La serie The Ranch cuenta la historia de un jugador de fútbol americano, interpretado por Ashton Kutcher, que regresa a su hogar tras fracasar.
Aburrida. Así podemos definir The Ranch, la nueva comedia de Netflix protagonizada por Ashton Kutcher. Lamentablemente, la serie es cursi, anticuada, poco chistosa, cero innovadora. Sorprende que sea una producción tanto de Netflix, que suele ser innovador en las series televisivas, como de Don Reo y Jim Patterson, quienes ya tienen una larga experiencia en programas como Two and a Half Men.
Ambientada en el oeste de los Estados Unidos, la serie cuenta la historia de Colt (Ashton Kutcher) un jugador semiprofesional de fútbol americano que regresa a su hogar tras fracasar en su carrera deportiva. De nuevo en casa, Colt buscará encontrar la aprobación de su padre, quien soñaba que su hijo sería una estrella del deporte. Así, la serie muestra en cada capítulo la lucha del hijo buscando que su padre se sienta orgulloso de él. Discuten, se decepcionan el uno al otro, pero terminan reconciliándose sin mucho bombo ni platillo. Padre e hijo se parecen en su terquedad, en su empeño de no querer escuchar consejos del otro, en su manía de demostrar quién tiene más ¿hombría? que el otro. Así, encontramos que se enfrentan dos masculinidades hegemónicas, aunque Colt termina subordinándose en busca de aprobación del jefe de la familia.
Los chistes son fomes y sexistas, los personajes carecen de profundidad y, aún peor, son totalmente estereotipados. No propone nada nuevo, y quizá lo único interesante sea el personaje de Beau Bennet, el padre de la familia, quien representa y le da voz a ese ciudadano estadounidense que cree que el hombre nunca llegó a la luna, que el cambio climático es una mentira, y que los hombres solo pueden usar «botas de varón» y jeans baratos, porque de lo contrario son «niñas».
The Ranch parece estar dirigida a un público que busca reírse con chistes fáciles, que no desea una exploración de la naturaleza humana, sino simplemente llegar a casa, abrir una cerveza, y reírse sin pensar mucho.