Ser real: Macklemore y Kendrick Lamar

por · Febrero de 2014

¿Qué es “ser real” en el hip-hop actual? La discusión volvió a abrirse luego de la disputa entre Macklemore y Kendrick Lamar en los Grammy.

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Hace un mes me leí Mo’ Meta Blues, las memorias de Questlove (baterista y líder de The Roots). El libro es una mezcla de autobiografía con guía musical, además de un análisis de la cultura afroamericana desde los ’70, y sobre todo, del hip-hop. Está lleno de reflexiones brillantes, pero la que se me viene más a la cabeza estos días es un asunto que plaga el género sobre el cual Questlove predica: El “qué” es “ser real”. Claramente no se refiere a un asunto filosófico. Todo quien escuche rap, e incluso por cultura general, saben que cuando se utiliza la expresión “ser real” se refiere a serlo respecto al género, a la música. Y también, obviamente, una cosa de raza. Questlove rememora las veces que se le acusó de “poco real” o “vendido”, básicamente por no componer canciones que sonaran como el hardcore o el gangsta que dominaba durante los primeros años de The Roots. La cosa para ellos iba más por el jazz. Pero sobre todo él, a veces, era acusado de “poco real”. No venía de las calles. Se vestía bien. Hablaba bien. Aún con su característico afro, a veces le costaba convencer a su propia comunidad de sus credenciales de raza. Básicamente el no ser suficientemente negro, cosa que al parecer, es un problema en el género.

La cosa ha evolucionado, sí. Existen los puristas que siempre encontrarán un problema en salirse de los clichés del rap. Pero si algo nos ha demostrado Kanye West es que existe la clase media en el hip-hop, que hay otras formas de instrumentación y que se puede ser “real” de todas formas (lo seguiré poniendo entre comillas hasta que no tenga claro la definición). Demás está decir que (aunque sean los menos) los Beastie Boys, Eminem, El-P y otros además han demostrado lo influyente que se puede ser siendo un rapero blanco. Apropiación cultural dicen algunos, lo mismo que hicimos los blancos con el rock en alguna época. Evolución natural de las cosas, digo yo. Todo se masifica y música es música, sin importar de quién venga.

Macklemore¿El punto? Este debate/dicotomía/cosa se volvió a abrir post-Grammys. ¿El hecho? Macklemore y Ryan Lewis imponiéndose en todas las categorías de rap, además de llevarse el gramófono dorado a Mejor Artista nuevo. En todo derrotaron a Kendrick Lamar, probablemente el rapero más talentoso de hoy. Obviamente generó polémica. La más desechable es el tema de raza, en el cual prefiero no meterme mucho, porque uno siempre dice una imbecilidad. Eso sí, dejaré claro que Macklemore es ridículamente blanco. Onda muy pero muy blanco. No sé si alguien no albino es más blanco que él. Bueno, a lo siguiente.

Obviamente como cualquier persona pensante odio los Grammys. Son un puto concurso de popularidad, que de vez en cuando me da pequeñas alegrías, como ver a Daft Punk ganar. Pero en general no, me llenan de rabia. Que no exista un premio equivalente al Oscar, donde en verdad compita lo mejor de la industria anglosajona en términos musicales es un desperdicio. Verlos es mi dosis anual de masoquismo. Y entre los aspectos que más me sacan de quicio, es el poco cariño con el que se trata a las categorías de rap. Con la importancia cultural del hip hop en el Estados Unidos de hoy, además de su extrema popularidad, no logro entender cómo los premios de esa categoría no son televisados, sino que se entregan en la ceremonia previa.

Pero por último, este año en la categoría a Mejor Álbum de Rap habían tres contendores que se merecían con creces estar ahí: Kanye West, Drake y Kendrick Lamar. Los tres habían lanzado álbumes que de una forma u otra, definen un antes y un después en sus carreras. Pero como no todo es perfecto, también estaban nominados dos rellenos: Jay-Z (con Magna Carta Holy Grail, que compite seriamente para ser su peor álbum) y, por supuesto, Macklemore y Ryan Lewis. Y pasó lo que tenía que pasar, lo que obviamente uno sabía, pero no por eso se hizo menos molesto: Macklemore arrasó en las categorías. No sólo Lamar no se llevó ningún Grammy por rap. Simplemente no se llevó ningún Grammy. Y estaba nominado a siete.

La polémica se desató inmediatamente. No sólo la furia de los fanáticos cayó sobre Macklemore, sino que además la prensa musical se alineó con Lamar: El hecho fue un robo. Y es que en verdad lo fue. good kid, m.A.A.d. city (2012) es un clásico moderno. Es uno de los dos álbumes de la historia reciente que la música en los que me atrevo a usar ese término sin pensarlo dos veces (el otro es My Beautiful Dark Twisted Fantasy de Kanye West). No sólo demuestra el virtuosismo de Lamar en las rimas, sino que lo presenta como el mejor cuenta historias actual del género. Se aleja de la fórmula tradicional del hip-hop gangsta californiano. En vez de auto glorificación y demostraciones de dureza, hay pánico en cada línea que recita. Claro, tiene la “ventaja” de poder tomar la vida en las calles como material de base. Pero, volviendo al punto, hacer esto de forma “real” no es tarea fácil. Es sólo cosa de mirar a Macklemore.

