Reality

por · Octubre de 2010

Nuestra TV y los 33 mineros

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Los programas de televisión siempre realistas, en donde las cámaras están fijas enfocando lugares cerrados o cuando ésta es más bien movible, tratan de mostrarnos “la verdadera vida” de ciertos personajes que al parecer nos crean expectativas. Los programas con mayor rating acá en Chile y en el mundo tienen que ver con esa realidad que se ha llevado a diferentes niveles; desde tipos encerrados hasta jóvenes que prueban talento frente a un jurado de personas que, según dicen sus credenciales, son expertos.

Cientos de ejecutivos de canales alrededor del mundo se rompen la cabeza para mostrar la mayor realidad posible incluso poniendo a los concursantes en las situaciones más complejas para que así se puedan crear maravillosos momentos televisivos que hagan más vigoroso aún el aparato cuadrado.  De hecho, las series hoy en día son más vistas si es que traen un poco más de ese “realismo” y los personajes de éstas son capaces de demostrar la máxima humanidad posible. Los libros de las vidas de grandes personajes y de teorías conspirativas sobre temas históricos son más atractivos que las novelas de escritores que se rompen el lomo tratando de escribir una historia que parezca lo suficientemente cuerda.

¿Y todo  esto por qué es? Porque tratamos de buscar una cierta realidad que al fin y al cabo termina siendo más ficticia que la propia ficción.

Ahora, el problema es cuando la realidad se nos presenta pura en el televisor. No sabemos qué hacer ni cómo reaccionar, porque esa realidad instantánea y cruda es más fuerte que aquella moderada por los directores y productores. De hecho las autoridades buscan seguir un guión que no existe pero que deben fabricar para así poder guiarse por su propia realidad, esa que se remite a las condiciones de quienes tratan de escribirla.

El ejemplo claro es lo que hemos visto estos últimos días con el rescate de los mineros, lo que se ha ido convirtiendo poco a poco en un largo programa de televisión que debió ser acomodado para que, así, esa realidad humana no fuera tan humana, sino más televisiva. Los discursos del Presi, bajo una música algo gloriosa, nos hacen pensar que todo está maqueteado y que al igual que los concursantes de  programas de talentos, los mineros no tienen idea de que algunas risas o aplausos fueron pauteados para que fueran realizados en una cierta locación, con cierta luz. O que las frases llenas de ce-ache-í fueron ensayadas mientras subían por la cápsula. Y quizá, de otra manera no habría sido posible o no podría haber sido realizable la “transmisión oficial”. Porque la televisión conoce mejor esa realidad que la que ocurre objetivamente y que es menos bonita.

¿Qué habrá pasado esos días en los que nadie sabía si estaban vivos o no? Nadie lo sabe, porque quizá esos días hayan explotado su humanidad en su máxima expresión creando conflictos, llorando a gritos o dejando otras expresiones a la imaginación. ¿Pero quien lo averiguará? Nadie, porque eso escapa a la realidad que a los medios –tanto televisivos como escritos– quieren mostrar.

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Sobre el autor:

Francisco Méndez

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