Con una historia sencilla, Una noche de amor, del director argentino Hernán Guerschuny, desarrollada en unos pocos espacios, logra plasmar un filme entrañable y divertido de ver.
Si existe un género difícil de lograr con originalidad en el cine, ese es el de la comedia. Los gags, el chiste fácil, pueden arruinar fácilmente una película. No es el caso de Una noche de amor, del director argentino Hernán Guerschuny, quien con una historia sencilla, desarrollada en unos pocos espacios, logra plasmar un filme entrañable y divertido de ver.
Leonel y Paola tienen más de 40 años, dos hijos, y llevan tiempo sin compartir un momento juntos sin nada que los distraiga. Por casualidad, una noche terminan saliendo solos, y lo que promete ser una noche cualquiera, rutinaria, termina convirtiéndose en una velada diferente, una cita en la que se revelan verdades e intimidades y, por tanto, en una noche de amor.
La historia es creíble, las actuaciones convencen, se logra producir un humor que no es de la risa fácil, sino, más bien, el de la sonrisa que nos deja pensando y redimiéndonos con nuestros propios errores. Asimismo, la película cuenta con otro punto notable y es que no se siente ningún localismo latinoamericano, sino que el filme da cuenta, más bien, de problemas que le puede suceder a cualquier pareja a lo largo del tiempo.
Entre las escenas más divertidas, están las que se desarrollan en el auto de la pareja, los regaños de Paola a su esposo, así como las que ocurren en el restaurante, nuevamente con Paola explicando lo infantil que era su marido mientras ella estaba sufriendo en la sala de parto.
Una noche de amor es una película para ver en grupo, para cuchichear mientras se mira, para comparar las escenas y los diálogos con nuestras propias equivocaciones afectivas. Un filme, pues, que apela al espectador y lo exculpa.