Pequeña velada a la intemperie

por · Marzo de 2016

The Joy Formidable en Lollapalooza.

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Al final del debut de The Joy Formidable en Chile, acaricié suavemente la mano de su cantante. «Thank you very much», con un marcado acento galés poco conocido en este lado del mundo, fue la frase con la que la cantante Ritzy Bryan pronunciaba tras cada canción. «Thank you very much», repetimos muchos al concluir la presentación.

Minutos antes de dar inicio, éramos pocos quienes nos encontrábamos frente al Acer Stage. Solo unos contados espectadores conocíamos la música de esta banda. Un par la buscó en Google y comentaban que la banda era galesa, como el jugador del Real Madrid Gareth Bale. También, un par de chicas comentaba que había escuchado una de las canciones en el soundtrack de la saga cinematográfica Crepúsculo. Tres maneras de dar cuenta de una banda que con casi diez años de trabajo solo ha logrado publicar dos álbumes de estudio.

La banda, compuesta por Ritzy, Rhydian Dafydd (bajo) y Matthew James Thomas (batería y percusión), salió con un considerable retraso al escenario: casi quince minutos. Sin embargo, ello no impidió que desde el primer acorde arrastrase magnéticamente a quienes todavía se hallaban en las lejanías. Lo que no tienen en fama, The Joy Formidable lo posee en actitud. Sobre todo por Ritzy, quien supo imponerse y ganar respeto en sus primeros 40 minutos tocando en tierra chilena. Ritzy parecía sorprendida de ver cómo algunas personas del público se sabían las letras de sus canciones a la perfección. Debe ser extraño para un galés que en un país tan alejado hayan seguidores.

La presentación estuvo marcada, en buena medida, por esa suerte de orgía que se generó entre las cuerdas de la guitarrista y el bajo de Rhydian. Fue en los momentos de esa fuerte sinergia entre ellos que el público gritaba más. Cabe destacar que los tres integrantes de la banda no eran de moverse excesivamente por todo el escenario, sino más que todo intentaban establecerse en su lado derecho. Era curioso ver que la batería no se encontraba en el centro del escenario, sino justamente en ese costado, como si intentasen generar una atmósfera más parecida a un bar que a un festival gigantesco como Lollapalooza.

The Joy Formidable cantó sus canciones más populares tales como “Whirring” y “Endtapes”, y sorprendió al público con piezas que saldrán en su próximo disco, “Passed By” y “The Last Thing of my Mind”. Sobre esta última, Ritzy dijo que se trataba sobre celebrar la liberación sexual, lo cual generó una reacción muy positiva reflejada en aplausos por parte de quienes estábamos allí. Parte reducida del público (¿quizás una cuarenta personas?) se sabían algunas de las canciones lo cual permitió que el concierto fuese bastante ameno. La presentación fue, casi, una velada privada para menos de 500 espectadores.

Por supuesto, no faltaron los piropos hacia Ritzy. En esos no-lugares que son los momentos de pausa entre canción y canción —que el baterista cubría con algunos sonidos mientras Ritzy tomaba agua—, los fans hacían uso de sus más trilladas frases de coqueteo hacia la cantante.

The Joy Formidable apeló al público lo más que pudo, hasta que los brazos de Rhydian no dieron más, quizás al estar consciente de que todavía no son una banda conocida en América del Sur. Eso sí, no dejaron de agradecer el cariño que han recibido en estas dos semanas por nuestro continente. Tanto así, que Ritzy dijo estar avergonzada por no hablar español y prometió que en su siguiente visita a Chile, a fines de año, intentará dominar el idioma. Además, añadió que su próxima presentación en este país será en un lugar más íntimo y cercano a la audiencia.

Eran tantas sus ganas de sentirse cerca del público, que finalizando la última canción, “Whirring”, Ritzy saltó del escenario hacia la valla de separación con los espectadores, y tocó su guitarra frente a ellos. Entregó su música y su presencia, rompiendo esa pared imaginaria que estos grandes conciertos suelen construir entre artista y audiencia. Los últimos minutos fueron solo de música, e hizo saltar y gritar a la gente como si fuese un calentamiento previo para las varias horas que quedaban de jornada en el festival. Para cerrar, la cantante corrió de un lado a otro al borde de la valla para chocar su mano con la de los fans, y luego tomarse selfies.

Así terminó la primera presentación de esta banda galesa en Chile, llevando a la cantante a olvidarse del escenario, lanzarse hacia los fans, dejarse consentir y hacernos sentir que efectivamente lo que vivimos fue una velada privada, un concierto íntimo, el cumplimiento de un deseo para los pocos que hasta ahora escuchamos con placer su música.

The Joy Formidable

Pequeña velada a la intemperie

Sobre el autor:

Alejandro Martínez ha colaborado para distintas revistas en América Latina y Estados Unidos.

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