A 10 años de la muerte del escritor y poeta Roberto Bolaño, Felipe Cussen recuerda los días de joven poeta emo cerca de donde murió el autor de Los detectives salvajes y 2666.
Barcelona, 15/7/2003.
1. Roberto Bolaño murió anoche más o menos cerca de donde vivo. Ayer era un día demasiado caluroso y húmedo como para que alguien se muriera.
2. La primera vez que vine a Barcelona fue justo en los días en que le dieron el premio Herralde por Los detectives salvajes, y entonces me dieron ganas de leerlo. A la vuelta comencé por algunos de sus libros anteriores que estaban en la biblioteca de la universidad. Cuando mi abuela me regaló plata para Navidad partí a comprar esa novela, que leí poco después entre el sur y Santiago: fue una semana vertiginosa.
3. Más tarde quise leer Llamadas telefónicas, pero no tenía plata, por lo que un amigo que trabajaba en una librería me lo prestó por unos días. La condición era que si le pasaba algo al libro tendría que pagarlo, y así ocurrió: a pesar de mi cuidado, derramé un poco de café y tuve que comprarlo.
4. Cuando vino a Chile y fui a escucharlo a la Feria del Libro, tomé nota de todos los autores nuevos que recomendó. Al final le pedí una dedicatoria para mi ejemplar de Los detectives salvajes. Me encantaría leerla ahora nuevamente, pero el libro se lo presté a un amigo. Le pregunté cómo podía enviarle unos poemas para que me los comentara, pero quizás no le llegaron o no le gustaron, porque luego no me respondió.
5. La primera vez que hice clases como profesor en la universidad, analizamos su cuento “Sensini”. Me encantan esos consejos y artimañas para participar en concursos, pero el problema es que soy muy culposo como para seguirlos.
6. Cuando me iba a venir a vivir a Barcelona hace un par de años una de mis ideas para trabajar en mi tesis doctoral era la estructura de Los detectives salvajes, pero finalmente opté por otro tema para investigar.
7. El primer libro que compré en esta venida a España fue Putas asesinas, en la escala que hicimos en el aeropuerto de Madrid; leí esos cuentos mientras iba a las oficinas del gas y la electricidad para que me dieran de alta los servicios en el departamento que acabábamos de arrendar, y en el departamento mismo, casi vacío.
8. Volví a verlo a fines del año pasado, en una charla que hizo (que no me gustó mucho) y le di una copia de mi primer libro de poemas; su respuesta fue un mail muy amable en el que decía que le había gustado, y que recibí justo la noche de Navidad, aunque curiosamente se había demorado más de un día en llegar desde que me lo envió. Le respondí que me encantaría visitarlo para conversar sobre sus libros, pero no me respondió. Luego vine a saber que ya estaba gravemente enfermo, y me di cuenta de mi impertinencia.
9. Anteayer le comentábamos a unos amigos de su enfermedad al hígado, y que estaba esperando un transplante al igual que lo había hecho el cantante Raphael, quien ahora se recupera satisfactoriamente.
10. Ayer en la tarde en una biblioteca pública vi una copia de su primera novela, escrita en colaboración, y pensé en lo precaria que debió haber sido su vida entonces, pero no pensé en lo precaria que debe haber sido su vida siempre.
11. Anoche supe de su muerte a través de Internet, y frenéticamente me puse a buscar más noticias al respecto, pero todas eran igualmente escuetas y además con datos errados: se había muerto Roberto Bolaños, cuya casa estaba en Planes, que tenía un hijo llamado Laurato y que había vivido en países que no había vivido.
12. En la madrugada me costó quedarme dormido, pensando en todo lo que él había hablado siempre de la muerte, con una cercanía que me produce escalofríos.
13. No he hablado nada de Roberto Bolaño, apenas me he limitado a hacer una enumeración (como las que había en algunos de sus libros o en esa charla que no me gustó) de recuerdos. Tampoco he hablado de la tristeza que me ha provocado esta noticia, y la tristeza de todos los libros que se han muerto con él.