Leída la 7ª versión de la Furia del Libro, esta presentación le debe mucho al azar.
Esta presentación fue leída en el lanzamiento de El margen de la propia vida (Alquimia ediciones, 2013) de Carlos Cociña, el 21 de diciembre de 2013, durante la 7ª versión de la Furia del Libro. Escribí todos estos fragmentos por separado, los recorté y coloqué dentro de un sobre. Luego fueron mezclados por el propio Carlos y los fui leyendo de acuerdo a ese orden aleatorio, el mismo orden que reproduzco aquí. El primer fragmento que apareció fue el título de la presentación.
El último poema que me apareció de A veces cubierto por las aguas fue el que termina con «Otras islas vendrán a estos territorios. Las ocuparemos para alejarnos de ellas en los únicos viajes posibles. Aquéllos que nunca nos alejarán del primer valle o playa donde no supimos de nada, pero siempre estuvimos ahí». Ese final me recordó mucho al de Espacios de líquido en tierra, que también concluye con una mezcla de melancolía y fe imposible: «Sin embargo hay otros parques y jardines, pero nunca los vi. Pasé por ellos y no pude encontrar sus marcas. Sé que existen pues las vi perderse en esos senderos».
En muchos pasajes de Espacios de líquido en tierra está el lenguaje científico que caracteriza la escritura de Carlos Cociña: «La oscilación de las ondas cerebrales mueve los músculos de los sonidos, los que remiten a los deseos que no se quiere emitir». Es interesante leer el desarrollo de este estilo como un precalentamiento para su libro siguiente, Plagios del afecto, donde derechamente copia y altera mínimamente textos científicos. En uno de los fragmentos de sus entrevistas incluidos en el apéndice crítico de El margen de la propia vida, responde: «¿Por qué plagio textos no literarios, artículos científicos? Porque pretenden hablar desde la verdad, y sé que eso es mentira».
En la versión de A veces cubierto por las aguas, interpretada por Carlos Cociña y la Orquesta de Poetas, los textos son leídos desde la proyección de una pantalla a medida que son lanzadas por el motor de búsqueda aleatorio. Esta lectura es acompañada por un acompañamiento acuático, a cargo de Federico Eisner y Fernando Pérez, quienes mueven el agua en un bol, hacen gárgaras, hacen brindis y hacen sonar las copas, en una caótica ceremonia. Juan Pablo Fante toca notas largas y tensas con el contrabajo. El ambiente es dramático, como si se respirara una inminente tragedia.
Fue gracias a la Iglesia Católica que conocí a Carlos Cociña. En 1993, participaba en el coro de una parroquia y realizábamos las reuniones en la casa de Loreto Varas, su mujer. A veces veía de refilón a Carlos, quien saludaba apurado. Creo que nos miraba con sospecha. Luego tuve la suerte de conversar con él y con extrema generosidad y afán pedagógico me comenzó a prestar libros. Siempre recuerdo que me insistió mucho en que leyera a Paul Celan, y más encima me prestó La nueva novela de Juan Luis Martínez para que la fotocopiara.
En 1967, Octavio Paz analizaba las nuevas posibilidades que ofrecía el “computer” como redactor de poemas, y concluía: «la técnica cambia a la poesía y la cambiará más y más. No podía ser de otro modo: su intervención afecta tanto a la transmisión y recepción de poemas como a los métodos para componerlos». 20 años después, el teórico Vilém Flusser se preguntaba por los cambios de paradigma que producirían los computadores en la nueva escritura. Proponía que el nuevo poeta sabe que debe calcular su experiencia, disectarla en átomos de experiencia para poder programarla digitalmente. De algún modo, pienso que esta noción de la escritura no sólo está presente en aquellos libros que Carlos Cociña ha proyectado para la pantalla, sino también para sus libros en papel. La relación más fructífera entre la literatura y tecnología se da, como propone Eric Vos, cuando ambas se relacionan en tanto poéticas, es decir, cuando la literatura es comprendida como tecnología.
The Unfortunates, de B. S. Johnson, fue publicada en 1969, en una caja que contenía 27 cuadernillos de longitud irregular, para que el lector pudiera recombinarlos y leerlos en cualquier orden, exceptuando el primero y el último, que ya estaban prefijados. Buscaba representar de manera lo más exacta posible la aleatoriedad de la mente, la falta de estructura con la que recordamos las cosas y recibimos impresiones. Este formato se respetó en las ediciones inglesas, pero no así en la traducción húngara, pues por motivos económicos se tuvo publicar como un solo libro cosido. Johnson tuvo que incluir una nota explicativa al final proponiendo un complejo sistema para reproducir las condiciones de la primera edición. En el traspaso de la versión digital de A veces cubierto por las aguas al papel, Carlos Cociña tuvo más suerte con su editor.
Sin ninguna duda, Carlos Cociña es el poeta con mejor voz de Chile. Paradójicamente, he tenido el dudoso honor de deformar su voz para la versión de A veces cubierto por las aguas que realizamos con la Orquesta de Poetas. Allí, mezclé su voz de manera paulatina con efectos que le dan un carácter inhumano, hasta adquirir un alto grado de extrañamiento que contrasta con el tono descriptivo y neutro de los textos. Para ello utilicé un plug-in que se llama “The Mouth“, creado por Tim Exile, que en rigor es un sintetizador controlado por los sonidos que va recibiendo. Además utilicé un tipo especial de reverberancia que devuelve los ecos, pero en sentido inverso. Mientras preparábamos todo esto, Carlos quería que su voz estuviera lo más oculta posible, y me decía «ponle más, ponle más».
