Contra un famoso libro en favor del socialismo, Jason Brennan plantea una defensa del capitalismo sobre bases morales. Pero el debate entre socialismo y capitalismo no es principalmente una batalla sobre principios éticos, sino de diseño institucional, sostiene el reseñista, profesor de filosofía en la U. estatal de Portland.
Por Alex Sager. Traducción: Patricio Tapia
En Capitalismo, ¿por qué no? (Fundación para el Progreso, 2017), Jason Brennan monta una defensa moral del capitalismo usando como punto de contraste el libro de G.A. Cohen publicado póstumamente ¿Por qué no el socialismo? (2009; en castellano, editorial Katz, 2011). Su objetivo es doble. Primero, argumenta que la defensa del socialismo de Cohen descansa en dos falacias que inducen a error a los lectores para encontrar el socialismo moralmente preferible al capitalismo. En segundo lugar, busca demostrar que el capitalismo sería moralmente preferible incluso en condiciones ideales de justicia.
Para comprender y evaluar los argumentos de Brennan, debemos examinar cuidadosamente la estrategia de Cohen para defender el socialismo. ¿Por qué no el socialismo? presenta un caso preliminar en favor del socialismo. Cohen construye su caso esbozando un viaje de campamento con una serie de características esenciales. Primero, la gente comparte el objetivo común de que todos se diviertan. Segundo, los campistas cooperan siguiendo normas de igualdad y reciprocidad: contribuyen al viaje dividiendo voluntariamente las tareas de manera que se tengan en cuenta las preferencias, necesidades y habilidades. Tercero, la propiedad está bajo control colectivo durante la duración del viaje. Estas características corresponden a una concepción socialista de la justicia.
Cohen nos pide que contrastemos esto con un viaje de campamento regido por los principios capitalistas de derechos de propiedad individual e intercambio de mercado. Harry es un hábil pescador e insiste en comerse él el mejor pescado, la perca, y darle el más malo, el bagre, a los otros campistas. Sylvia encuentra un manzano y accede a mostrárselo a los demás a cambio de privilegios especiales. Leslie les pide a los campistas que le paguen para que les enseñe la técnica de romper nueces. Morgan insiste en su derecho unilateral a comer el pescado de un estanque que su padre cavó hace treinta años.
Cohen cree que la mayoría de nosotros preferiremos el primer viaje de campamento porque ejemplifica la igualdad de oportunidades socialista. La igualdad de oportunidades socialista se basa en un principio igualitario y en un principio de comunidad. El principio igualitario sólo permite desigualdades que 1) reflejan diferencias en las preferencias y las opciones de estilo de vida y 2) las desigualdades resultantes de elecciones que lamentar y de apuestas calculadas. Cohen también sostiene que las grandes desigualdades que resultan de elecciones y apuestas lamentables pueden socavar a la comunidad. Por esta razón, la igualdad socialista de la comunidad también requiere una reciprocidad comunitaria en la que las personas cooperen y se ayuden entre sí porque se preocupan por el bien de cada uno de los demás. En contraste, Cohen ve el viaje de campamento capitalista como basado en principios de codicia y miedo. En el capitalismo, la gente coopera porque busca ganar, no porque esté fundamentalmente preocupada por el bienestar de los otros.
Brennan reconoce que, no obstante, muchos lectores no socialistas se sienten atraídos por la visión moral del viaje de campamento de Cohen. Rechazan el socialismo, como lo caracteriza Cohen, porque creen que es inviable. En cambio, Brennan cree que la visión moral de Cohen deriva su plausibilidad de dos falacias. Primero, Cohen compara un viaje de campamento socialista ideal con personas benévolas que comparten un bien común con un viaje capitalista más realista con personas egoístas. En segundo lugar, Cohen combina la práctica económica socialista de propiedad colectiva con los principios morales de igualdad y comunidad, sin darse cuenta de que estos principios son conceptualmente independientes de cualquier modo específico de propiedad.
Para demostrar estas supuestas falacias, Brennan construye lo que considera un ejemplo paralelo, el Club del Ratón Mickey. En este pueblo del Club, los personajes de Disney llevan a cabo sus vidas persiguiendo sus proyectos, a veces juntos, a veces por separado. A diferencia del viaje de campamento de Cohen, hay propiedad privada: Mickey es el dueño de la casa club, Minnie es dueña de una fábrica de lazos para el cabello, la vaca Clarabella es dueña de un mercado (“Moo Mart”) y una fábrica de pasteles (“Moo Muffin”), el Pato Donald y Willie el Gigante son dueños de granjas. Los aldeanos comercian y persiguen su visión de la buena vida, pero también son altruistas, se ayudan unos a otros y se unen para resolver problemas. No hay Estado porque nadie usa ni amenaza con la violencia.
Brennan contrasta esta utopía anarcocapitalista con una distopía socialista. El Pato Donald asesina a millones utilizando la violencia para colectivizar las granjas y Tribilín envía a los aldeanos que se resisten al gulag. El Ratón Mickey usa el terror para sofocar la libertad de expresión con la ayuda de la policía secreta de Clarabella. Los planes económicos de cinco años de Minnie destruyen lo que queda de la economía.
