Después de seis policiales lanzados con distinta suerte en Internet, Mario Valdivia se atreve con su primera novela impresa.
Aparentemente se trata de un robo de cuadros millonarios. Clarisa de Landa, bellísima como todas las Mad Men juntas y brillante en sus funciones como ejecutiva bancaria de primera línea —¿existen mujeres en esos cargos?—, es encontrada muerta en el living de su casa. Por supuesto, el paisaje es el barrio alto santiaguino y el mundo de las altas finanzas, los trajes elegantes y las estafas organizadas.
En Un crimen de barrio alto, su autor, el ingeniero comercial Mario Valdivia (1945), se sumerge en la burbuja de los ejecutivos que mantienen fortunas, y en general en todo lo más o menos conocido del mundo corporativo del que también formó parte.
Para nadar esas piscinas temperadas, para entrar en esos directorios y los baños de las señoras elegantes, Valdivia usa al detective Óscar Morante, un policía curicano que intenta aprender los códigos de los barrios donde el PIB chileno se siente con toda su fuerza.
Acostumbrado a los crímenes de poca monta y junto a una serie de ayudantes como la psicóloga criminal Adriana Vallejos, el inspector Cáceres y el forense Manfred Becker, Morante logra proyectar el retrato de una esfera donde no se roba los ceniceros o la electricidad del vecino, sino que los cuadros de Roberto Matta.
A veces el detective Morante —que protagoniza cuatro de las novelas de Valdivia— quiere ser George Smiley, el espía omnipresente en la obra de Le Carré. A veces es tanta la información, que Valdivia —descriptivo hasta el bostezo— parece una mala copia del novelista británico.
Aunque están todos los ingredientes del género negro, el lugar común de la prosa hace el mismo ruido que algunas de las entrevistas que ha dado el autor. «A mí me enseñó Morante en qué consiste este mundo, más que yo enseñarle a él», dijo a ADN.
Ah.
Bueno.
Después de seis policiales lanzados con distinta suerte en Internet, este autor se atreve con su primer impreso, y el resultado es una novela de misterio que configura los entresijos de La Dehesa y Sanhattan, cuando los diarios comparten los entretelones de Penta, SQM y Caval.
Quizá lo distintivo de Un crimen de barrio alto —presentada hace unos días por la escritora Marcela Serrano— es que cruza la dimensión del thriller con la capacidad de los investigadores para entrar donde pocos pueden hacerlo y retratar, en este caso, la burbuja del poder.
El libro serpentea personajes con la moral del éxito ejecutivo, «pero extremadamente desordenados y poco cuidadosos en la mayor parte de sus asuntos personales», como se describe a la víctima. Y el resultado es una mezcla efectista de clasismo, machismo y las pretensiones literarias del autor.
Un crimen de barrio alto
Mario Valdivia
Planeta, 2015
286 p. — Ref. $13.000