Ya está disponible la traducción de Para acabar con Eddy Bellegueule, la novela autobiográfica que Édouard Louis publicó a los veintiún años: un retrato rabioso de un hijo afeminado de la clase obrera francesa.
Para acabar con Eddy Bellegueule es la historia de un pueblo perdido en el norte francés, alejado de todo, a la vez que miserable y periférico, donde la gente trabaja en la fábrica local o vive la cesantía a expensas del Estado.
Su autor, Édouard Louis, se instala en ese paisaje para seguir la vida de un chico que sufre la violencia de los heterosexuales a los homosexuales, de los hombres a las mujeres, de los trabajadores a los cesantes, y de los cesantes a los migrantes que ven por televisión.
La primera novela de un escritor de veintidós años es muchas cosas al mismo tiempo: junto con retratar la urgencia de un escándalo universal, Para acabar con Eddy Bellegueule tiene el mérito de avivar con parafina el debate de la segregación como norma, orden y eje de la vida actual.
En el colegio, Eddy Bellegueule —el protagonista— es el afeminado que recibe las flemas de otros chicos en la cara. Mientras que en casa, cada vez que sus gatos tienen cachorros, el padre los mete en una bolsa y los azota hasta apagar los maullidos.
No es la única forma de violencia alrededor: en ese pueblo donde se registra uno de los mayores avances de la ultraderecha francesa, los hijos estudiarán para que sus familias reciban las ayudas económicas correspondientes y luego irán a la fábrica que emplea a la mayoría de los habitantes hasta su jubilación.
Los mismos padres, que celebran cuando su hermano cambia de pareja todos los meses, le restringen los novios a su hermana: «No puedes traer así a chicos, continuamente. Nosotros te lo decimos por ti, pero la gente qué va a decir, fijo que van a decir que eres una furcia».
Los modales delicados de Eddy Bellegueule («Es característico de entornos desfavorecidos poner nombres estadounidenses a los hijos», escribe Louis) lo llevan a recibir palizas y humillaciones, entre un entorno machista y lleno de alcoholismo y pobreza, haciendo más complejo el proceso que deviene en la propia identidad, donde desentona con cada estereotipo: «Ya sabes que Eddy es un poco especial, bueno, especial no, un poco raro», le comenta el padre a sus amigos. «Deberías ventilarte los sesos y salir con chicas», le recomienda su madre.
A la manera de Didier Eribon (a quien Louis dedica el libro), Bellegueule moldea sus relaciones adolescentes a través de los insultos. El insulto le hace saber que es una persona distinta de las demás, que no es normal. Entonces algo hace crac. El autor —que es al mismo tiempo Eddy, el protagonista y narrador— intenta desconectarse de sus impulsos y comienza a hacer lo que todos esperan que haga: salir con chicas, emborracharse, jugar fútbol. Pero resulta incómodo, cínico, imposible: le gustan más los hombres que las mujeres.
Entonces no puede. No quiere. Y esa realidad, difícil de confesar en una casa y un pueblo contaminados de atavismos violentos, se rebalsa y lo empuja a escapar.
Por un lado Para acabar con Eddy Bellegueule puede ser leído como un salto de la provincia a la clase urbana, burguesa y educada, quizá el sitio a donde el autor, asfixiado del machismo y la homofobia, siempre quiso pertenecer. Es lo que argumentan sus lectores más críticos, aunque, escarbando otras capas, lo valioso de estas memorias prematuras es que Bellegueule ocupa las armas de la literatura para enseñarnos a sufrir y empatizar con su rabia, y hay pasta en su esfuerzo por hacer literario lo no literario.
Al contrario de un autor conocido como Céline, que plasma el habla popular desde un punto de vista burgués, que resulta bonito, con fuerza y muy violento, pero que nada tiene que ver con lo real, Bellegueule registra la sintaxis rota y la violencia del lenguaje en Hallencourt, el pueblo donde creció.
No hay verdad sin ira, parece decirnos a gritos el autor: desde el lanzamiento de esta novela se peleó a muerte con su familia y el poblado de su infancia. Un poco antes, convertido en una fuente de vergüenza, incluso de repulsión, Eddy Bellegueule escapó de la casa familiar a los 16 años y se cambió el nombre.
Ahora es un universitario que responde al llamado de Édouard Louis, y en Francia —donde vendió más de 200 mil copias y fue traducido a doce idiomas— es toda una revelación literaria.
Para acabar con Eddy Bellegueule
Édouard Louis (traducción de María Teresa Gallego)
Salamandra, 2015
187 p. — Ref. $13.000