Según el relato de Brennan, el anarcocapitalista pueblo del Club se basa en principios morales de comunidad voluntaria, respeto mutuo, reciprocidad, justicia social y beneficencia. En el pueblo, “las normas que rigen el intercambio, la propiedad privada, el respeto mutuo, etc., aseguran que todos tengan las suficientes oportunidades y la suficiente riqueza y libertad para tener la posibilidad de vivir bajo la concepción de vida que cada uno estime como buena”. Esto se ve reforzado por las virtudes morales de los aldeanos que se tratan entre sí como fines en sí mismos y celebran la diversidad de los demás. Se ayudan mutuamente porque valoran sus relaciones y se preocupan el uno por el otro. Brennan afirma que sus cinco principios “son, en alguna medida, antisocialistas” ya que los socialistas están motivados hacia la productividad por la envidia y por “una mezcla de temor y codicia, en proporciones que varían según la posición política y carácter del individuo”.
La parodia de Cohen que realiza Brennan no es análoga. Brennan afirma que la primera falacia de Cohen es comparar una visión ideal del socialismo con una descripción realista del capitalismo. Esto es inexacto. Muchos de nosotros hemos experimentado viajes de campamento que se asemejan más o menos a lo que describe Cohen. Cohen nos invita a examinar los principios morales de un viaje de campamento socialista real para evaluar un más grande sistema social y económico capitalista real y sugerir que sería mejor si un sistema alternativo pudiera realizar los principios morales del viaje de campamento. La descripción de Cohen del capitalismo como un sistema que celebra la codicia se acerca a cómo sus defensores entienden comúnmente el capitalismo. Brennan define un sistema social como capitalista en la medida en que tiene propiedad privada de los medios de producción, libertad para que las personas hagan contratos y ausencia de monopolios o subsidios. Niega que el capitalismo esté “analíticamente vinculado a la codicia y el miedo” o, de hecho, a algún motivo en particular. Esto descuida el papel de la competencia como un aspecto básico del capitalismo e ignora cómo una de las principales defensas de estos arreglos económicos es que la competencia del mercado permite que las personas al perseguir ganancias en base al interés propio, producen y distribuyen bienes de manera más eficiente.
En segundo lugar, Cohen eligió el ejemplo de su viaje de campamento porque le permitía extrapolar los principios morales (igualdad, comunidad) y el control colectivo de la propiedad como características necesarias de un viaje de campamento deseable. Contra Brennan, Cohen distingue entre principios y modos de organización. Simplemente no cree que los principios socialistas puedan realizarse bajo los modos de organización capitalistas. Por el contrario, la utopía del Pueblo del Club del Ratón Mickey no requiere capitalismo: lo que la hace atractiva no es la propiedad privada y el afán de lucro, sino la aspiración de “extender los sentidos de comunidad, respeto, reciprocidad, justicia social y beneficencia a todos los ámbitos de nuestra vida”. Cohen puede estar equivocado en cuanto a que la propiedad colectiva es conceptualmente necesaria para un viaje de campamento exitoso y que los principios socialistas sólo pueden realizarse en una economía socialista, pero su razonamiento no es falaz.
¿Qué pasa con la propuesta positiva para el capitalismo de Brennan? Brennan sugiere que el legado de Cohen nos ayudará a ver que “el mejor mundo posible es uno capitalista, no uno socialista”. En la descripción de Brennan, la propiedad privada permite a las personas perseguir proyectos al darles control sobre sus recursos. Los mercados proporcionan información crucial sobre la escasez relativa de bienes, un punto que se mantiene incluso en circunstancias ideales. La utopía capitalista produciría más que una utopía social sin mercados, lo que conduciría a una libertad más positiva. El carácter benévolo de los residentes del Pueblo del Club del Ratón Mickey mejoraría cualquier efecto secundario desafortunado de los mercados o la tentación de usar el poder económico para coaccionar o explotar a otros. Finalmente, en la utopía capitalista, las personas pueden formar voluntariamente comunidades con diversos principios sociales y económicos. Cohen puede tener su viaje de campamento y Clarabella puede tener su emporio de pasteles y ambos pueden coexistir en una tolerancia respetuosa.
Brennan sigue a Cohen al sostener que existe una clara distinción entre hecho y valor e insiste en que su libro es “una pregunta moral más que económica”. Como quiera que se vea este debate metaético sobre la justicia, los hechos importan profundamente para el debate entre el capitalismo y el socialismo en cuanto sistemas económicos. El debate entre socialismo y capitalismo no es principalmente una batalla sobre principios éticos; más bien, se trata de diseño institucional. Brennan y Cohen no están fundamentalmente en desacuerdo sobre los principios para un recuento ideal de la justicia. El problema es que es bastante poco lo que cualquier sistema ideal de justicia puede decirnos acerca de cómo sus principios deberían aplicarse en el mundo real.
Brennan reconoce esto cuando acusa a Cohen de ignorar lo que nos dicen las ciencias sociales sobre cómo las sociedades de mercado afectan las motivaciones de las personas. No parece ver cómo su enfoque en el capitalismo ideal socava el por qué muchas personas encuentran atractivo el capitalismo real: su viabilidad en comparación con las alternativas. El libro de Cohen ¿Por qué no el socialismo? tiene la virtud de que proporciona un caso agudamente argumentado a favor del igualitarismo radical y la comunidad como un ideal moral y sostiene que una economía socialista, al menos a pequeña escala, es necesaria para realizar este ideal. Capitalismo, ¿por qué no? no refuta con éxito a Cohen. Además, al estipular un ideal moral libertario, ligado vagamente a una forma ideal de capitalismo, hace poco por avanzar en el debate.
*Artículo aparecido en “Marx and Philosophy Review of Books”, 16-11-2015.