Desde Barcelona, primeros apuntes del Primavera Sound Festival.
1.
El avión está próximo a aterrizar en Madrid, parada antes de Barcelona y su Primavera Sound, y poco a poco —intercalándose con el ruido propio de una turbulencia incómoda— comienzo a oír un ruido extraño, ininteligible. Me preocupo; quizás ese sonido mínimo es la partida de una falla en alguna turbina, un problema en el sistema de comunicaciones. Todavía en el aire, una vez desplegado el tren de aterrizaje, el sonido comienza a hacerse distinguible: es una canción, o al menos se identifca una guitarra y una voz. Ya en tierra, Jason Mraz canta animosamente por los parlantes del avión; dice que es nuestro, de todos y cada uno de nosotros.
Me intrigan profundamente las canciones de aterrizaje. No sé en qué momento se consideró una buena idea volver a poner los pies en la tierra bajo un himno común, evitando la elección individual de quién y cómo nos quitará el nerviosismo y acompañará en ese momento especial de cada vuelo. ¿Jason Mraz fue una decisión de la gerencia de la aerolínea? ¿Acaso es el capitán junto a su tripulación quienes deciden el soundtrack del descenso? Más importante todavía, ¿por qué solo canciones al momento de aterrizar y no también al despegar? La ciencia probablemente ya ha resuelto el problema, pero en lo que a mí respecta, si lo buscado es generar un ambiente de relajo y seguridad, mis nervios se reparten por partes iguales entre esa subida y bajada de los cielos.
2.
Una de las ideas que va y viene reiteradamente en Psychotic Reactions & Carburetor Dung, libro que recopila los mejores textos de Lester Bangs, es la posibilidad que tiene la música de hacer daño, tanto físico como emocional.
Sobre el tema, en conversación con Kraftwerk, Bangs se adentra en la intención de los alemanes de experimentar con su audiencia, a lo que ellos responden: «Es nuestra música. Nosotros estamos manipulando al público. En eso consiste todo. Cuando tocas música electrónica, tienes el control de la imaginación de la gente en el salón, y puede llegar a niveles casi físicos».
En la misma línea, pero esta vez a propósito de una entrevista a Lou Reed tras el lanzamiento de su Metal Machine Music —un disco, literalmente, de ruidos sobre ruidos, absolutamente inescuchable—, el músico señala: «Hay también algunas frecuencias por ahí que son peligrosas (…) hay ciertas frecuencias que es ilegal poner en un disco (…) pero yo puse esas frecuencias en este disco. Lo probé durante intermedios de mis shows. Lo hicimos sonar muy despacio para ver qué pasaría, y lo que pasó fue exactamente lo que pensé que pasaría: peleas, mucha irritación (…) fue fabuloso, lo amé».
Kraftwerk y Reed.
Ejércitos de audiencias determinados por sonidos violentos. Sonidos violentos construidos para hacer daño.
Música peligrosa para aviones.
3.
¿Se seguirá un protocolo de seguridad al momento de elegir qué canciones acompañarán un aterrizaje? ¿Jason Mraz será un elemento de seguridad como las máscaras de oxígeno y los chalecos salvavidas? ¿Habrá sido alguna vez contactado Kraftwerk por una célula terrorista o, por el contrario, nos queda confiar en su música como arma de resistencia?
4.
De Madrid a Barcelona, ahora el trayecto es en tren. Este nos recibe con música clásica y aquí no hay tensión alguna, ni a la partida ni a la llegada. En la ciudad catalana hay amigos, un par de cervezas y, entre otros, estarán Dungen, LCD Soundsystem, Thee Oh Sees, Kamasi Washington, Titus Andronicus, Car Seat Headrest, Steve Gunn, PJ Harvey, Sheer Mag, Explosions in the Sky y Radiohead; música capaz de hacer daño, de pegar fuerte, física y emocionalmente. Canciones no destinadas al aire.
Claro está, que la seguridad se quede en los aviones, nosotros vinimos por lo otro.