Comentario del libro de Claudia Apablaza.
Una mediocre escena literaria, que bordea lo patético y lo ridículo en su afán de figuración; aspirantes a escritores; escritores que se van a España a mendigar alguna posibilidad; escritoras jóvenes que encamándose con autores logran instalarse en este triste panorama. Todo esto funciona como mapa de Siempre te creíste la Virginia Woolf, el último trabajo de la narradora Claudia Apablaza. Un volumen de relatos en donde la ficción está cimentada en las fallidas andanzas de escritores por un particular mundillo editorial.
La temática es apreciable, básicamente, a lo largo de todo el libro. Todos los textos que componen esta publicación, los breves, los menos breves, están centrados en el escritor como figura, como superficie, como marca registrada. Exponiendo lo peor de su raza, volviéndolos monstruosos y despreciables, pero al mismo tiempo ingenuos y lastimosos. Escritores que se pasean por ferias de libros, que buscan desesperadamente algún agente literario y que sufren ante la posibilidad de no alcanzar reconocimiento, cosa bastante particular, dado a que estos personajes, a pesar de autoproclamarse escritores, jamás se observan escribiendo ni leyendo. Viviendo más pendientes de la performance y la instalación, y el anhelo ingenuo de ser mirados como artistas.
Así sucede, por ejemplo, en el cuento “Poseída”, en donde una estudiante asume que al tener su primera clase de literatura, sufre una epifanía y se convierte oficialmente en una escritora. O en “El Mejor” –uno de los relatos más divertidos del libro–, en el que dos autores catalogados por la prensa como «el mejor escritor latinoamericano» se reúnen preocupados ante la posible aparición de un tercer postulante al título.
Otro caso es el de “Consejos para una joven cuentista”, de rasgos profundamente bolañescos (¿bolañianos?), en donde un grupo de jóvenes narradores pretende robar los contactos de un más experimentado y reconocido par.
Hablando de Bolaño, cabe destacar la posición que su fantasma ocupa en estos textos. Más allá de las intensiones de insertarse en una tradición de ficciones sobre escritores en donde cuesta trabajo decir algo nuevo, todo pareciera ser una resaca de Los Detectives Salvajes: como si los poetas realvisceralistas no hubieran muerto o se hubieran convertido en zombies del mercado editorial. Remixes de una sola postal que pareciera repetirse hasta el hastío, una y otra vez, en el campo letrado.
Es aventurada la opción paródica que toma Apablaza, arriesgando que muchas veces esa brutal caricatura de una escena que pareciera conocer muy bien, se confunda con aspiraciones y admiraciones, y el chiste deje de ser gracioso. Sin embargo, es también interesante el tono que ha logrado en este proyecto, siendo un extraño recorrido por esa línea recta que separa la ironía de la verdad más dolorosa.
Siempre te creíste la Virginia Woolf
Claudia Apablaza
La Calabaza del Diablo, 2011
96 p. — Ref. $7.000