Sobre la presentación de The Weeknd en el festival de Lollapalooza Chile 2017.
El año pasado, me obsesioné con los ensayos sobre cultura pop de Chuck Klosterman y leí todos sus libros. El último, What If We’re Wrong, asegura que, en el futuro, el rock dejará de ser un placer de las masas para convertirse en un objeto de estudio académico que solo podrá ser apreciado tras adquirir cierto nivel de conocimiento. Según Klosterman, ya estamos presenciando el comienzo del fin de su dominio. Difícil llevarle la contra. Es más, el viernes antes de Lollapalooza, el ex editor musical de The Guardian, Michael Hann, se despidió de sus lectores afirmando que el rock ya era. Que cedió su protagonismo a otras expresiones sonoras y que en unos años tendrá la misma relevancia del jazz. Lo que yo veo es que, para bien y para mal, el rock sobrevive como una postura. Kanye West, Miley Cyrus, Lady Gaga y otro montón de estrellas actuales usan poleras metaleras porque son artículos cargados de cierta credibilidad. Shakira vende un perfume que se llama Rock! y su botella tiene la forma puntiaguda de una guitarra de heavy metal. Con el hombre que nos convoca, The Weekend, ocurre algo parecido. Sus mejores canciones hablan de sexo y drogas desde la primera persona, basadas en experiencias tan personales que a veces ruborizan. El tipo se presenta y se conduce a sí mismo como un rockstar. Uso el término como un elogio porque, curiosamente, solo tiene una connotación negativa cuando se usa para acusar el divismo de una auténtica estrella de rock. Si eres ídolo pop, futbolista o actor, que te traten de rockstar es lo máximo. Significa que posees ese intangible llamado actitud.
***
«Nena, puedo hacer llover esa vagina, seguido. Seguido, seguido, chica yo hago esto seguido. Hago estallar esa vagina y lo hago como quiero». Algo así dice la letra de “Often”, en la que un maestro del sexo incita a una chica poco experimentada a visitarlo con una amiga para hacer un trío. Pensándolo bien, muchas veces The Weeknd no anda tan lejos de las canciones de Maluma que escandalizaron a los puritanos durante el Festival de Viña. De hecho, así como en “4 Babys”, que en el fondo se trata de un galán al que por goloso le sale el tiro por la culata y se enamora de sus amantes, “Acquainted” cuenta cómo un picaflor se empota con una experimentada chica que, al comienzo, solo era una aventura pasajera. Ahí está el giro, la gran diferencia entre The Weeknd y los rockstars de antes, que siempre se mostraban como machitos campeones con la guardia alta 24/7. Este gallo tiene en una semana el sexo que tú vas a tener en un año, pero cuando la cama se vacía y el queda solo se cuestiona, lo inundan los arrepentimientos, se siente sucio, le da penita. Porque, y acá está lo rockstar del asunto, The Weeknd en el fondo es mucho, mucho, MUCHO más bacán que tú y que yo. Pertenece a una raza superior. No solo ejercita la entrepierna más que cualquiera, también tiene más sentimientos que el hombre promedio. Es la fórmula que ha convertido a Drake -uno de los primeros artistas mainstream en prestarle ropa a The Weeknd, por cierto- en una superestrella mundial. Lo emo no quita lo caliente.
***
¿Alguien se acuerda de “The Bad Touch” de Bloodhound Gang? Si no, se trata de un tema sobre tener sexo, con un video en el que la banda aparece en París con disfraces de mono (y en el que se pitearon casi un millón de dólares porque, bueno, así eran los noventa). En una parte de la letra, se alaba la habilidad amatoria de una mujer diciendo «haces la clase de cosas de las que sólo Prince cantaría». Yo pienso que, de continuar su posicionamiento como un portavoz de los tabúes, en unos años más, The Weeknd será uno de los primeros nombres en asomarse al pensar en la conexión entre música y sexo. De seguro alguien le va a dedicar un tema a Abel Tesfaye, que tiene la mente triple equis de Prince, pero la voz de angelito de Michael Jackson. Y donde mejor reluce la combinación es en el mega hit “Can’t Feel My Face”, donde se le atribuyen las propiedades de la cocaína a una mujer, ¿o es al revés? En fin, por ahí leí en Twitter al colega Marcelo Contreras diciendo que «The Weeknd se tiene más fe que Vidal». Es cierto. Supongo que la perso se debe al hecho de que Tesfaye se abrió paso por cuenta propia, mediante unos mixtapes autoeditados que revelaban su personalidad en todo su rancio esplendor. Odio ser el que dice que los primeros discos eran los mejores, pero bueno, este es el caso. Aunque el Midas del pop, Max Martin, metió mano en su propuesta para transformarla en grito y plata, The Weeknd ya cantaba sobre drogas mezcladas con sexo. De hecho, mi momento favorito del show fue uno de los pocos rescates de esa época, “Glass Table Girls”, que describe una escena de sexo oral después de (¿o durante?) una sesión de marihuana y pastillas. Nada del otro mundo para The Weeknd, el rockstar.