QOTSA: el arte de madurar

por · Mayo de 2013

El crecimiento de los de Josh Homme es una maravilla. El stoner-rock que los caracteriza no se pierde, pero no los ancla, al menos en su inminente álbum de estudio Like Clockwork.

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Uno de los momentos más cargados de épica del pasado Lollapalooza fue este: Queens of the Stone Age calentaba lo que sería el show del headliner, Pearl Jam. Eddie Vedder sube al escenario y, con la banda de Josh Homme, revientan los parlantes tocando “Little Sister”. Una postal que se debe guardar en los archivos de lo mejor que se ha visto en cuanto a conciertos en este país:

Lo importante de esa presentación, aparte de la escena relatada, fue el estreno de “My God is the Sun”, el primer single de Like Clockwork, el nuevo disco de los californianos. El single, que sigue la fórmula de guitarreo potente y batería aplastante, funciona. Es muy de la onda del potente Song for the Deaf. Sin embargo, Like Clockwork (que sale formalmente el 3 de junio) no es como ninguno de sus precedentes, suena maduro. Se independiza del impacto habitual de la banda para explorar el lado armonioso.

Algo que se estuvo gestando por mucho tiempo (QOTSA llevaba seis años sin un trabajo nuevo, sin contar el trabajo de Homme con Them Crooked Vultures) y que, como su título, fue un trabajo de relojería. Las colaboraciones del disco están tremendas. Dave Grohl en la percusión, Alex Turner de Arctic Monkeys en guitarras y vocales, Trent Reznor (que ya había colaborado en el Era Vulgaris) y Elton John en piano. Todas presentes (la mayoría en el tema Fairweather Friends), pero ninguna opacando.

Entonces, tenemos como fórmula: largo tiempo para madurar un trabajo, un abanico de colaboradores tremendo y un desligue de la forma habitual. El resultado: unas letras llenas belleza y desolación. Comienza en llamas, bien ágil, pero al avanzar se impregna de melancolía guitarreada. Suena como a que la mujer que quieres y que te corresponde está a miles de kilómetros de distancia, esa que quiere estar contigo, pero los separa lo submarino (parafraseando a los Ases). Esa distancia irrompible cruel, plagada de obstáculos que te llena de nostalgia se acumula en la décima —y última— canción, la cual le da nombre al disco. Una balada rock aplastante, que no puede describirse con otra palabra más que “emotivo”. Como para convertirse en caricatura y terminar tomando solo en la barra de un bar, pero sin pendejadas.

El crecimiento de los QOTSA es una maravilla. El stoner-rock que los caracteriza no se pierde, pero no los ancla. La postal que crearon de su presentación en Lollapalooza sigue en pie, igual de potente. Like Clockwork, por otra parte, crece, madura, pero se niega a envejecer. Un verdadero trabajo de relojería, si se me permite el lugar común.

QOTSA: el arte de madurar

Sobre el autor:

Mariano Tacchi (@playeroycasual)

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