discos

The Heist (2012) no es un trabajo terrible. Tiene un par de singles que es imposible no reconocer. “Can’t Hold Us” calza perfecto como himno fiestero, mientras que “Thrift Shop”, independiente de lo realmente estúpida que es la letra, tiene su encanto. A pesar de tener serias desventajas para mostrar sus credenciales de “realidad” en el rap (ser blanco, venir de un trasfondo relativamente acomodado), no se puede ser condescendiente en que también tiene elementos que un buen artista siempre podrá usar a su favor para validarse: la idea de “independencia” y sobre todo, tener un mensaje. Macklemore siempre ha jugado a eso. Que es un artista con “mensaje”. El rapero de Seattle es insistente al respecto. Su formación viene de escuchar hip hop underground. Canciones como “Same Love” pretenden combatir la homofobia que lamentablemente domina muchas facetas del género aún. Además ha insistido hasta el cansancio que todo su éxito y el de su álbum lo alcanzó sin un sello discográfico detrás. Fueron sus palabras literales cuando aceptó el Grammy a Mejor Artista nuevo. Porque pobre del mundo que nos olvidáramos de cómo humildemente llegó hasta ese escenario.

El tema es que, a pesar de las buenas intenciones, todo lo de Macklemore está rodeado con un aire de falsedad, cálculo y falsa modestia. Su discurso, su estatus de outsider del circuito, es algo totalmente forzado, más una auto proclamación que una realidad. Primero, la independencia discográfica no es sinónimo de underground, así como el ser respaldado por un gran sello no es sinónimo de pop. Cuando R.E.M. firmó por Warner no dejaron de ser una banda esencialmente alternativa. Y Macklemore, sin discográfica, no sale de ser fundamentalmente un artista pop, amigable para las radios y para quienes quieran aproximarse al género desde una vereda más fácil de escuchar. No es algo malo. Sólo se transforma en algo negativo cuando lo tratas de ocultar.

Lo mismo se encuentra en su “mensaje”. Está bien, “Thrift Shop” busca ser una crítica al consumismo, mientras “Same Love” busca abogar por la libertad de las parejas del mismo sexo. Pero, en ambos casos, el mensaje está construido de manera tan burda que llega a ser sólo molesto. El caso de “Same Love” es ejemplificador. La intención es noble, pero la letra es tan jodidamente mala y la melodía tan melosa, que pierde cualquier impacto. «Cuando estaba en tercer grado pensaba que era gay, porque podía dibujar» parte cantando el rapero en la canción. Ese es, de verdad, el mejor verso que se le ocurrió para transmitir el hecho que todos somos iguales. En serio.

Kendrick Lamar nunca ha hecho una canción contra la homofobia. Pero sí fue uno de los primeros en apoyar públicamente a Frank Ocean cuando se declaró gay, en una comunidad musical que generalmente resulta extremadamente discriminatoria en ese sentido. Por ahí, el tema de ser “real” empieza a tomar sentido, o por lo menos, el sentido que debiera tener: La naturalidad que entrega credibilidad automática a tus acciones. Puedes estar cantando sobre tu amigo muerto acribillado en una acera de Compton, California, o sobre comprar ropa de segunda mano. Cualquier tema puede ganar, mientras a quien esté despachando la música, le creas. Eso lo mantiene real.

Durante la semana pasada, un hecho terminó cerrando el tema, con un resultado claro. Macklemore le mandó un mensaje a Kendrick Lamar por teléfono, diciéndole que él debería haber ganado y que siente que le robó. Nada de mal, excepto que le sacó una foto y lo publicó por cada red social que encontró. Todo para demostrar «Hey, estoy reconociendo a Kendrick, soy la mejor persona». Lamar respondió a todo el asunto en una entrevista, calmadamente diciendo que si el de Seattle se llevó el premio, se lo merecía, y que las cosas pasan por algo en esta vida. Basta con estudiar el episodio un par de minutos para llegar a una conclusión bastante clara sobre la naturaleza de ambos artistas. Sólo uno es real.

Pasó, good kid, m.A.A.d. city ya no ganó ningún Grammy. No es el primer ni último álbum clásico en vivir esta situación. Bolaño decía que la verdadera obra maestra debe pasar desapercibida. Lamar ya está en un estatus casi de leyenda, con sólo dos álbumes bajo el brazo. Lo de Macklemore promete desvanecerse si sigue por el mismo camino. Finalmente, la credibilidad no pasa por su raza, por dónde nació o por las temáticas de sus canciones. El ser real es tener esa capacidad innata para que tus palabras y tu música resuenen y trasciendan, sin la necesidad de forzarlo. Ya pasamos la época dominada por clichés, sabemos que la realidad va más allá de una forma de vestir o un origen. Termina siendo justamente lo que te separa de algo pasajero. Macklemore aún está a tiempo de dejar de tomarse tan enserio. Pero que deje de aparentar que de alguna manera entiende lo de Lamar y las molestias que los últimos hechos han generado. Probablemente, en su cabeza aún se pregunta qué hay de malo con “Same Love”.

Ser real: Macklemore y Kendrick Lamar

Sobre el autor:

Matías de la Maza (@matias_delamaza)

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