a la búsqueda de la emancipación racional, no puede sino ser distópica y destruir el alma de aquellos que pretende convertir. En el segundo caso, la búsqueda de una auto-definición ilimitada ha generado otro estado de naturaleza artificial donde individuos y grupos libran una guerra de todos contra todos en defensa de las identidades que supuestamente dicen proteger. 

Cabe preguntarse a estas alturas por qué Gray afirma que Hobbes es el único capaz de explicar el colapso del pensamiento liberal cuando sus propios escritos apoyan las ideas centrales del liberalismo. La respuesta está en el tratamiento que Hobbes hace del absurdo, a partir de observar como los seres humanos se dejan poseer por las palabras. 

Sabido es que Hobbes tenía poco respeto por la filosofía clásica. Despreciaba a Platón, Aristóteles y sus discípulos medievales. Todos ellos, pensaba, tratan a las palabras como si fueran cosas. Imaginan que abstracciones conjuradas por el lenguaje son realidades con existencia independiente y de esa manera han venido engañado a la mente humana durante siglos. En el capítulo 13 del Leviatán, afirma que el privilegio del absurdo es propio de los hombres, pero aquellos que profesan la filosofía son los más sujetos a él. Para Hobbes los humanos somos máquinas gobernadas por las leyes de la materia, pero máquinas soñantes que no paramos de imaginar nuevos mundos en nuestras mentes creativas. 

Comprenderá usted como resuenan estas palabras cuando la lucha por el control del pensamiento y el lenguaje se libran por todas partes. Juzgue además si los ejemplos que Gray propone en su libro, por alguna razón, le parecen familiares. En escuelas y universidades la educación inculca conformidad con la ideología progresiva gobernante. Las artes se juzgan en tanto sirven a propósitos políticos aprobados. Disidentes de las ortodoxias de raza, género o imperio ven sus carreras canceladas. Bibliotecas, librerías, galerías y museos excluyen puntos de vista que se condenan como reaccionarios. Un estado de naturaleza artificial diseñado y reforzado por la propia sociedad civil. Así, en un mundo intelectual perplejo que evita preguntas difíciles, prescinde de justificar opiniones, sostiene toda posición como igualmente válida y tiene miedo a ofender, todos están en guerra con todos. 

The New Leviathans cierra con esa idea de libertad que ha poseído a occidente y cuya mayor debilidad, cree Gray, es carecer de coordenadas morales universales. Esa fantasía moderna de auto-diseño ilimitado como destino histórico parece estar llegando a su apoteosis final. Lo mejor que se puede hacer, piensa el autor, es alcanzar una coexistencia pacífica de diferentes modus vivendi y, tal como Hobbes pensó en su momento, reconocer que la paz se puede alcanzar en diferentes regímenes, sin que una misma forma de vida sea aquella por la que todos deberíamos optar. Así, cuando vemos como estallan nuevas guerras y al morir por una idea los seres humanos ejercen su privilegio al absurdo, quizá Gray tenga razón al afirmar que Hobbes es, después de todo, el único liberal digno de volver a examinar.   

Post-liberalismo y nuevos leviatanes

Sobre el autor:

María Victoria Barriga es Licenciada en Estética.

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