Composition nº 1 de Marc Saporta fue publicada en 1962. Está compuesta por hojas sueltas, impresas sólo por un lado, que deben ser barajadas por el lector. En 2011 se realizó una nueva versión, pero ahora como aplicación para iPad, en la que el propio dispositivo provoca el orden aleatorio. Este camino del soporte impreso al digital es el reverso del recorrido de A veces cubierto por las aguas.
Espen Aarseth, en Cybertext. Perspectives on Ergodic Literature, define la literatura ergódica como aquella en que se requiere un esfuerzo no trivial por parte del lector para recorrer el texto. Esta categoría no es exclusiva del soporte digital, pues propone que también hay ejemplos de libros impresos que obligan a un esfuerzo similar, como el I Ching, Cent Mille Milliards de Poèmes de Raymond Queneau, Composition nº 1 de Marc Saporta y The Unfortunates de B. S. Johnson. Podríamos agregar, como aporte nacional, El árbol del lenguaje en otoño, de Andrés Anwandter, y, ahora, A veces cubierto por las aguas.
Me resulta extraño decir que estoy muy emocionado de presentar la obra de un poeta que se caracteriza precisamente por la contención de sus emociones.
En su prólogo, Ricardo Espinaza destaca que la obra de Cociña no está vinculada «a una generación poética en particular», sino que «constantemente goza de la contemporaneidad. De una contemporaneidad en constante experimentación poética y una contemporaneidad constantemente joven». Justo hace un par de días me encontré con Germán Carrasco en la calle y lo invité, con la inocencia que me caracteriza, a la celebración de los diez años del Foro de Escritores. Germán, con la paranoia que lo caracteriza, me dijo: «Ustedes tienen a un buen padrino, a Carlos Cociña». Le respondí que se equivocaba, que Cociña no era padrino del Foro de Escritores, sino que era un miembro más del Foro de Escritores. Creo que esto tiene que ver con lo que señala Espinaza.
Recuerdo cuando hace algunos años invitamos a comer a Carlos y Loreto a nuestra casa, y llegaron con Espacios de líquido en tierra como regalo. Esa noche estaba resfriado, y gracias a que Carlos fumaba mucho, terminé de resfriarme aún más. Leí el libro en los días siguientes, en cama y medio mareado. Recuerdo que me provocó una sensación de delirio, que ahora me ha costado distinguir al releerlo.
Este nuevo libro de Carlos Cociña, está compuesto por:
– un título: El margen de la propia vida.
– un fragmento de una reseña de Alejandro Zambra sobre la reedición de Aguas servidas en la contratapa.
– una breve arte poética perteneciente escrita especialmente para la antología Veinticinco años de poesía chilena, compilada por Teresa Calderón, Lila Calderón y Tomás Harris.
– un prólogo de Ricardo Espinaza, del cual también se incluye un fragmento en la contratapa.
– el libro Espacios de líquido en tierra, publicado en 1999 por Intemperie Ediciones.
– el libro A veces cubierto por las aguas, publicado digitalmente en 2003 en el sitio poesiacero.cl, pero que ahora se incluye con cada uno de los textos impresos en páginas sueltas dentro de un sobre, para que el lector produzca una lectura aleatoria.
– una sección de adelanto de un libro inédito: La casa devastada.
– un apéndice crítico con fragmentos de sus entrevistas.
– un conjunto de poemas, Seis bestias, publicado en 2006 en la revista electrónica lanzallamas.com.
Me puse a rastrear mis correos hasta encontrar el que Carlos Cociña me envió el 31 de diciembre de 2003: «me siento contento de poder decirte que poesiacero.cl está en el aire». En otro correo días después se refería a A veces cubierto por las aguas como un texto que «aunque eventualmente se podría publicar en soporte papel y/o libro o plaquette, ha sido elaborado para ser leído y visto en la red».
Al sacar del sobre los poemas de A veces cubierto por las aguas, el primero que me apreció fue el que comienza con «La estupidez está en el estado de casi plenitud». En esta relectura, que a la vez funcionaba como una primera lectura, se me hacía más patente el carácter fragmentario del conjunto, paralelo al sujeto que lo sostiene desdoblado en una mezcla entre primera, segunda y tercera persona. No se trata de pedazos de una misma unidad que podría ser reconstituida, sino que todos operan excéntricamente, disparando para distintos lados.
Recojo dos fragmentos de Espacios de líquido en tierra: «La memoria se destruye en cada nueva invención que es la reiteración casi exacta de la anterior»; «La necesidad de construir mapas interiores en retrospectiva». Pienso en los nuevos sistemas de respaldo automático de datos de los computadores, que cuando reemplazan una versión antigua de un documento borran alguna parte que hubiéramos deseado conservar. Pienso también en la aplicación que tienen algunos computadores, “Time Machine“, que permiten restituir el estado de un computador días o meses atrás, para evitar estos descalabros.
En el adelanto del libro inédito La casa devastada el lenguaje es ya casi puramente descriptivo. Apenas hay algunos destellos un poco más connotativos, ni siquiera propiamente líricos, pero su efecto es potente, pues tiñen las palabras que los rodean. Es como si el lenguaje fuera una red muy tensa, de la que se pulsa apenas uno de sus hilos. Es como si un redactor de manuales de computación se convirtiera súbitamente en poeta.