Sobre cómo una banda tan ajena al canon como Tame Impala ha terminado acomodándose y encabezando los grandes festivales.
«Trabajo mejor solo y casi siempre vivo mejor solo», explicó Kevin Parker, el hombre orquesta de Tame Impala, sobre su tendencia a la soledad y a grabar cada instrumento que suena en sus discos. ¿El ser humano está hecho para vivir en sociedad? Sería interesante responder desde un vagón del metro a las ocho de la mañana. Luego, habría que decir que Perth, la ciudad de Parker es un lugar que parece alejado de todo, en un país que ya está aislado del mundo como Australia. «Con el tiempo he aprendido a relajarme más con otras personas. No quiero que se piense que soy un bicho raro, pero estoy mejor solo. En este negocio hay demasiados idiotas como para declararse fan del ser humano, ¿me entiendes?». A punto de cumplir los 30 años, el músico no solo trajo de vuelta las buenas melodías: el pop psicodélico pasó a colarse entre los videos más vistos de Youtube y a figurar en los grandes festivales. Ahora, ¿cómo alcanzó todo eso? Arriba de los escenarios Parker canta con los ojos cerrados y una guitarra Rickenbacker, siempre descalzo y ensimismado en la imagen caleidoscópica de su música. Cuando no está de gira, le gusta pasarse los días drogándose en soledad y escribiendo canciones sobre su incapacidad para relacionarse con otras personas. Algo que calza con títulos como “Why won’t they talk to me?”, “Solitude is bliss” y Lonerism. Ese parece ser el secreto de su música, un desplazamiento como reveló hace poco en una entrevista: «se parece a la idea de ser arrastrado a otro lugar». Hay otros asuntos interesantes en Tame Impala: desde el segundo disco que Parker también programa las luces de sus conciertos. Que su primer instrumento fue la batería. Y que moldeó un estilo a punta de voces etéreas y delays de sintes y guitarras con tendencia a la digresión, un norte que ya estaba en el primer Ep del grupo. Sobre su sonido, Innerspeaker y Lonerism, los dos primeros discos de Tame Impala, fueron grabados de maneras distintas aunque con un mismo fondo: líneas de bajo hipnóticas y guitarras distorsionadas y reverberantes que forman una nube espesa. Ahora, en Currents, el disco más reciente de la banda (y el que los tendrá por cuarta vez en Santiago para Lollapalooza), la guitarra eléctrica perdió el timón de las canciones frente a los teclados y sintes que se repiten hasta el trance. Como pasa en sus otros discos, la gracia está en los sonidos y las texturas que agrega en la edición. Esos filtros en la batería de “Let it happen”, tal vez la canción que sirve de puente entre el pasado y el futuro de Tame Impala, son el resultado de un trabajo de laboratorio que comienza después de grabar cada instrumento. En ese instante, cuando Parker se sienta a nivelar los distintos sonidos con Dave Fridman, el responsable del sonido de MGMT y sobre todo de Flaming Lips, Tame Impala comienza un viaje que recién termina cuando uno, preso del efecto emocional que dejaron sus canciones, se ha asomado a la ventana a tratar de reconocer la calle en la que vive.