Yuraszeck: sentimientos de un piñerista azul
Al presidente de la U se le acusa como culpable en el caso Chispas y como el ogro en Corfo-Inverlink. Se le vincula con los manejos del ‘circo ANFP 2010‘, y también le pesa su pasado en la UDI, su amistad con Jaime Guzmán y su lealtad al Régimen de Pinochet. Todo para odiarlo a rabiar. Pero con la U, yo le creo.
// Por: Fernando Jiménez.
Nunca he hablado con José Yuraszeck, no lo conozco y tampoco sé si lo intentaría. No me parece entretenido ni fome, ni bueno ni malo; tampoco lo juzgo por ser pelado ni pelucón, o si simplemente tiene el pelo con forma de jockey azul. No conozco su vida ni su pasado. No sé si tendrá vicios, no tengo el número de sus pecados y tampoco conozco las curvas de sus secretos.
Me enteré hoy que es padre de siete hijos, que es primo de Luis Dimas y que en su familia eran de la Católica pero se escapó a la regla y, como buena oveja negra, y se fue a la vereda de enfrente.
Ahora lo veo todos los días. En la TV, en la Internet, en revistas y en diarios. Hasta donde yo sé aún no tiene Twitter. Bueno, si no lo conozco y de todas formas sé que existe podría pensar que se trata de una persona normal. Pero con Yuraszeck me ha costado identificar si es precisamente eso.
Siempre he creído que este personaje de aspecto bonachón se manejaba como los grandes empresarios que viven su 24/7 en otra dimensión. Son cuerpos presentes pero con mentes que hace rato viajaron más allá. Un poco lo que se dice de Piñera: “Te miran pero no te escuchan”.
Por eso, cuando los números y la pasión se mezclan aparecen síntomas enfermos, maravillosos, inexplicables. No les creo a los que me dicen simplemente que la U —o Azul Azul o como quieran llamarle— es el juguete nuevo o el último capricho de un viejo rico y cabrón. Quizás —pecado mío— me he tragado hasta el fondo el discursito del empresario-futbolero. Quizás parezco enamorado de resultados exitistas del mejor equipo del torneo chileno. Pero acá hay una diferencia. Cuando veo a Yuraszeck: uno, sé que no veo a Piñera, y dos, veo algo desconocido. Creo que alcanzo a ver pasión, ideales y amor tozudo.
Y yo creo que Yuraszeck ama a la U como lo hacen casi enfermizamente sus hinchas en la Sur del Nacional o en sus muros de Facebook. Creo que Yurazseck representa fielmente al hincha universitario. Y sí, creo que puedo decir que veo fuego en el pecho de un empresario. Cuando eso pasa hay que decirlo. Hay que ser justos.
Cuando River Plate toca tu puerta no tienes obligación de ir a recibirlo con flores e invitarlo a cenar para terminar abriendo tus piernas, pero sí debes atender con modales y, si quieres, con una sonrisa coqueta. Bueno, el galán de los 90 vino por la máxima figura con vida de la U, el impenetrable arquero Johnny Herrera. Si bien River parece un herido de guerra que retorna a su tradicional hogar como lo es la Primera de Argentina, su banda y prestigio siempre serán seductores para un jugador chileno. Más uno de la U que creció escuchando los orgasmos de Panetta con Salas. Pero Yurazseck fue fuerte y un enamorado testarudo. Blindó a Herrera y le habló del retiro, de hacerlo con la U, de seguir ligado tras colgar los guantes.
Una de las frases más famosas de Balzac fue: “detrás de una gran fortuna hay un gran crimen”. Y acá entra el único recuerdo-materia-gris que mis archivos logran recopilar de Yuraszeck. Al presidente de la U se le acusa como culpable en el caso Chispas y como el ogro en Corfo-Inverlink. Se le vincula con los manejos del ‘circo ANFP 2010‘, y también le pesa su pasado en la UDI, su amistad con Jaime Guzmán y su lealtad al Régimen de Pinochet. Todo para odiarlo a rabiar. Pero con la U, yo le creo.
Hoy, con un equipo exitoso como patrimonio, el empresario parece más relajado y disfrutando. Como un viejo con su nieto, por quien es capaz de sacrificar tiempo, dinero y emociones para que crezca maduro y con criterio. Yurazseck forma parte de un directorio de empresarios que a codazos y negociaciones por aquí y por allá logró quedarse con su tesoro azul. No tengo idea cómo fue como papá con sus siete hijos, no me interesa si respondió como marido, pero de lo que sí estoy seguro es que este viejo quiere que sus nietos crezcan viendo a sus mismos ídolos. Eso se llama tradición —quizás rancia y de derecha—, pero con cuotas del misticisimo que sangra desde las entrañas azules y que genera la envidia descontrolada del vecino, que cada día pierde más plata invitando amigos desconocidos a su casa.