Lo dirá el mismo Jack White minutos más tarde: «Lo siento por aquellos que se perdieron a St. Vincent».
¿Qué hacer con alguien que viene en su mejor momento, con uno de los mejores discos publicados el año pasado, con una propuesta musical arriesgada y diferente? Se le da el escenario del fondo, el que se llena de polvo, el que está al lado de los baños.
Injusto.
El disco homónimo de St. Vincent, el quinto formalmente hablando, es una joya del pop contenido. Algo así como si Lorde se dejara de leseras y abrazara completamente el pop sin asco, pero sin dejar de ser elegante. Como una Olivia Newton John contenida y mejor portada.
Lo que presentó St. Vincent va mucho más allá de los hits radiales o recomendaciones de Spotify, hay un proyecto pensado, de años de trabajo. Para lograrlo, Annie Clark —su verdadero nombre— atacó con todo desde el principio: “Bring me your loves” y “Digital witness”, ambos de su alabado disco homónimo. Muy sólido comienzo para luego transitar por viejos hits.
«Te das cuenta que es una buena propuesta, muy Kate Bush, pero le falta algo, como que no termina de cerrar», comentaba un crítico de La Tercera durante la presentación. Y tiene razón. St. Vincent es en extremo minimalista. Como Alexis cuando juega por la Selección: llega mucho al arco, pero no termina por anotar. Lo que no es malo, es necesario que ocurran cosas como esas para poder sorprenderse. Y eso es lo que mejor hizo la guitarrista y cantante, sorprender y echarse al público al bolsillo.
Para cuando volvió a su nuevo disco con “Huey Newton”, “Regret” y “Birth in reverse”, la estadounidense de pasos de baile coordinados con su tecladista/bajista (Toko Yasuda), ya había demostrado que mientras a muchos el escenario les había quedado grande, a ella le quedó chico. Lo dirá Jack White después: «lo siento por aquellos que se perdieron a St. Vincent».
Fotos: Eleonora Aldea © paniko.cl
